5 de febrero de 2012

REFLEXIÓN


 El domingo en que Jesús nos cura

¡Ay de mí, Señor,
si descubriéndote, pensara que con tenerte
ya es suficiente.
Si amándote como te amo,
guardase todo ese caudal de vida y de amor
en el cofre de mis propios intereses,
en el silencio de mi cómoda cobardía.

 ¡Ay de mí, Señor,
si el fuego que arde en mis entrañas
lo dejo apagar con el agua de mi tibieza,
si no lo enciendo con el ardor de mi entusiasmo,
si permito que el viento de la pereza
lo reduzca a simples cenizas o vagos recuerdos.

 ¡Ay de mí, Señor,
si me siento seguro de mi mismo,
si lejos de caminar contigo
prefiero caminos y atajos que llevan al precipicio.
si creyéndome libre, soy esclavo del mundo,
si pensando ser feliz, en el fondo soy desdichado.

Javier Leoz, Betania.es

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