El domingo en que Jesús nos cura
¡Ay de mí, Señor,
si descubriéndote,
pensara que con tenerte
ya es suficiente.
Si amándote como te amo,
guardase todo ese caudal
de vida y de amor
en el cofre de mis
propios intereses,
en el silencio de mi
cómoda cobardía.
¡Ay de mí, Señor,
si el fuego que arde en
mis entrañas
lo dejo apagar con el
agua de mi tibieza,
si no lo enciendo con el
ardor de mi entusiasmo,
si permito que el viento
de la pereza
lo reduzca a simples
cenizas o vagos recuerdos.
¡Ay de mí, Señor,
si me siento seguro de
mi mismo,
si lejos de caminar
contigo
prefiero caminos y
atajos que llevan al precipicio.
si creyéndome libre, soy
esclavo del mundo,
si pensando ser feliz,
en el fondo soy desdichado.
Javier Leoz, Betania.es
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