11 de agosto de 2012

EL MAYOR HOMENAJE




EL MAYOR HOMENAJE

Por Amelia María Doval

 La muerte de Oswaldo Payá Sardiñas ha estado marcada por el simbolismo descriptivo de la realidad cubana. Su vida y  proyección filosófica fueron más allá de un discurso que parecía delineado, antes de su muerte, por la frase del actor Edward James Olmos  “La educación es la vacuna contra la violencia”.

Una personalidad de luchador social más que político, enmarcado desde el ángulo religioso, con un pronunciamiento de paz y mesura fue truncada por una muerte violenta y sorprendente para todos. A los ojos del mundo se mostró un vulgar accidente automovilístico, las imágenes no dejan duda: el impacto destruía otra de las mentes lúcidas que pudo separar la conciencia personal de la conciencia impuesta.

El mejor homenaje póstumo es reconocer con auténtica veracidad la realidad del país al que este hombre pretendía servir. Quien ha llegado a Cuba por avión puede reconocer como real la imagen de una tierra árida y carente de carreteras, ofreciendo una visión de pobreza y desamparo. Desde el centro de la nada y el silencio se ve venir alguna carreta tirada por bueyes y quizás algunos carros o motos, pero muchísimo menos que los acostumbrados en cualquier lugar del mundo.

En medio de este paisaje despoblado, unos hombres dedicados a contradecir la tiranía reciben un impacto violento que según la versión oficial fue producido por la negligencia del conductor. Los argumentos no convencen y la objetividad golpea al mundo exterior, pero dentro del archipiélago, ¿qué piensan, qué le preocupa al pueblo?

Cuba tiene otra realidad, una muy interna, muy cerrada, demasiado controlada y extremadamente aislada. La historia refleja que Oswaldo Payá Sardiñas fue el artífice del Proyecto Varela, un reclamo constitucional que pasó inadvertido ante los ojos de casi 11 millones de habitantes. Payá fue Coordinador Nacional del Movimiento Cristiano Liberación, una organización con lineamientos diseñados por hombres y mujeres dentro de la isla (los cayos son propiedad turística), con una amplia proyección externa y para consumo de unos pocos del país.

Oswaldo Payá, sus familiares y amigos podían estar orgullosos de compartir con él su candidatura al Premio Nobel de la Paz, pero dentro de Cuba su nombre, su polémica y su nominación pasaban desapercibidas para más del 90% de la población. El mejor homenaje póstumo a las víctimas de la tiranía es lograr que la contienda interna y externa produzcan frutos en el pueblo.

En mi criterio personal, la filosofía de lucha no debe estar basada en difundir ideas para el exterior porque la opinión pública mundial poca fuerza ejerce sobre el gobierno intimidatorio y excluyente que controla el país. La verdadera batalla debe comenzar desde dentro y el primer punto de cualquier movimiento ha de ser la propagación de las ideas hasta fomentar una pandemia antigubernamental.

El cubano común que conforma el 95% de la población tiene total desconocimiento de la fuerza opositora que se enfrenta al gobierno. El pueblo no está relacionado con los nombres de quienes supuestamente son los únicos que defienden sus derechos y es que desconocen incluso que tiene derechos como ciudadanos del mundo, aunque internamente existe una constitución bajo cuyas leyes los han perdido todos.  

Oswaldo Payá Sardiñas  merece ser conocido así como las otras víctimas a lo largo de este medio siglo, no sólo por la comunidad internacional sino por ese cubano que se asombra ante las explicaciones televisivas de un accidente aparentemente normal. La ofrenda más valiosa para premiar el sacrificio sería el auténtico reconocimiento del pueblo después de descubrir otro discurso diferente al oficial. La libertad de Cuba sólo se logrará cuando el cubano libere sus ataduras y tome conciencia de su verdadero papel social.   

AMELIA M DOVAL
“La vida no se vive por las veces que respiras, sino por los momentos que te dejan sin aliento”.

1 comentario:

  1. Anónimo8/11/2012

    FELICITO A AMELIA DOVAL POR ESTE ARTICULO. ELLA QUE VIVIO Y ESTUDIO EN CUBA BAJO LA BOTA DEL TIRANO, SABE MUY BIEN LO QUE PASA EN LA ISLA.
    Martha Pardiño

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