19 de abril de 2010


Para Garzón no hubo Paracuellos

Antonio Burgos

Entrego la cuchara ante los que saben de verdad de dos asuntos sobre los que no tengo la menor idea: de fútbol del bueno y de política nacional. Yo sé del Betis, pero eso no es saber de fútbol ni nada. Y sé algo del alcalde de mi pueblo, que es la mejor forma de desconocerlo todo sobre política. Por eso me quedo con la boca abierta cuando veo un partido por la tele [...]

Y de política nacional, lo mismo. De momento, no tengo ni idea del lenguaje de los comentaristas políticos que hablan por la radio, qué piquitos de oro. No sé usar lo del «largo recorrido» o lo del «hondo calado», ni los remoquetes de «dicho lo cual» o «hasta donde yo sé». Y en mi suprema ignorancia, colijo que a los autotitulados analistas les pasa como a los comentaristas de fútbol: que saben ver todo lo que yo no endiquelo por parte alguna.


Y así me ha pasado con lo de Garzón. Entendía que la que han formado en pro Garzón era la habitual algarada de la Progresía Visa Oro, de los pijos de la izquierda forreta, del Sindicato de la Zeja, de Pilar Bardem y de los profesionales del manifiesto y la pancarta, de los que trincan tantas subvenciones que mucho presumir de izquierda solidaria, pero viven como el Marqués de Bono. Yo creía que era para que no se hable de la crisis, con el pretexto de que quieren toserle a Garzón, mascarón de proa de esa panda de trincones. Y dentro de la que lleva Garzón en las agujas, que era maniobra de distracción, para que hablemos de las fosas del franquismo, pero no de la prevaricación, ni de la tela del telón del supuesto botín con minúscula que presuntamente mangó a Botín con mayúscula. Y para distraer nuestra atención sobre la crisis, la inoperancia del Gobierno y los cuatro millones de parados.

Creyendo todo eso, claro, me resultaba incoherente que tanto buscar Garzón culpables de la represión de la guerra y tanto protestar los profesionales de la pancarta porque no lo dejaban al hombre escarbar en las fosas y desenterrar el odio, y resulta que allí, en el aula de la Facultad de Medicina, estaba un señor ya mayor, antiguo siervo de la gleba de Stalin, pregonado como responsable político del genocidio de Paracuellos, sobre el que Garzón no ha abierto la boca.

Como soy de pueblo y no entiendo de política ni de fútbol, me preguntaba: ¿cómo Garzón dice que la Ley de Amnistía no vale para los cargos del régimen de Franco (por ejemplo, para los padres de muchos socialistas del Gobierno) y en cambio sí vale para el culpable político de Paracuellos? ¿O es que la demanda por lo de Paracuellos se la van a poner a este superviviente de la guerra desde la Argentina?


Pero eran despistes míos, que no veo ni el doble pivote ni las líneas adelantadas de la política. La Jefa de mi Casa Civil, que es más lista que todos los analistas políticos juntos, cuando vio la algarada, me dijo: «Garzón les importa un pimiento. ¿Te acuerdas de aquel micrófono que Gabilondo se dejó abierto cuando Zapatero le dijo que había que crear tensión para que la gente fuese a votar? Pues esto de ahora es lo mismo. Como el «Nunca mais», el «No a la guerra» o el «Queremos saber» del 11-M.

No, no es para que no hablemos de la crisis. Quieren movilizar a sus votantes otra vez, por eso recurren a Franco y a los fachas, «que vienen, que vienen» y «no pasarán», para sacarlos de la abstención. Quieren poner en tensión a los radicales, a los antisistema, a las abortistas, a los gays, a las lesbianas, a los canis, a los que quitan el crucifijo en la escuela, a los antiyanquis, a los de la bandera republicana, a los grupos marginales, a toda esa gentuza que les dieron la victoria y quieren que se la vuelvan a dar».


Antonio Burgos, ABC, Madrid.
Caricatura: Martinmorales, ABC, Madrid
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