LA VERDAD
HERMANA DE LA RAZÓN
Por Amelia María Doval
La comunidad se vuelca a la
calle, los derechos civiles están sobre el buró. La investigación no se
detiene, aunque se cuestiona. Estudiantes salen a protestar de manera
desordenada y provocan estragos en algunos lugares. Una ley es analizada con
múltiples criterios. La verdad aún no es sentencia clara. El acusado está
libre, un joven americano ha fallecido.
Dos minorías se encuentran. Este es el resumen de los acontecimientos después de
la muerte de Trayvon Martín a raíz de un disparo, el vigilante George Zimmerman
en el ojo de la crítica. Defensa personal, corte racial. La conclusión está en
espera. La internet acumula escritos y debates, el presidente toma partido.
Un joven blanco de Miami
Garden muere de un disparo, mientras su novia fallece de camino al hospital.
Dos inocentes confiaron su fe a la voluntad de “no hacer daño” del ser humano.
Julián Soler y Kenia Duran ambos de 23 y 24 años no tuvieron más derecho que
morir, sin replicar. Tres jóvenes “afroamericanos” justificaron su crimen
con una frase “no expresaron miedo”.
No hubo cobertura
informativa más allá de la normal, ni protestas raciales, sociales o
religiosas, no intervino el gobierno. Dos víctimas, dos familias. ¿qué marca la
diferencia entre una muerte y otra? Quizás que el primer caso no sea lo
cotidiano y el segundo estemos más acostumbrados.
Los problemas sociales, de
conducta, de responsabilidad como humanos, se traducen en diferencias raciales
irreconciliables cuando un joven “afroamericano” es víctima. La misma juventud
tenía Trayvon que Erick Ellington y sus compinches. Uno murió, los otros tres
fueron criminales. Las sociedades no se construyen con justificaciones u
omisiones de malas conductas. Si algo engrandece la ley de EUA, es la inocencia
hasta que la culpabilidad no sea evidente, estamos juzgando sin pruebas
contundentes y exaltando las malas acciones y los conflictos raciales.
Es justo protestar contra
los abusos de poder, abusos raciales, abusos en todas sus
manifestaciones, pero no hacer cruzadas que provoquen un debilitamiento de la
sociedad justificando la ira. Un asesinato es un acto violento penado por la
ley y la comunidad, mucho más si implica a jóvenes inocentes. No es correcto
hacernos eco de situaciones que acrecientan malas actitudes y expresiones
raciales, hay que comprender que la adolescencia y los jóvenes captan las ideas
en conjunto generalizando el comportamiento.
Los adultos tenemos la
obligación de pensar y formular criterios que ayuden y contribuyan a
desarrollar conductas positivas. La ley no es más justa porque las escuelas se
sumen a protestas que expresan odios, ni porque impulsemos una defensa a
ultranza justificada por supuestos conflictos raciales, exigir es un derecho,
sólo hay que saber cómo y qué. Nuestras calles deben ser sitios seguros para
trasladarse, no junglas donde reine la fuerza y el poder criminal. Debemos
velar como sociedad por crear un sistema que reduzca la criminalidad, atacar
las causas, no justificar las consecuencias.
Me parece que nuestros lideres deben de ser los primeros en vivir por el ejemplo, bien sea el Presidente de la nación, miembros del Congreso, o lideres de la comunidad; ellos tienen la responsabilidad de actuar con conocimiento y dignidad y de comunicarle a los afectados que es posible insistir en lo justo con orden y unidad sin tener que instigar protestas como las que están ocurriendo en varias partes del país. Ayer en la Florida, un grupo de estudiantes desordenadamente interrumpió una de las tiendas de Walgreens, tirando la mercancía al piso y llevándose paquetes de medias. Estas acciones no cambian la situación ni tampoco ayudan a esos padres a confrontar el dolor de haber perdido un hijo en plena juventud; al contrario, estos líderes por razones políticas ofrecen sus voces para incendiar y perpetuar el disconforme y la intransigencia, en lugar de intervenir para aplacar la situación, sus propias acciones aseguran la continuación de la intolerancia y la división.
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