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Es difícil resistirse al encanto de una megaurbe levantada a casi 3,000 metros de altura entre verdes montañas, barrios coloniales y museos famosos en el mundo entero. La capital de Colombia, cuyo nombre deriva de la palabra indígena Bacatá, que significa "cercado fuera de la labranza", en la lengua de los miusca, se ha convertido en una gran urbe descontrolada. Nueve millones de personas conviven rodeadas de rascacielos, favelas, grandilocuentes montañas de bosque subtropical y ultramodernos centros comerciales. Pasado, presente y futuro tratan de conjugarse como pueden en una de las ciudades mas grandes de América.
En mitad de esa locura efervescente se ubica el barrio colonial de La Candelaria, levantado por 70 españoles a las órdenes de Gonzalo Jiménez de Quesada en el siglo XVI. Este reducto de paz en mitad de la gran ciudad es hoy el centro de la vida bohemia colombiana. La vida del barrio comienza en Teusaquillo, el lugar de descanso del gobernante muisca llamado Zipa, hoy conocido como el Chorro de Quevedo, y donde los colonizadores construyeron la primera capillita de adoctrinaje, aún en pie. La actividad comercial de la ciudad se movía colina abajo, lo que permitió que la arquitectura colonial se mantuviera casi intacta, siendo uno de los centros históricos mejor preservados de Latinoamérica.
A pocos metros de Teusaquillo, y enfrente de la biblioteca mas espectacular de toda Colombia -la Luis Ángel Arango-, se encuentra el Museo Botero, uno de los mas importantes de la ciudad. Con su manera gorda de mirar el mundo, Botero es el artista colombiano vivo más conocido del país.
Un museo gordo
Fernando Botero llevaba desde los años 60 coleccionando obras de arte, que había planeado donar al Museo de Antioquía en Medellín, su ciudad natal. Sin embargo, la falta de un acuerdo entre el artista-escultor y los empresarios hizo que la colección, valorada en mas de 200 millones de dólares, fuera a parar al Banco de la República de Colombia, en Bogotá. Hay piezas de Renoir, Monet, Pizarro, Degas, Dalí, Picasso, Miró, Tolouse-Lautrec, Bonnard, Klimt, Balthus, Matisse, Matta, Tàpies, Bacon o Vuillard.
De las 200 obras, 87 corresponden a la colección personal de arte universal de Fernando Botero y el resto, cerca de 123 piezas, fueron realizadas por el mismo artista. Se incluyen óleos, dibujos, pasteles, sanguinas y esculturas. Las obras no pueden ser prestadas o cambiadas de ubicación, por lo que el montaje se mantiene tal y como Botero lo decidió.
Los cuadros mas importantes llevados a cabo por el colombiano son una versión de la Monalisa de Leonardo da Vinci y una serie de pinturas sobre la violencia en Colombia, duramente criticada por tratar de forma cómica un problema que hace décadas que afecta al país latinoamericano. Algunas de las obras de esta serie son Pablo Escobar, Tirofijo, Carrobomba o La masacre de Mejor Esquina.
Botero no lo es todo. La abundancia de arte del barrio patrimonial de La Candelaria se puede complementar con otros dos museos gratuitos de gran calidad: La Casa de la Moneda y el Museo de Arte del Banco de la República.
Quien no tenga suficiente puede añadir el Museo del Oro a su lista de conocimiento fugaz. Es simplemente espectacular. El edificio, ubicado en el Parque Santander, posee tres pisos con kilogramos y kilogramos de oro en forma de máscaras, pipas alucinógenas, collares, orejeras, pectorales y todo tipo de objetos. Complementan la lista de galerías bogotanas el Museo de Arte Colonial, el Museo de Tajes Regionales Manuelita Sáenz o el Museo de Bogotá.
¡Tremendo empacho tengo por esos cinco siglos que me he comido! Porque el barrio bogotano de La Candelaria se estableció en el siglo XVI, no en el XI como originalmente escribí. Muchas gracias Gladys y Hermes por la corrección.
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