Tributo a María
de
los Ángeles Santana
Marlene María Pérez Mateo
-Agamenon- -AgameNON- -AGAMENON-
No sé ni cuantas veces imitábamos mis
amigas de infancia y yo este trío de palabras que iban de lo operático hasta el
grito y luego casi el gruñido. La idea partía de la caracterización que Doña
María de los Ángeles Santana Soravilla hacia semanalmente en televisión cubana
de la Señora Alcaldesa Remigia Pérez Topete, esposa de Plutarco Tuero (Enrique
Almirante) y enemiga jurada de Chiquitica Rubalcaba. Era para entonces “San
Nicolas del Peladero”, programa televisado en vivo por el Canal 6, uno de esos
pocos que pertenecían al Olimpo informal de los llamados “programas que se
pueden ver”. Su elenco y presentación
eran de sobrada calidad y para salir de la rutina, humorístico de esos que ya
no hay.
Mucho pudiera decir de dicho arte que
ha quedado en mi memoria de mis años de infancia, quizás en otra ocasión.
Dirijo ahora estas líneas a un gozoso homenaje a una de las damas del arte
dramático cubano, esas que nunca se van: Doña María de los Ángeles. Supe hace
unos días de su desaparición física en febrero del 2011. Sabia de ella lo que
mis ojos podían captar a mis cortos años en que disfruté de sus
interpretaciones.
Paulatinamente he ido creciendo y
también he aprendido a apreciar poco a poco sobre su significado en la escena y el canto
cubano. Pocas se le igualan, ese paraninfo le pertenece a otras, tales como Margarita Balboa (nuestra dama de las
Camelias), Maritza Rosales, Gina Cabrera, Eloísa Álvarez Guedes, Raquel
Revuelta, Odalys Fuentes, Candita Quintana, Aurora Basnuevo, Aurora Pita, Marta del Rio, Marta Jiménez
Oropesa, Rosita Fornés, Natalia Herrera, Ada Vinaz, Ana Nora Calaza, Parmenia
Silva, Velia Martínez, Ana Margarita Menéndez;
perdón si dejo a alguien en el tintero.
María fue una mujer bellísima de esas que se llevan con
elegancia y decoro (no abundan). Se dice fue una de las intérpretes conocidas
de Lecuona. Llevó una carrera difícil, en un medio controversial y en un
momento crucial, en fin todo un reto. Lo hizo con mucha dignidad. No recuerdo
que llegara a la escena catapultada por nada que no fuera su arte (claro que le
sobraba) ni con mayor valor que dicha cualidad, don divino de los dioses
otorgado a los excepcionales. Lo hizo así; pero pudo no hacerlo. Es asumible
que el camino fácil, es decir la vereda, le fuera ofrecida total o
implícitamente, mas se mantuvo en su línea
y eso cuesta; conclusión no cambió. Pudo haber hecho mas y con menos con tan
detestables medios. Allí se cuenta la adulación (en todas sus formas), la venta
al mejor postor (en todas sus maneras también) mas fue de las que se mantuvo.
No recuerdo de ella la grosería, la
altanería, la jactancia; ella era de
esas que sabían estar.
Escuché algunas de sus entrevistas,
desafortunadamente no muchas. Fue extremadamente valiente e inteligente.
Mencionó y valoró a Goar Mestre, ex
dueño y fundador de televisión cubana,
impensable. Habló con mucho respeto de la institución del matrimonio empezando
por el suyo propio. De su compañero de vida, Julio de la Vega, y la capacidad
que ambos decían tener para reinventar la felicidad. Del compromiso asumido por
ella con sus padres por los valores que ellos le habían enseñado.
Para mi generación fue algo así como
una abuela de la escena, una Diva de a de veras.
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