El Manneken
Pis de Bruselas
La ola de frío ártico que después de dejar nieve en las
Islas Baleares y cruzar el Mediterráneo se ha desplazado hasta el norte de
África, ha dejado desolación y muertos a todo lo largo de Europa.
Uno de los efectos menores ha sido el cierre de las
fuentes que adornan plazas y paseos de las capitales del viejo mundo, ante el
temor de la congelación de las cañerías por efecto de las gélidas temperaturas.
El
ayuntamiento de Bruselas ha decidido también detener cautelarmente el mecanismo
hidráulico de sus fuentes por ese riesgo de congelación de los conductos, una
medida que ha aplicado incluso a la diminuta fuente del Menneken Pis, uno de
los íconos de la capital belga. En Bruselas las mínimas llegan a alcanzar los
-11 grados centígrados.
Ubicado
en el centro histórico de la ciudad, el Manneken Pis ("niño que orina", en
el antiguo dialecto bruselense) es uno de los símbolos citadinos junto a la
Grand Place o el Atomium, y atrae cada día a centenares de turistas.
La pequeña estatua de bronce fue esculpida en 1619, aunque según historiadores belgas su origen se remonta al siglo XIV.
Había ya una estatua parecida de piedra a mediados del
siglo XV, quizás ya desde 1388 (fecha de la primera mención hallada en los
archivos de la catedral de santa Gúdula), y que fue robada en varias ocasiones.
En 1619 fue
reemplazada por una estatuilla de bronce hecha por el escultor barroco franco-flamenco Jérome Duquesnoy el
Viejo, y que se situó sobre una columna de seis pies tallada por Daniel
Raessens. Esta columna fue sustituida en
1770 por el actual nicho en estilo rococó. Los bruselenses protegieron la estatuilla
durante el asedio de la ciudad por los
franceses en 1695, en conmemoración del cual se grabó una sentencia bajo la
estatua después del asalto: “El Señor me levantó sobre una roca, y ahora
elevo mi cabeza sobre mis enemigos”.
La estatua actual es una réplica, pues la original fue
robada en la década de los años sesenta. Recuperada posteriormente, se
encuentra junto a una copia en bronce dorado del siglo XVII en el Musée de la
Ville de Bruselas.
Se han forjado varias curiosas e increíbles leyendas sobre esta estatua. Entre
ellas, la que cuenta que en 1142, a las tropas del duque Godofredo II de
Lobaina se les ocurrió colgar de un
árbol una cesta con un pequeño niño de dos años, el que orinó sobre la tropas
enemigas haciendo que éstas perdieran la batalla.
Otra leyenda relata que en el siglo XIV Bruselas se encontraba sitiada por tropas
enemigas que idearon un plan para colocar cargas explosivas y lograr entrar en
la ciudad. Un niño llamado Juliaanske los espiaba y decidió orinar sobre la
mecha encendida, con lo que logró salvar a la ciudad del asedio.
Pero la historia que más oyen los turistas es la del relato de un rico
comerciante que visitaba la ciudad con su familia y al que se le extravió un
hijo. Se organizaron grupos en su búsqueda y lo encontraron muy divertido
orinando en un cercano jardín. El rico comerciante decidió ayudar a la construcción
de la fuente en la que, desde luego, se colocó una escultura de su pequeño hijo
haciendo pis.
A la estatua se la viste en muchas ocasiones con
un disfraz alusivo para celebrar festividades y cuando se abre de nuevo el grifo de la fuente al
terminar de vestirse la pequeña estatua, el
exceso de presión del agua puede llegar a salpicar a los espectadores para
diversión general.
También hubo costumbre de sustituir el chorro de agua con
líquidos menos trasparentes durante determinadas fiestas. Se sabe
que en 1890, se celebraron grandes festividades en Bruselas, en las cuales el
Manneken orinó vino y cerveza.
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