23 de abril de 2010


La otra misión de
Pastorita Núñez

Nació el 27 de abril de 1921. Le falta apenas menos de una semana para cumplir 89 años y vive desde hace tiempo en un asilo de ancianos que sostienen en La Habana las Hermanitas de la Caridad.

Los cubanos la recuerdan mayormente por su labor al frente del Instituto Nacional de Vivienda creado por Fidel Castro cuando tomó el poder. En aquellos primeros años se oyó hablar mucho de las casas de Pastorita construidas con los ingresos de la reformada Renta de Lotería que ella regenteaba en nombre de la revolución.

La faceta anterior de su quehacer revolucionario no es tan conocida. Se le encomendó la labor de recolectar el dinero que se necesitaba en la sierra, visitando y exigiendo contribuciones a colonos, terratenientes y centrales azucareros de las provincias de Oriente y Camagüey. Los siguientes fragmentos corresponden a una entrevista que le fuera hecha en Cuba por La Jiribilla el pasado año, en la que Pastorita relata el modo como llegó a extosionar casi cuatro millones de pesos para la causa de los rebeldes. Dinero que, no como algunas veces se ha dicho, le fuera entregado voluntariamente. (adg)

«...Había que salir a recaudar fondos, la tarea más difícil, durísima, por cuanto era salir de la zona liberada —la ocupada por el Ejército Rebelde— para enfrentarme a exigir un pago de impuesto de guerra establecido por el jefe de la Revolución, en lugares donde no tenía el poder.

Cuando el Comandante hizo la resolución para nombrarme, me mandó a llamar junto con Celia, y me dice que estaba pensando qué nombre poner ahí, si mi nombre de guerra, Agustina, o Pastora. Le digo: "Comandante, ponga el que sea más útil". Me responde: "Es verdad, el riesgo más grande está en llegar allá, así que voy a escribir Pastora Núñez".

El 19 de agosto de 1958, se escribe la resolución en la que se me autoriza para que junto a otras personas integre una comisión para visitar a los propietarios de ingenios azucareros y comunicarles que deben contribuir con el producto de la zafra azucarera de 1958 a razón de 15 centavos por cada saco de azúcar producido, de los cuales 10 centavos le corresponden al central y 5 al colono.

Este impuesto de guerra se establece porque el gobierno también había establecido uno, que sería derogado al triunfo de la Revolución. Como teníamos mucha necesidad de esos fondos, se establece un plazo hasta el 15 de octubre para el pago. No íbamos a permitir aplazamientos.

Eso quería decir que yo tenía que salir de La Plata, territorio libre, hacia los 40 centrales azucareros que tenía la provincia de Oriente. De esos había uno solo en nuestro territorio, el Central Estrada Palma, que como estaba hacia las afueras, en Yara, fue uno de los que se me reviró.

Pero había centrales por toda la provincia, incluso en el II Frente donde estaba Raúl. Dentro de esos 40 centrales estaban también los que pertenecían a la United Fruit, la West India y todas las otras "Companys" por el estilo.

Le dije a Fidel: "Comandante, ¿me voy ahora mismo?" Porque, no sé si era la inexperiencia o la juventud, me sentía fuerte, desafiaba todo y me creía invulnerable a la prisión. Fidel me respondió: "No, te vas mañana, porque te tengo que advertir cómo debes realizar los cobros, cómo te debes proteger, cómo te debes dirigir a ellos, las sanciones que puedes aplicar, a quién debes concurrir para aplicarlas… y ahora tengo que leer". Así que tuve que esperar al día siguiente. [...]

...Viajé a Santiago de Cuba y me dirigí a la dirección provincial del Movimiento a llevar la resolución y a pedir ayuda. No conocía a ningún dueño de central ni administrador, ni sabía dónde estaban aquellos centrales. Allí designan a dos compañeros, Reutilio Pérez y Gerardo Abreu, para que me ayudaran a llegar a los centrales en una camioneta. También me hicieron 50 fotocopias de la orden de Fidel, para entregar una a cada dueño de central.

Entonces empecé a cobrar. Vi que había 16 centrales que correspondían a la zona del II Frente y partí hacia donde estaba Raúl a buscar respaldo. No fue fácil llegar hasta allá, me trasladaron hasta San Luis, de allí a la tenencia de Zenén Casas, donde me dieron un pase para que llegara a la casita del médico. [...]

...Enseguida Raúl y yo acordamos que en la parte correspondiente al II Frente había 16 centrales a los cuales las tropas rebeldes tenían acceso. Era fácil cobrarles y Raúl me dijo que me despreocupara de ir personalmente a esos centrales, que él me daría el informe. Entonces Fidel me dio la orden —que yo le entregué hace ya tiempo a la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado— de que con esa recaudación yo hiciera depósitos en EE.UU., porque además de que no teníamos dinero para los pagos en la Sierra, tampoco había para la compra de armas y los avituallamientos de la tropa.

Así que yo debía mandarle los fondos que cobrara a Haydée Santamaría, que era la tesorera en Miami, para que ella los hiciera llegar al delegado bélico, encargado de aquellos avioncitos que vinieron, los rifles, etc. Pero debía dejar también una parte en Cuba, y otra parte la deposité en los bancos. Raúl abrió una cuenta en un banco en Santiago de Cuba y nombró a María Ruiz, la hija de Ruiz Velásquez, encargada de las transacciones en el banco para que yo no tuviera que personarme allí, bastante hacía con cobrar.

Formé gran engranaje, Raúl me mandaba los informes de los centrales donde su tropa cobraba y yo cobraba a los restantes. Cuando llegué a cobrar a uno de ellos, que pertenecía a la West Indian Company y tenía un administrador norteamericano, mister Mathews, con el cual hablé porque según él el dueño del central estaba en los EE.UU., me dijo que me recibía pero que la embajada norteamericana había circulado una orden a todos los dueños de centrales azucareros o de empresas norteamericanas en Cuba, para que no pagaran impuestos y decía más o menos así: "El gobierno de EE.UU. desautoriza el pago a facciones o partidos políticos de ninguna índole…", y yo le respondí a mister Mathews: "Pero mister, esto no se refiere a nosotros, aquí dice que no se le pague a facción o partido político. Nosotros no somos nada de eso, nosotros somos el pueblo de Cuba uniformado, obedecemos a las órdenes del Comandante en Jefe y me tiene que pagar o le quemo el central".

A las 48 horas el hombre me estaba localizando para pagarme, pero se negaba a pagar en Cuba porque decía que si se descubría que ellos le estaban pagando al Ejército Rebelde Batista lo mataba, entonces yo le pregunté dónde iban a depositar e inmediatamente me comuniqué con Haydée Santamaría y le informé dónde y cuándo. Esperé su respuesta, tenía que tener respuesta si no le quemaba el central, y bueno, pagó.

De todos modos se corrió la voz: Pastorita está cobrando y obligó a los norteamericanos a pagar, y empezó a circular el nombre mío entre el ejército de Batista con la orden de cogerme. Cuando llegamos a Camagüey, en el Central Francisco me dijeron que no pagaban por la orden de la embajada norteamericana.

Fidel me había dicho que siempre me pusiera de acuerdo con el comandante del Ejército Rebelde que operara en la zona, y éste con su tropa estaba a la espera de mi informe. Me preguntaron: "¿Qué hacemos?", le dije: "A ése dale un toque", y así fue, le dieron un toquecito, le quemaron el almacén de azúcar. ¡Ay!, corriendo fueron a pagar porque vieron que la cosa no era fácil. Después me quisieron descontar, cuando pagaron me dijeron: "Bueno, le vamos a descontar el almacén que quemó", y se le descontó.

Luego también al Central Siboney, en Camagüey, hubo que quemarle un poco de caña. Le dije a las tropas: "No se la quemen toda, nada más para que él vea que le están quemando la caña" e inmediatamente pagaron.

Para no hacer la historia muy larga, llegué a cobrar 3´812,562 pesos con 66 centavos, así que hubo para pagar todo el avituallamiento de la tropa y yo pagaba todas las facturas: arroz, frijoles, café, botas, carne, etc. Ahí están todos los recibos de todas las facturas que yo pagué, que fueron infinidad de cosas, porque Fidel pagaba todo allá arriba. Como Batista tenía un cerco allí, no se podía salir y la cosecha cafetalera se perdía, entonces el Ejército Rebelde la pagó para que algo tuvieran los pobres campesinos. [...]

[Después del triunfo] Él [Fidel] me dejó en Camagüey, porque yo estaba cobrando el impuesto que se había establecido sobre las caballerías de tierra, y faltaban por pagar unos cuantos y no era justo que porque llegase el triunfo de la Revolución unos pagasen y otros no. Fidel me dijo: "Le cobras a todo el mundo, hasta el último tiene que pagar" »....

Foto y texto: la jiribilla
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