Cuenta una historia árabe que un rico mercader salió a vender mercancías en compañía de sus servidores y con una caravana de doce camellos. De noche, al parar en un oasis para dormir, llegó su asistente y le dijo: «Señor, tenemos un problema, ya hemos amarrado once camellos pero olvidamos traer una de las estacas y no sabemos qué hacer con el que nos falta.
«Muy
sencillo -contestó el mercader-, simula delante del animal que clavas la estaca
y lo amarras a ella. El camello, que es torpe, creerá que está sujeto y se
quedará quieto».
Los
servidores hicieron lo que dijo su señor y se fueron a dormir. Al amanecer
vieron que todos los camellos estaban en su lugar. Fue de nuevo el asistente y
le dijo al mercader que tenía todos los camellos listos para partir, pero que
no podía poner en camino al camello número doce.
El
señor le dijo que simulara desatarlo porque el camello creía que estaba
amarrado. Así se hizo y la caravana pudo proseguir su camino.
¡Cuántos lazos mentales
nos frenan!
WOW! Estupenda reflexión.
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