La
Democracia como delito
Por Raúl Rivero
A una semana de la muerte del líder opositor
Osvaldo Payá Sardiñas y del activista Harold Cepero en un nebuloso accidente de
tráfico en la zona oriental de Bayamo no se rebaja el pesar dentro de Cuba ni
en el exilio. Al mismo tiempo, los voceros del régimen aprovechan la
controversia sobre el episodio, que alcanza dimensiones internacionales, para
enviar mensajes negativos y amenazadores.
El renombre de la figura de Payá y la presencia
en el suceso de dos jóvenes dirigentes juveniles de Europa -el español Ángel
Carrromero (en prisión provisional en La Habana porque manejaba el auto) y el
sueco Arom Modig, que ya regresó a su país- hacen que el asunto y sus derivas
políticas acaparen todavía espacios y titulares en muchos medios europeos.
La versión oficial de los hechos, rechazada con
fuerza por Ofelia Acevedo, la esposa del dirigente democratacristiano, se ha
utilizado por los funcionarios gubernamentales para trasmitir hacia el exterior
un latigazo de miedo a las instituciones solidarias con la oposición pacífica
cubana. El relato y sus añadidos envenenados les ha servido, además, para
tratar de darse un baño de santidad y para repetir las descalificaciones contra
los que trabajan por la libertad dentro del país, cara a cara con la dictadura.
Los recados fundamentales del grupo de poder en
la isla tienen la intención de reforzar su imagen de víctima de una
conspiración internacional. Pero el superobjetivo es aislar a los opositores, a
las Damas de Blanco, al periodismo independiente y a los grupos de activistas
que, dirigidos por ex presos políticos, se mueven en diferentes zonas del
interior de la república.
Quieren que José Daniel Ferrer, en Oriente; Félix
Navarro, Ángel Moya, en Matanzas; Pedro Argüelles, en Ciego de Ávila o Librado
Linares, en Villa Clara, por ejemplo, se queden solos en sus campañas y pierdan
el respaldo de los amigos de otras partes del mundo.
La idea de los viejos propagandistas tropicales
es que no haya resonancia ni apoyos para hombres como Oscar Elías Biscet o
Jorge Luis Perez Antúnez y que las damas de blanco Niurka Luque y Sonia Garro
(en prisión desde marzo pasado) se queden calladas y sin ayudas en la cárcel.
El gobierno cubano también se empeña en explotar
otras vías (la diplomática para manipular las relaciones con la Unión Europea)
y sacar ventajas políticas de la trágica muerte de Payá y la saga del
acontecimiento.
Pero el centro de sus propósitos con esta nueva
ofensiva oportunista es atemorizar a quienes tienen interés de colaborar con la
libertad de aquella nación. Personas que saben, como dijo un gran amigo español
hace unos años en plena Habana, que la democracia no es una camiseta que se
quita y se pone. Y promoverla no es delito en ningún sitio civilizado.
Fuente: El Nuevo Herald, Miami
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