LA MATANZA DE SAN VALENTÍN.
El cine y la literatura han tendido en ocasiones a perpetuar la cara más romántica de Al Capone. Pero lo que ocurrió el 14 de febrero de 1929 no fue una película, sino la matanza más atroz que cometió el famoso gánster de Chicago a lo largo de su carrera: el asesinato a sangre fría de siete miembros de una banda rival, con el objetivo de poner punto final a las venganzas que se habían iniciado cinco años atrás. Así dio la noticia entones el ABC de Madrid:
“Un grupo de bandidos, disfrazados de policías, irrumpió esta mañana en la casa donde tenía establecido su cuartel general una partida rival. Los asaltantes encontraron en una habitación a ocho individuos de aquella, y les obligaron a pasarse a otro aposento contiguo. Una vez allí, les hicieron alinearse contra la pared y que alzasen las manos, hecho lo cual les acribillaron a tiros con una ametralladora».
Tras la matanza, Capone se impuso como principal distribuidor de alcohol
Tras el derramamiento de sangre, Al Capone se impuso como el principal distribuidor de alcohol en los años de la “ley seca”. Todo había comenzado cinco años antes, cuando el mentor de Capone, el mítico John Torrio acribilló al líder de la banda con la que se disputaba el contabando de alcohol, Dion O´Banion, después de que éste le vendiera una cervecería en la que sabía que iba a haber una redada policial.
Los hombres de O´Banion, no tardaron el ocupar el lugar dejado por su jefe e iniciar una serie de atentados contra Capone en señal de venganza. Entonces Torrio decidió alejarse unos meses de Chicago y dejar los negocios del alcohol y la prostitución a su chico, Capone.
Aquel 14 de febrero, cuando varios hombres de la banda de O´Banion estaban reunidos, vieron acercarse a una patrulla de Policía, presintieron que algo no iba como debía porque habían pagado su cuota a la autoridades y, por lo tanto, deberían dejarles trabajar en paz. Aún así, no huyeron. Entonces, los hombres de Capone, incluido el temido McGurn, conocido como «Machine gun», los conminaron a pasar a otra habitación y los pusieron contra la pared. Estos obedecieron pensando que eran polícias de verdad y que el malentendido se solucionaría enseguida. Lo siguiente que se oyó fue el ruido ensordecedor de las ametralladoras.
«Más tarde, al penetrar la Policía en aquella casa, encontró siete cadáveres todos los cuales presentaban heridas casi mortales de necesidad y, el que menos, tenía diez balazos».
Una semana después el propio periódico contaba que se había detenido a los responsables de la matanza. Al Capone, el instigador, alegó ante las autoridades que él se encontraba en Miami, y «Machine gun», que había pasado el día con su novia.
A pesar de que el crimen inundó las páginas de los periódicos y de que Capone nunca fue declarado culpable por ello, lo cierto es que su carrera al margen de la ley comenzó a ir en picado y, poco después, fue detenido por evasión de impuestos. Moriría en 1947, arruinado, físicamente muy débil y psicológicamente destrozado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario