La Tutelar de Guanabacoa
María Argelia Vizcaíno
Fue un 15 de agosto de 1578 que un misionero llamado Francisco celebró la primera misa en la Iglesia de Campo Santo (hoy Calixto García) y Amenidad, Barrio Oeste de la Asunción. Con la cooperación del protector de indígeneas Don Hernán Manrique de Rojas el 15 de agosto de 1721 (otros historiadores dicen que en 1678) y grandes aportes de los vecinos, se inauguró la parroquia mayor bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Asunción, apareciendo en su nicho central una gran imagen de la virgen.
Por tal motivo, cuando en 1743 el rey Felipe V quiso honrar a Guanabacoa otorgándole su correspondiente escudo de armas, la consagró con el nombre de Villa de la Asunción de Guanabacoa.
A partir de 1883, se le dio el título de Camarera de la Virgen a la Srta. Rosario Lima Renté que vivía en la calle conocida después de la república como Martí, entre Versalles y San Antonio. Allí tenía una réplica de la virgencita que permanecía todo el año en su capillita.
La Srta. Rosario era la encargada de vestirla, ponerle el manto de terciopelo azul y oro, llenarla de flores y demás atributos. A diferencia de otras procesiones patronales, la misma imagen que salía a las calles no era la que se exhibía en la parroquia Mayor, sino la que permanecía todo un año en el zaguán de esta casa.
Cada 31 de julio desde el campanario de la iglesia, entre gran repique de campanas y salvas de voladores, se izaba la bandera con la imagen de la patrona para dar comienzo a las fiestas.
El día 14 salía la procesión de casa de la camarera, cargando el trono sus formidos hijos, la mayoría hombres de la raza negra, que al ritmo de las distintas bandas de música que la acompañaban y otras veces al repique de los tambores, bajaban la virgen para hacer las reverencias en diferentes puntos, como por un tiempo que pasaban porlel Hospital llevando fe y consuelo a los que sufrían.
Para esto existieron directores o guías que cooperaban con los cargadores para evitar los accidentes que podrían ocurrir por las irregularidades de las calles estrechas, los baches, el fango y la multitud que se concentraba. A más del público asistente en los carruseles y caballitos de los parques que estaban en Corralfalso y San Andrés al lado de la Parroquia.
Se decía que si a las 12 en punto no expotaban los fuegos artificiales la virgen lloraba, o sea, que ese 15 de agosto llovía. (Algo muy frecuente en esa temporada en Cuba).
El día 15, más temprano salía nuevamente la procesión, pero ahora de la iglesia, y desde las casas aledañas adornadas con luces de bengala le tiraban flores, haciendo un largo recorrido que finalizaba en la concurrida iglesia para concelebrar aquella histórica misa del 15 de agosto de 1678.
Después se le agregó la Fiesta de la Octava por un milagro ocurrido a Don Cornelio de Mendoza, que habiendo perdido la visión se presentó frente a la imagen de la madre de Cristo para que intercediera por él ante su HIjo. Al poco tiempo, recobró el preciado sentido y en agradecimiento le dio dos legados para que se celebrasen dos misas solemnes, una el domingo siguiente al 15 de agosto y otra el día que él muriera, que ocurrió años después por el mes de octubre. Convirtiéndose así la festividad de la Octava en un suceso único de esta histórica villa, con la que finalizaba el homenaje anual a la Patrona.
Este último domingo regresaba la pequeña réplica de la virgencita en procesión otra vez a la casa de la camarera, ofreciéndole una vez más una lluvia de flores desde las edificaciones aledañas...
Hasta aquí lo que copio del relato de María Argelia Vizcaíno sobre la historia de las festividades que ofrecen los guanabacoenses a su «Tutelar», Ntra. Sra. de la Asunción. Agrego ahora parte de un relato escrito y enviado desde Cuba por Miguel Saludes a través de Cubanet, en el que nos cuenta cómo se celebró esta fiesta en el pasado año 2005:
«...Pero un día se acabaron las procesiones, los Lima se marcharon del país y su casa quedó a disposición de las autoridades municipales que, por suerte para el inmueble, decidieron destinarlo a sede del museo local. Durante años la procesión apenas fue un recuerdo evocado por los mayores, un regazo del pasado que las jóvenes generaciones debian ir borrando.
Pero contrariamente a lo pensado, a medida que el tiempo pasó fueron esos mismos jóvenes los que reclamaron la restitución de las tradiciones religiosas de sus padres y abuelos. En los ochenta, cuando llegaban estas fechas empezaban a circular noticias sobre lo acaecido en Guanabacoa el día de la Tutelar, donde a los gritos exigiendo que la Virgen fuera sacada se molivizaban las turbas públicas y las turbas progubernamentales. Las cosas no pasaban de la pulsa verbal.
Después de la visita del Papa a Cuba se cancelaron algunos vetos y uno de ellos correspondió al que anulaba esta tradicional muestra de fe religiosa popular. La Tutelar, como tantas otras procesiones, volvió a las calles.
Uno de los más espectaculares detalles del evento es el traslado de la pesada plataforma con la imagen de la Virgen, muy similar a la que sale en las procesiones de ciudades españolas. En otros tiempos los estibadores del puerto eran los que se hacían cargo de esta faena. Aquellos fornidos hombres se colocaban bajo el piso de madera y al caminar parecía que la imagen de María iba meciéndose en una barca. Dicen que los cargadores llevaban consigo unas botellas con aguardiente colgadas de la parte inferior de la base, de las que de manera mesurada se daban algunos tragos para sacar fuerzas en la fatigosa marcha.
En esta ocasión los que llevaron las andas denotaban falta de práctica. Con mucho esfuerzo y susto por los malos pasos, lograron cubrir el largo trayecto haciendo varias paradas en los principales puntos del camino: El Mueso, el Faro, la iglesia de los Escolapios, entre otros. Claro que sin el auxilio de aguardiente.
La parada efectuada frente a la antigua casa que servía de vestuario a la Asunción trajo una sorpresa comentada por muchos. Este año ocurrió un gesto por parte del personal del museo, que fue comentado con agrado por los vecinos y que de cierta manera dejó abierta una importante puerta de comunicación. Una pequeña reresentación de esta devoción católica fue colocada en la puerta del Museo y una empleada entregó un ramo de mariposas, nuestra flor nacional, para ser colocada en el trono de la Virgen procesional.
Al concluir la procesión dio comienzo la Misa, celebrada por el Nuncio Apostólico Liuggi Bonsái, a quien acompañó Monseñor Ramón Suárez Polcari, Vicario Episcopal de la diócesis. Junto a ellos estaban presentes varios sacerdotes, religiosas, diáconos y fieles habaneros y de la Villa de Pepe Antonio. La homilía de Mons. Bonsái, aunque breve, estuvo cargada de un rico mensaje mariano...»
María Argelia Vizcaíno:
http://www.cubanmotives.com/Espanol/articulos/maria_vizcaino
Miguel Saludes
http://www.cubanet.org
Suele aplicarse la palabra «Tutelar» a ángeles, númenes y genios protectores, pero en Guanabacoa, mi tierra natal, se utiliza este vocablo para destacar a la patrona, guía, que defiende y ampara la villa Nuestra Señora de la Asunción de María. Traigo a colación este tema, porque las fiestas de nuestra patrona fueron de las más llamativas y muy distintas a las que se realizaban en el resto de los pueblos de la isla, además, por ser de las más antiguas.
Fue un 15 de agosto de 1578 que un misionero llamado Francisco celebró la primera misa en la Iglesia de Campo Santo (hoy Calixto García) y Amenidad, Barrio Oeste de la Asunción. Con la cooperación del protector de indígeneas Don Hernán Manrique de Rojas el 15 de agosto de 1721 (otros historiadores dicen que en 1678) y grandes aportes de los vecinos, se inauguró la parroquia mayor bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Asunción, apareciendo en su nicho central una gran imagen de la virgen.
Por tal motivo, cuando en 1743 el rey Felipe V quiso honrar a Guanabacoa otorgándole su correspondiente escudo de armas, la consagró con el nombre de Villa de la Asunción de Guanabacoa.
A partir de 1883, se le dio el título de Camarera de la Virgen a la Srta. Rosario Lima Renté que vivía en la calle conocida después de la república como Martí, entre Versalles y San Antonio. Allí tenía una réplica de la virgencita que permanecía todo el año en su capillita.
La Srta. Rosario era la encargada de vestirla, ponerle el manto de terciopelo azul y oro, llenarla de flores y demás atributos. A diferencia de otras procesiones patronales, la misma imagen que salía a las calles no era la que se exhibía en la parroquia Mayor, sino la que permanecía todo un año en el zaguán de esta casa.
Cada 31 de julio desde el campanario de la iglesia, entre gran repique de campanas y salvas de voladores, se izaba la bandera con la imagen de la patrona para dar comienzo a las fiestas.
El día 14 salía la procesión de casa de la camarera, cargando el trono sus formidos hijos, la mayoría hombres de la raza negra, que al ritmo de las distintas bandas de música que la acompañaban y otras veces al repique de los tambores, bajaban la virgen para hacer las reverencias en diferentes puntos, como por un tiempo que pasaban porlel Hospital llevando fe y consuelo a los que sufrían.
Para esto existieron directores o guías que cooperaban con los cargadores para evitar los accidentes que podrían ocurrir por las irregularidades de las calles estrechas, los baches, el fango y la multitud que se concentraba. A más del público asistente en los carruseles y caballitos de los parques que estaban en Corralfalso y San Andrés al lado de la Parroquia.
Se decía que si a las 12 en punto no expotaban los fuegos artificiales la virgen lloraba, o sea, que ese 15 de agosto llovía. (Algo muy frecuente en esa temporada en Cuba).
El día 15, más temprano salía nuevamente la procesión, pero ahora de la iglesia, y desde las casas aledañas adornadas con luces de bengala le tiraban flores, haciendo un largo recorrido que finalizaba en la concurrida iglesia para concelebrar aquella histórica misa del 15 de agosto de 1678.
Después se le agregó la Fiesta de la Octava por un milagro ocurrido a Don Cornelio de Mendoza, que habiendo perdido la visión se presentó frente a la imagen de la madre de Cristo para que intercediera por él ante su HIjo. Al poco tiempo, recobró el preciado sentido y en agradecimiento le dio dos legados para que se celebrasen dos misas solemnes, una el domingo siguiente al 15 de agosto y otra el día que él muriera, que ocurrió años después por el mes de octubre. Convirtiéndose así la festividad de la Octava en un suceso único de esta histórica villa, con la que finalizaba el homenaje anual a la Patrona.
Este último domingo regresaba la pequeña réplica de la virgencita en procesión otra vez a la casa de la camarera, ofreciéndole una vez más una lluvia de flores desde las edificaciones aledañas...
Hasta aquí lo que copio del relato de María Argelia Vizcaíno sobre la historia de las festividades que ofrecen los guanabacoenses a su «Tutelar», Ntra. Sra. de la Asunción. Agrego ahora parte de un relato escrito y enviado desde Cuba por Miguel Saludes a través de Cubanet, en el que nos cuenta cómo se celebró esta fiesta en el pasado año 2005:
«...Pero un día se acabaron las procesiones, los Lima se marcharon del país y su casa quedó a disposición de las autoridades municipales que, por suerte para el inmueble, decidieron destinarlo a sede del museo local. Durante años la procesión apenas fue un recuerdo evocado por los mayores, un regazo del pasado que las jóvenes generaciones debian ir borrando.
Pero contrariamente a lo pensado, a medida que el tiempo pasó fueron esos mismos jóvenes los que reclamaron la restitución de las tradiciones religiosas de sus padres y abuelos. En los ochenta, cuando llegaban estas fechas empezaban a circular noticias sobre lo acaecido en Guanabacoa el día de la Tutelar, donde a los gritos exigiendo que la Virgen fuera sacada se molivizaban las turbas públicas y las turbas progubernamentales. Las cosas no pasaban de la pulsa verbal.
Después de la visita del Papa a Cuba se cancelaron algunos vetos y uno de ellos correspondió al que anulaba esta tradicional muestra de fe religiosa popular. La Tutelar, como tantas otras procesiones, volvió a las calles.
Uno de los más espectaculares detalles del evento es el traslado de la pesada plataforma con la imagen de la Virgen, muy similar a la que sale en las procesiones de ciudades españolas. En otros tiempos los estibadores del puerto eran los que se hacían cargo de esta faena. Aquellos fornidos hombres se colocaban bajo el piso de madera y al caminar parecía que la imagen de María iba meciéndose en una barca. Dicen que los cargadores llevaban consigo unas botellas con aguardiente colgadas de la parte inferior de la base, de las que de manera mesurada se daban algunos tragos para sacar fuerzas en la fatigosa marcha.
En esta ocasión los que llevaron las andas denotaban falta de práctica. Con mucho esfuerzo y susto por los malos pasos, lograron cubrir el largo trayecto haciendo varias paradas en los principales puntos del camino: El Mueso, el Faro, la iglesia de los Escolapios, entre otros. Claro que sin el auxilio de aguardiente.
La parada efectuada frente a la antigua casa que servía de vestuario a la Asunción trajo una sorpresa comentada por muchos. Este año ocurrió un gesto por parte del personal del museo, que fue comentado con agrado por los vecinos y que de cierta manera dejó abierta una importante puerta de comunicación. Una pequeña reresentación de esta devoción católica fue colocada en la puerta del Museo y una empleada entregó un ramo de mariposas, nuestra flor nacional, para ser colocada en el trono de la Virgen procesional.
Al concluir la procesión dio comienzo la Misa, celebrada por el Nuncio Apostólico Liuggi Bonsái, a quien acompañó Monseñor Ramón Suárez Polcari, Vicario Episcopal de la diócesis. Junto a ellos estaban presentes varios sacerdotes, religiosas, diáconos y fieles habaneros y de la Villa de Pepe Antonio. La homilía de Mons. Bonsái, aunque breve, estuvo cargada de un rico mensaje mariano...»
María Argelia Vizcaíno:
http://www.cubanmotives.com/Espanol/articulos/maria_vizcaino
Miguel Saludes
http://www.cubanet.org
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