La paciencia del papa
Carlos Abella
La paciencia papal con la Cuba castrista está a
más altura espiritual, pero corre pareja con la paciencia española con la
dictadura de los hermanos Castro. En nuestro país esa «paciencia» viene de
lejos, desde los tiempos de Franco y la expulsión del Embajador Lojendio. Fidel
siempre tuvo, quizás por su antiamericanismo congénito y vital, la comprensión
de los distintos gobiernos de España y de los españoles, quizás también por
nuestro latente recuerdo del «Maine» y la pérdida de Cuba. No solo Franco contemporizó
con Fidel Castro. También otros políticos insignes como Fraga, y hasta los más
declarados anticastristas cuando estaban en la Oposición, como el Presidente
Aznar , quien llegado al poder tuvo que templar sus criterios e incluso pasar
por el viaje del Rey a Cuba tras la visita histórica de Juan Pablo II.
Los gobiernos socialistas, tanto de Felipe González como el del imborrable Zapatero, terciaron en Europa a favor de la dictadura castrista, a la que incluso González envió como asesor a su ministro Solchaga y Zapatero al sumiso ministro Moratinos, coautor de ese viaje pagado de disidentes cubanos a España que ahora claman cada mañana, olvidados, frente a su antiguo ministerio.
De vez en cuando y siempre que se considera necesario por decencia democrática y por considerarlo políticamente correcto se alza alguna voz en defensa de los derechos humanos en Cuba y clamando contra alguna muerte de presos políticos, como recientemente por la de Wilmar Villar. Los Castro dan por descontados esos clamores a favor de la liberación de los presos políticos y siguen a lo suyo, a perpetuarse en el poder y a arrebatar al pueblo cubano sus libertades, las de opinión, expresión, reunión, circulación y todas las demás. El modelo único castrista no tolera los pareceres aunque ahora fomente los «paladares», permita la adquisición de algunos coches o viviendas y exija a los cubanos del exterior un costoso visado para visitar su país.
Desde el punto de vista estricto de práctica política esa actitud de nuestros diversos gobiernos en el tiempo puede ser explicada. Hay muchos intereses, muchas inversiones, algunas esperanzas de nuevos negocios y las fuerzas vivas nacionales obligan a olvidarse de los muertos y los encarcelados.
¿Pero y la Iglesia? ¿Tiene de verdad Benedicto XVI y la Curia romana la esperanza de que «con paciencia» se transformará la dictadura castrista en una democracia respetuosa de la libertad y de la dignidad del hombre, de la dignidad de los cubanos?
Los gobiernos socialistas, tanto de Felipe González como el del imborrable Zapatero, terciaron en Europa a favor de la dictadura castrista, a la que incluso González envió como asesor a su ministro Solchaga y Zapatero al sumiso ministro Moratinos, coautor de ese viaje pagado de disidentes cubanos a España que ahora claman cada mañana, olvidados, frente a su antiguo ministerio.
De vez en cuando y siempre que se considera necesario por decencia democrática y por considerarlo políticamente correcto se alza alguna voz en defensa de los derechos humanos en Cuba y clamando contra alguna muerte de presos políticos, como recientemente por la de Wilmar Villar. Los Castro dan por descontados esos clamores a favor de la liberación de los presos políticos y siguen a lo suyo, a perpetuarse en el poder y a arrebatar al pueblo cubano sus libertades, las de opinión, expresión, reunión, circulación y todas las demás. El modelo único castrista no tolera los pareceres aunque ahora fomente los «paladares», permita la adquisición de algunos coches o viviendas y exija a los cubanos del exterior un costoso visado para visitar su país.
Desde el punto de vista estricto de práctica política esa actitud de nuestros diversos gobiernos en el tiempo puede ser explicada. Hay muchos intereses, muchas inversiones, algunas esperanzas de nuevos negocios y las fuerzas vivas nacionales obligan a olvidarse de los muertos y los encarcelados.
¿Pero y la Iglesia? ¿Tiene de verdad Benedicto XVI y la Curia romana la esperanza de que «con paciencia» se transformará la dictadura castrista en una democracia respetuosa de la libertad y de la dignidad del hombre, de la dignidad de los cubanos?
Nuestro admirado Pontífice ha declarado que el modelo marxista ya no funciona en el mundo actual. Eso lo sabe también Raúl Castro y por ello trata de reformar y camuflar su «proyecto social cubano» bajo algunos maquillajes modernos , arrimándose al palio pontificio.
Benedicto XVI, con apostólica generosidad y largueza de miras, ha ofrecido en Cuba el apoyo de la Iglesia para encontrar nuevos modelos de forma «paciente y constructiva». Pero eso no es lo que pretende el castrismo. Lo que quiere es la bendición papal sobre sus reformas actuales o futuras. La absolución del castrismo revolucionario de Fidel y la bienvenida al castrismo raulista, reformador y dialogante con la Iglesia. Y por eso no desea que el Papa tenga otros interlocutores, ni que oiga a los disidentes, ni visite a los encarcelados, ni vea a las Damas de Blanco. Así llegan noticias frustrantes sobre la actividad de los escuadrones de voluntarios para copar las misas papales y evitar cualquier expresión contraria al régimen.
Benedicto XVI al llegar a la bella isla, elevó a la memoria de los cubanos el transcendental viaje de su antecesor Juan Pablo II, cuya visita, a pesar de que Cuba siguió sin abrirse al mundo como él quería, fue benéfica para los cubanos y para la Iglesia en Cuba.
Benedicto XVI, con santa paciencia, ha explicado que el marxismo ha muerto y que Cuba tiene que encontrar nuevos modelos. La Iglesia se ofrece como mediadora, en súplica también de libertad, paz, justicia y reconciliación. Pero yo humildemente Santo Padre, me pregunto ¿se puede confiar en los Castro? ¿Se pude encontrar ese espíritu de mayor colaboración y confianza en un régimen que solo pretende perpetuarse y transformarse estéticamente pero no éticamente? Si esa transformación fuera posible, seria oportuno y deseable, ¿o no?, que interviniesen y hablasen también los disidentes aun en libertad y los encarcelados políticos. Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder.
Paternidad universal
Ha sido frustrante que a Benedicto XVI no se le haya dejado reunirse con los disidentes, él que visita normalmente las prisiones en Roma. Tres millones de cubanos en el exilio a los que el Papa ha querido también saludar en sus palabras dan testimonio de que hay otra Cuba además de la silente del interior.
La paciencia papal demuestra una vez mas la paternidad universal del Sucesor de Pedro, la esperanza de la Iglesia en sus hijos y en la libertad y dignidad del hombre que Dios ha creado. A pesar de los tristes augurios que hacen temer que Cuba siga sin abrirse al mundo, confiemos en la Providencia divina, en el magisterio de la Iglesia, en la paciente santidad del Papa, para que en Cuba se abran no solo «espacios religiosos» sino también espacios para la libertad y prosperidad del querido y fraternal pueblo cubano.
Carlos Abella, Embajador de España
y Gentilhombre de Su Santidad.
La Razón, Madrid.
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