21 de febrero de 2011


LA RESURRECCIÓN DE HÄNDEL

Por Arturo Ortega Morán
http://capsuladelengua.wordpress.com

¡A-leluya! ¡A-leluya! Seguramente todos hemos oído esta alegre alabanza de la inmortal obra de Händel. Lo que no es tan conocido, son las circunstancias en que nació esta importante obra y de eso vamos a ocuparnos.

Para 1737, Georg Friedrich Händel ya se había posicionado como uno de los grandes músicos de la época. Pero el 13 de abril de ese año un inesperado derrame cerebral, o apoplejía como la llamaban antes, parecía marcar el punto final de su fructífera carrera. Con la mitad de su cuerpo paralizado, postrado en cama y con sus facultades mentales severamente disminuidas, el pronóstico no era nada alentador. Se cuenta que su médico sólo atinó a decir: “Tal vez podamos conservar al hombre. Pero al músico lo hemos perdido”.

Sin poder hacer mucho, el doctor sugirió a Händel que pasara una temporada en los balnearios de Aquisgrán. Serían las aguas termales o sería un milagro, el caso es que el compositor se recuperó por completo. Cuando volvió a Londres, se encontró con su asombrado médico al que le dijo: “Hola doctor. He vuelto del Hades (mundo de los muertos)”. Así, Händel volvió a la vida, pero a una vida que lo recibió de mala manera. Una profunda crisis económica asoló Inglaterra y le fue muy difícil vender su trabajo. Pronto, las deudas y los acreedores se convirtieron en una pesadilla. Arruinado y deprimido, se convirtió en una persona huraña y taciturna; triste, ojeroso, cansado y sin ilusiones, perdiendo todo interés por seguir componiendo música.

Un día, recibió una carta de Charles Jennes, un destacado poeta que le pedía que compusiera una ópera para el texto que le enviaba. Con total desinterés y gran resentimiento, el músico rompió el libreto aventando pedazos por todos lados. Agotado, se recostó en el suelo. Junto a él, quedó uno de los trozos de papel en el que se leía: “Consoláos”. Sorprendido, siguió recogiendo pedazos y según los iba recomponiendo iban surgiendo palabras que él juraba que le hablaban:… “Fue despreciado y rechazado por los hombres. Él confió en Dios… Dios le dará reposo. ¡Regocíjate! ¡Aleluya!”.

¡Vaya usted a saber que fue lo que pasó! El caso es que algo cambió en él. Entró en una especie de trance místico o algo así y comenzó a componer como un loco; y lo de “loco” no es una forma de hablar. Se encerró en sus aposentos sin querer ver ni hablar con nadie. Apenas dormía y lo poco que comía lo hacía sujetando la comida con una mano y escribiendo al mismo tiempo con la otra. Se le escuchaba gritar emocionado y cuentan que sobre todo se le oía exclamar constantemente ¡A-leluya! ¡A-leluya! Tras pasar así tres semanas, concluiría una de sus inmortales obras, quizá la más conocida: “El Mesías”.

Fue entonces cuando Händel… verdaderamente, regresó del mundo de los muertos, y desde entonces…  vuelve a regresar cada vez que un espacio se llena con las notas de su intensa alabanza: ¡A-leluya! ¡A-leluya!

Por Arturo Ortega Morán
http://capsuladelengua.wordpress.com

Händel, nacido en Alemania, se hizo súbdito inglés.
A comienzos de abril de 1759 se sintió mal mientras dirigía su oratorio El Mesías. Terminado el concierto, se desmayó y fue llevado presurosamente a su casa, donde se le acostó; nunca más volvió a levantarse. Händel murió siendo venerado por todos; fue sepultado con los honores debidos en la Abadía de Westminster, panteón de los hombres más célebres de Inglaterra. Su último deseo fue morir el Viernes Santo y a punto estuvo de cumplirse: falleció el 14 de abril de 1759, Sábado Santo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario