VERDAD SOBRE MENTIRAS DE UNA CUBA DESEMPLEADA
Lic. Amelia M. Doval
Nos sobra el entusiasmo a los cubanos que lejos de la tierra caminamos con la valija de la esperanza y soñamos con los resultados de la independencia económica símbolo de la liberación del alma y el final de la dictadura pero, ¿qué piensa Cuba por dentro? La respuesta está oculta, como todas las cosas materiales y humanas que el cubano aprendió a esconder. Hagamos una escisión, un corte visceral del asunto.
El gobierno sacude el árbol y deja caer sus hojas en el vacío. El pueblo que adherido a su inercia se dejaba llevar, quedó desprovisto de un ínfimo sustento. La idea de un capo-sociolismo se hace evidente (entiéndase que lo de capo viene por el bajo mundo, no por capitalismo). Crear negocios, pedir licencias, pagar al gobierno, en fin mover la economía estancada en un fidelismo símbolo de todo lo antagónico que el éxito pueda alcanzar. Se abre una caja de Pandora, imposible de cerrar.
Existe un listado de los posibles negocios, esto deja trunca la iniciativa y destruye los sueños de grandeza. El proceso es de absoluta ganancia para los dueños del país. Se frotaban las manos antes de obtener los resultados. Los insumos deben ser adquiridos únicamente a través de las tiendas que están disponibles y que no venden al por mayor por tanto los precios son de “retail” o sea al “detalle”, la traducción matemática, más caros.
Las leyes son brutales para quien pretende saltar sobre ellas. Debemos tener en cuenta que adquirir un producto por moneda no oficial y venderlo en peso cubano es un delito castigado por la ley (si alguien lo había convertido en su negocio no puede legalizarse). Comprar lo necesario en la bolsa negra representa sobornar a los inspectores que en el futuro le visiten. Con las experiencias adquiridas en el pasado reciente poseer una licencia puede implicar perderlo todo una vez que decidan retirarlas. El miedo se enemista con la mentira y prefiere no arriesgarse.
Las maquiavélicas formas elaboradas para incrementar las arcas de la familia del “monarca”, han fallado y por ende utilizan la televisión para incitar al pueblo a viabilizar las licencias, mas ¿qué sucede? Un país acostumbrado a la más absurda burocracia, prima hermana del soborno, ha diseñado las trabas para los atrevidos. Depender de otras entidades que se encargan de expedir certificados médicos, licencias sanitarias y demás, significa pagar por encima para obtener lo necesario. Son demasiados los gastos, los riesgos inútiles, el pueblo detiene el paso. Lo poco que hay no es para perderlo con este juego.
La verdad es que estas medidas son otra señal de la enfermedad del sistema que para los cubanos significa morir de hastío y desilusión. Se abren las puertas para el mercado que estará siempre en peligro de desaparecer. Lo único realmente importante es que ante el desespero por la pérdida de todo lo robado, los gobernantes-estafadores se han declarado vulnerables y lo manifiestan en su discurso diario. Comprometen al pueblo cansado de escuchar, de hablar, de esperar, con ideas que pudieran servir para rescatar lo que cae al precipicio.
Realizan “reuniones” de barrio con el objetivo de escuchar las brillantes ideas con las cuales el pueblo salvará su idílica revolución. Aclaman con euforia para mover las masas que ellos mismo volvieron inertes. La verdad es que la mentira se ha apoderado del aire y su peso no permite un paso más. ¿Será el principio o el fin en sí? Deseamos lo mejor para el pueblo y en ese deseo no se incluyen los Castro.
Lic. Amelia M. Doval
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