¿Cómo consiguieron
los Reyes Católicos
financiar la guerra de Granada?
Azahara García / Paloma G. Quirós , tve
Iniciar
la Reconquista suponía, como es de prever, un gasto enorme para las arcas de la
monarquía castellana y aragonesa. Esta nueva campaña desbordaba las
posibilidades económicas de los Reyes Católicos, de hecho, fue uno de
los problemas más serios a los que se tuvieron que enfrentar. Entonces, ¿de
dónde sacaron el dinero para poder llevarla a cabo?
Si
tuvieramos que resumir, lo haríamos con esta afirmación de Teresa Cunillera:
"Los Reyes Católicos tuvieron que sacar la financiación de debajo de las piedras,
de donde fuera". Pero ayudándonos de nuestros asesores de cabecera, vamos a
profundizar un poco más.
Impuestos, bulas, tercerías... todo dinero es
bueno
Para
poder hacer frente a la Guerra de Granada, Fernando e Isabel, tuvieron
que servirse de medios muy diferentes. Contaban, desde un primer momento, con
los ingresos habituales que recibía la monarquía: "tipos de rentas, más o
menos antiguos; tipos de rentas de un origen puramente feudal; y nuevos
ingresos que están realizándose desde finales del siglo XIV principios del
XV", apunta Óscar Villarroel.
El
profesor de historia señala también la posibilidad de que las cortes podían
haberles proporcionado algún ingreso extra. Al igual que hizo, según escribe
Manuel Fernández Álvarez en su libro 'Isabel, la Católica', la Santa
Hermandad, "que en diversas ocasiones concedieron cantidades no
pequeñas".
Otra
fuente de financiación fueron los empréstitos, de procedencia muy
diversa: "de la gran nobleza, de financieros, de financieros judíos, de
financieros extranjeros que les dan dinero en el momento que lo necesitan y,
luego, se les devuelve con unos intereses", explica Villarroel. Existen
además otros impuestos de poblaciones específicas, por ejemplo el impuesto
de los castellanos de oro sobre la población judía. Impuesto que surge en
el momento de la guerra granadina y que supone importantes ingresos.
Mabel
Villagra, asesora arabista de 'Isabel', añade además los impuestos que debían
pagar los mudéjares castellanos, "minoría musulmana en tierra de
Castilla": "Se comenzaron a pagar cuatro tipos de impuestos: En
1480, debían pagar "la cabeza de pecho", (impuesto o
tributo anual pagado por los judíos como reconocimiento del señorío real y
gratitud por la protección que la monarquía les dispensaba, que se derivaba de
su propia condición de minoría étnica-religiosa), el servicio y el medio servicio a cambio de la
protección real, tanto a judíos como mudéjares. Y, en 1482, se establece, en
efecto, el castellano de oro que menciona Villarroel, que no solo lo pagaron
los judíos sino los mudéjares castellanos hasta incluso después de la
Reconquista"
Y como
no, la Iglesia. Isabel y Fernando intentarán conseguir hacerse con rentas de
origen eclesiástico. Por un lado, estaba la bula de cruzada, de la que
hablaremos más adelante; y, por otro, las tercias: "dos novenas partes de
los ingresos eclesiásticos de Castilla eran directamente para la monarquía,
destinados a la lucha contra el Islam", nos cuenta Óscar Villaroel.
La bula de cruzada
Otro de
los grandes recursos económicos con los que van a contar los Reyes Católicos
para la llevar a cabo la empresa granadina será la concesión de la bula de
cruzada. No era la primera vez que disponían de esta fuente de ingresos, ya
que su concesión había sido casi permanente durante todo el siglo XIV y XV.
Como
explica Óscar Villarroel, se trata de "una bula de dispensa para
cualquier crisitano que quisiese comprarla". Ramón Gonzálvez Ruíz,
escribe en "Las bulas de la cruzada nacional": "Ganarán
la indulgencia todos los que tomen parte por sus personas en la lucha armada y,
los que no puedan hacerlo, si envian a otro en su lugar". Como vemos, la
bula de cruzada no solo aportaba dinero a las arcas reales, sino también
soldados para la batalla.
También
se podía conseguir el perdón aportando mano de obra. Los zapateros, médicos,
boticarios, artificieros, carpinteros, enfermeras y "todos los que
asistieren al menos por espacio de tres meses con su arte, industria o
ejercicio profesional, a las campañas militares", también ganarían la
indulgencia. Por su parte, aquellos que decidían comprar la bula, debían
hacerlo de acuerdo a unas cuotas que se regían según la categoría social o
estado económico. Ramón Gonzálvez Ruíz, lo detalla en su libro:
"Los
cardenales, patriarcas, arzobispos y obispos deberán contribuir con diez
florines de oro; el rey y la reina con 10 florines; los príncipes, hijos de
reyes y sus esposas, con 10 florines; los duques, marqueses, condes, vizcondes
y sus mujeres, los maestres de la Ordenes Militares, las personas eclesiásticas
inferiores, los hidalgos con vasallos y los que tuvieran rentas anuales
superiores a 300 ducados, con un florín o cuatro reales de plata; quienes no
posean bienes superiores a 60 ducados, con dos reales de plata".
Ya
fuera con dinero, con mano de obra o participando en la lucha, todos ganarían
la indulgencia plenaria, "igual a la que ganan los peregrinos de Tierra
Santa y los que visitan personalmente las basílicas romanas en los años
jubilares", relata Gonzálvez Ruíz.
El
dinero de la bula era recaudado por una persona designada por el papa y, por
parte de los Reyes Católicos, por fray Hernando de Talavera.
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