El tesoro oculto de Neruda
Celia Fraile, ABC Madrid
En su «Oda a las cosas», Pablo Neruda revela su fascinación por los objetos que pueblan este mundo («no quiero cambiar de planeta», decía). Esa pasión le llevó a ser un coleccionista compulsivo y, dentro de los miles de objetos que engrosaron su afición, tenía claras sus preferencias: «Lo mejor que coleccioné en mi vida fueron mis caracoles. Me dieron el placer de su prodigiosa estructura». («Confieso que he vivido»).
Llegó a atesorar 8.000 piezas pertenecientes a los siete mares. En 1954 las donó a la Universidad de Chile. Ahora esta Universidad, junto con el Instituto Cervantes y la Fundación Endesa, trae a España más de 400 en la exposición «Amor al mar. Las caracolas de Neruda».
Coincide la Exposición con el Bicentenario de la Independencia de Chile y regresará al país con motivo del V Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebrará en marzo en Valparaíso, «haciendo las veces de puente trasatlántico», según Caffarel.
El poeta consideraba que unas de las caracolas más importantes de su colección eran las que le regaló, en preciosas cajitas, Mao Ze Dong, durante su viaje a Chile. También le profesaba un cariño especial a la firmada en su interior por Rafael Alberti. La conocida como «peine de Venus» le resultó fascinante, al igual que las «polinitas». Ésta última es una especie que crece en los árboles y se iluminan por la noche. Un naturalista cubano se las descubrió durante su estancia en la isla. Cuentan que quedó tan sorprendido por ellas, que vació la ropa de las maletas para poder meterlas y trasladarlas a su colección.
«También hay numerosas especies ya extintas, de las cuales se conservan muy pocos ejemplares en el mundo», explica Sonia Montecino, directora del archivo central Andrés Bello, donde se encontraban las caracolas de Neruda.
Foto: ecodiario.eleconomista.es
En su «Oda a las cosas», Pablo Neruda revela su fascinación por los objetos que pueblan este mundo («no quiero cambiar de planeta», decía). Esa pasión le llevó a ser un coleccionista compulsivo y, dentro de los miles de objetos que engrosaron su afición, tenía claras sus preferencias: «Lo mejor que coleccioné en mi vida fueron mis caracoles. Me dieron el placer de su prodigiosa estructura». («Confieso que he vivido»).
Llegó a atesorar 8.000 piezas pertenecientes a los siete mares. En 1954 las donó a la Universidad de Chile. Ahora esta Universidad, junto con el Instituto Cervantes y la Fundación Endesa, trae a España más de 400 en la exposición «Amor al mar. Las caracolas de Neruda».
Coincide la Exposición con el Bicentenario de la Independencia de Chile y regresará al país con motivo del V Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebrará en marzo en Valparaíso, «haciendo las veces de puente trasatlántico», según Caffarel.
El poeta consideraba que unas de las caracolas más importantes de su colección eran las que le regaló, en preciosas cajitas, Mao Ze Dong, durante su viaje a Chile. También le profesaba un cariño especial a la firmada en su interior por Rafael Alberti. La conocida como «peine de Venus» le resultó fascinante, al igual que las «polinitas». Ésta última es una especie que crece en los árboles y se iluminan por la noche. Un naturalista cubano se las descubrió durante su estancia en la isla. Cuentan que quedó tan sorprendido por ellas, que vació la ropa de las maletas para poder meterlas y trasladarlas a su colección.
«También hay numerosas especies ya extintas, de las cuales se conservan muy pocos ejemplares en el mundo», explica Sonia Montecino, directora del archivo central Andrés Bello, donde se encontraban las caracolas de Neruda.
Foto: ecodiario.eleconomista.es
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