John Kerry en América Latina
Por Mary Anastasia O´Grady
Luego de que Susan Rice retirara su nombre de
la carrera para encabezar la Secretaría de Estado de Estados Unidos, el
presidente Barack Obama nominó en el
cargo al senador de Massachusetts John Kerry. Pero no hay que esperar muchos
aplausos de los atribulados partidarios de la democracia al sur de la frontera
estadounidense.
Los antecedentes de Kerry en la
promoción de los valores estadounidenses en el exterior son deprimentes. No es
que se oponga a la intervención estadounidense, todo lo contrario. El problema
es que tiene la costumbre de intervenir a favor de los villanos. Su concepción
izquierdista del mundo y su convicción de que su destino es imponérsela al
resto podrían hacerlo encajar a la perfección en el gabinete de Obama. Pero no
será beneficioso para los países pobres ni para los intereses estadounidenses.
La búsqueda de la verdad exige
humildad, lo que podría explicar la peligrosa desinformación de Kerry. Años más
tarde, el escritor Paul Berman expuso las realidades de la opresión sandinista
en el artículo "In Search of Ben Linder's Killers" (En busca de los
asesinos de Ben Linder), publicado por la revista The New Yorker el 23 de
septiembre de 1996. Berman se internó en las montañas de Nicaragua para
investigar la muerte del simpatizante sandinista de Oregon. En el proceso,
también se enteró de la rebelión campesina contra los sandinistas.
Los campesinos del altiplano
habían unido fuerzas con los intelectuales marxistas haciéndose llamar
sandinistas con el fin de derrocar al dictador Anastasio Somoza. En los años
80, sin embargo, se dieron cuenta de que eran esclavos de un nuevo amo.
"Las mujeres de las familias más pobres equilibraban las canastas llenas
de frutas o granos en sus cabezas e iban al mercado, exactamente como lo habían
hecho antes, y la policía sandinista allanaba los buses y las arrestaba acusándolas
de ser especuladoras". Los habitantes "sintieron que estaban
perdiendo el control sobre sus productos, su libertad de acción y su
tierra". La resistencia no solo venía de los grandes terratenientes.
"Mientras más pequeño el terreno, más fiera era la resistencia", dice
el reportaje.
Fidel Castro, aliado de los
sandinistas, envió a personal cubano para ayudar. "Casi de
inmediato", escribió Berman, "un odio rabioso hacia los cubanos
(conocidos como rusos para las personas que más los detestaban) se apoderó de
las zonas rurales del norte y el oriente" del país. Los campesinos
llegaron a una "conclusión horrorosa: que el Frente Sandinista de
Liberación Nacional era un movimiento político dedicado al desprecio de Dios y
al robo de la tierra, un movimiento que se consideraba nicaragüense, pero que
trataba activamente de entregarle el país a los extranjeros, un partido que
proclamaba ser de los campesinos y los pobres pero que, en realidad, era su
enemigo más implacable". Berman se enteró, de boca de un campesino, de que
Linder fue asesinado por los Contras debido a que pensaban que era cubano.
No está claro si Kerry se dio
cuenta de que estaba intercediendo a favor de los opresores. Vamos a asumir que
se trató simplemente de un inocente que creyó la propaganda soviética y cubana.
¿Pero acaso una falta similar de conocimiento explica por qué, cuando se
postuló a la presidencia de EE.UU. en 2004, le dijo a una audiencia en Boston
que la guerrilla colombiana, famosa por asesinar y mutilar civiles, "tiene
quejas legítimas"?
Ese mismo año, el comandante
sandinista Tomás Borge y la política peronista argentina Cristina Fernández de
Kirchner respaldaron su candidatura a la presidencia de EE.UU. Más amigos
extraños.
En junio de 2009, Kerry
nuevamente intercedió por el lado oscuro, esta vez en Honduras. El presidente
Manuel Zelaya, un aliado de Hugo Chávez, estaba intentando extender de forma
inconstitucional su permanencia en el poder. La Corte Suprema ordenó al
Ejército que lo arrestara. El resto de las ramas del gobierno, la Iglesia
Católica, el defensor de los derechos humanos en el país y el propio partido de
Zelaya respaldaron la decisión del máximo tribunal.
Chávez, Fidel Castro y el
gobierno de Barack Obama montaron en cólera. Calificaron el fallo como un
"golpe de Estado" y se dieron a la tarea de aislar al diminuto país.
Cuando el senador republicano Jim DeMint planeó un viaje a
Tegucigalpa para reunir antecedentes, la oficina de Kerry trató de impedirlo al
tratar de bloquear la financiación. Cuando la Law Library of Congress, un ente
investigativo del congreso estadounidense, concluyó que la Corte Suprema de
Honduras actuó conforme a la ley, Kerry le escribió al director de dicha
oficina exigiendo que la opinión fuera retractada y "corregida". En
el segundo trimestre de 2010, un empleado de la oficina de Kerry viajó a
Honduras para presionar al gobierno a que adoptara el relato de Obama de que se
trataba de un golpe de Estado.
También vale la pena recordar
que el compañero de fórmula de Kerry en 2004, John Edwards, prometió forzar una renegociación del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte si él y Kerry llegaban a la Casa Blanca.
Todas estas actividades tienen
un patrón en común y es que Kerry continuamente está en el lado equivocado de
la historia. Pedirles a los estadounidenses que crean que su desempeño como
secretario de Estado será diferente es pedirles que crean en lo inverosímil.
Fuente: Wall
Street Journal
AFP/Getty Images
No hay comentarios:
Publicar un comentario