13 de noviembre de 2013

La Mano de Anna



La mano de Anna

Durante una clase,  un profesor furioso increpaba a sus alumnos y les exigía que le dieran el apellido del joven que había hecho su caricatura. El chivo expiatorio resultó ser Wilhem Röntgen, a quien expulsaron de inmediato. 

Aunque siempre se negó a haber sido el autor del dibujo, de todas maneras fue expulsado y debió proseguir su carrera en la escuela politécnica de Zurich, donde pronto y por su capacidad, comenzó a trabajar como ayudante del profesor de Física, iniciando así su carrera de investigador científico.

Una tarde se detuvo a tomar un café sin saber que adentro encontraría a la mujer de su vida: Anna Ludwig, seis años mayor que él. Alta, de facciones perfectas e hija del dueño del bar.

Luego de tres años de cafés consumidos, Wilhelm pidió la mano de su amada y realizó la acostumbrada ceremonia del anillo de compromiso a pesar de la oposición de su familia, que lo desheredó. Finalmente lograron casarse en 1872, seis años después de haberse conocido.

Wilhelm fue nombrado rector de la
Universidad de Wintgen en 1894, donde continuó sus investigaciones científicas con el mismo entusiasmo de siempre. El 8 de noviembre de 1895, en la oscuridad de su laboratorio descubrió que los rayos catódicos cocon los que trabajaba parecían atravesar ciertos objetos… comenzó a probarlos en diferentes condiciones y se llevó la mayor sorpresa cuando  pasó su mano a través de ellos y… ¡podía ver sus huesos!

Pensando en la importancia que lo que había descubierto tendría para la medicina, analizó la forma de fotografiarlo. El 22 de diciembre fue tomada la primer radiografía. Fue la de una mano. Pero no cualquiera, sino aquella mano de Anna que fue pedida en matrimonio en 1869. 

En esa radiografía histórica se ve el anillo de compromiso que lucía con orgullo su querida compañera.

Wilhelm Röntgen obtuvo el Premio Nobel en 1901 por este descubrimiento. Donó el dinero a la Universidad y jamás aceptó un centavo por su hallazgo, porque consideraba que debía usarse en todo el mundo con total libertad.

Sólo se reservó el derecho de ponerle nombre. Debido a que todos lo llamaban el rayo de Röntgen, prefirió otro tipo de denominación. Y, como para él, el modo en que los había descubierto todavía seguía siendo una incógnita, decidió llamarlos Rayos X

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