13 de marzo de 2013

CON LLAVE


CON  LLAVE
Por Alfonso Ussía

En solemnidad y espectacularidad, nada como el ceremonial de la Iglesia Católica. Todo está medido desde siglos atrás. El niño que canta en la escolanía es el mismo niño que lo mismo hacía y en el mismo lugar en el siglo XVII o XVIII. Cónclave. Elección del Sumo Pontífice, con llave. Fórmula impuesta por el Papa Gregorio X, elegido Papa en 1271. Tres años tardaron los cardenales en decidirse, y el pueblo de Viterbo, harto de esperar, encerró con llave a los príncipes de la Iglesia, y los tuvo a pan y agua durante semanas. Para hacerlos más sensibles y receptivos a la inspiración divina, desmontaron el techo de la iglesia, y los cardenales no soportaron el hambre ni el frío, y al fin se decidieron. Más de tres años de Sede Vacante. Le gustó la idea a Gregorio X y nacieron los cónclaves.

La elección de un nuevo Papa es un misterio prodigiosamente dibujado por la tradición y la ceremonia. Tradicionalmente fallan los vaticinios y las encuestas. Y el resultado de las deliberaciones e inspiraciones del encierro bajo llave es tan grandioso, que los más entusiastas seguidores del Cónclave, al menos en España, son los ateos, los agnósticos y los laicos. Ellos son los que analizan los pormenores de cada cardenal, sus virtudes y defectos, su preparación teológica y sus posibilidades. A los católicos no nos afecta tanto, porque aceptamos de buen grado al nuevo Papa sin preguntarnos demasiado los motivos de su elección.

Este Cónclave tiene un intereés especial, histórico. Es el primero en setecientos años que se celebra con el anterior Papa vivo. Está en Castelgandolfo, sin la esclavina, sin los zapatos rojos, recluido en la oración. También la muerte de un Papa guarda toda la grandeza de la tradición. La ventana cerrada que de golpe se abre y la luz de la habitación se ilumina, y el anuncio a las decenas de miles de fieles que siguen, desde la Plaza de San Pedro, los pulsos de la agonía. «Su Santidad el Papa ha vuelto a su Señor». En este Cónclave, el Papa se ha ido, sencillo y agotado, a pedirle al Señor un sucesor más vigoroso, más fuerte, más dispuesto a expulsar de la Iglesia a «ese Mal que también está entre nosotros».

Más de seis mil enviados especiales. Alguna importancia tendrá esa elección que a tantos les produce risa y distancia. Se juntan los informadores venidos de todo el mundo, y los llamados vaticanistas, los expertos, los que viven el día a día de la Santa Sede, y que acostumbran a ser los que más se equivocan y yerran en sus vaticinios. Ya se ha oído el «todos fuera», el «extra omnes», y hoy, con bastante probabilidad, puede subir por el cielo de Roma el humo blanco que anunciará un nuevo Papa. Allí, detrás de la verja separadora, en el prodigio de la Capilla Sixtina alumbrada por Miguel Ángel, la estufa que se instala al efecto. La misma estufa y la misma chimenea de los cónclaves anteriores. Todos los expertos valorando los pros y los contras y en un colegio, una niña de pocos años desvelando el Misterio.

Lo he oído en la emisión de la Misa retransmitida por Telemadrid. En una clase, el profesor ha preguntado a los alumnos acerca del nuevo Papa. ¿Quién será el nuevo Papa? Y una niña ha respondido inmediatamente. «El que se sepa mejor a Jesús».

Otro niño ha levantado la mano, y el profesor le ha preguntado. ¿Y qué pasa si hay dos cardenales que se saben igual de bien a Jesús? Y el niño ha respondido: «Entonces hay que jugárselo tirando una moneda. A cara o cruz». ¿Y quién gana, el que elija cara o el que elija cruz?

«El que elija cruz. Sale cruz seguro».

Lección de Teología.

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