20 de abril de 2010



LA OCULTA VERDAD
DE LA POTENCIA MEDICA CUBANA.

Lic. Amelia M. Doval.

Cuba se enferma por dentro, la isla se corroe porque miente desde adentro y hacía afuera, haciendo paupérrima la existencia de sus humildes habitantes que mueren sin saber que la vida tiene colores y sabores diferentes, que el mundo no se acaba cuando se llega al horizonte porque después está la humanidad. Durante años la mal llamada política cubana se ha valido de cortos y cifrados mensajes que llegan sin interrupción al mismo centro del pensamiento, son fáciles de repetir, difíciles de olvidar y ocultan las grandes mentiras.

El mundo está cansado de escuchar que Cuba es una potencia médica, el paraíso de la medicina moderna, su personal es prestigio y presencia; más de 30 000 médicos salidos de las escuelas y hospitales cubanos se reparten por el mundo, el gobierno los asigna y ellos se auto conceden el derecho de sentirse comprometidos con la economía familiar, es la única manera de lograr dar un paso de avance en un país donde ser profesional fue una exigencia educativa mal retribuida.

Mientras el personal médico cubano se afana en otros países tan lejanos como la China, tan controversial como Venezuela, o peligrosos como el continente africano, los habitantes genuinos pagan el precio. El robo de cerebro, esa frase carcomida en las clases de economía política donde siempre se recalcaba la bastarda manera que el capitalismo convertía en siervo a los más aventajados, es ahora en la isla una clásica opción mercantil de traficar no solamente el conocimiento sino la persona. Mano de obra altamente calificada y barata, negocio cerrado, no hay costos para el gobierno, mucha ganancia, venden política y los trabajadores llegan contentos con la miserable migaja que reciben.

Esto es política económica de estado y cada país escoge sus mecanismos, lo único que en este caso en particular los gobernantes imponen su presencia y sus artimañas para obligar la aceptación sin rebatir, pues a cambio de sustraerle al pueblo el derecho de vivir humanamente, le dan la miseria como recompensa. Mientras los cubanos pueblan hospitales ajenos, en Cuba los nativos son experimento viviente para estudiantes, los habitantes autóctonos no tienen leyes para protegerse jurídicamente como tampoco tienen una ley contra la mala practica médica, y no hablo de exageraciones que dejen entreabierta la puerta a los malhechores, sino de la cotidiana defensa, por ejemplo, contra estudiantes extranjeros que a cambio de pagar sus estudios en la isla tienen el derecho de practicar con impunidad jurídica sobre cualquier ser humano que tenga carnet de identidad.

Volvemos a presenciar la imposición gubernamental, el país es nuevamente irrespetado, aprendices de médico que no tienen ningún compromiso con los pacientes se adueñan de la salud de un país; ecuatorianos, chilenos, suramericanos, se sienten a sus anchas cuando experimentan sus conocimientos colegiales con ciudadanos sin más recurso que el silencio.

No hay opción, no pretendemos menospreciar a quienes comienzan sus estudios, ni siguiera criticar la presencia extranjera, lo que no entendemos por qué utilizar al pueblo como conejillo de indias, por qué cubrir las carencias de personal de salud con recién practicantes de otros países. El pueblo se pregunta pero, como siempre, nadie le contesta. No es criticar por la acción de contravenir el gobierno de un país que nos duele, es salir a defender con voz propia porque nuestros familiares están siendo golpeados sin ningún escrúpulo, carecen de medicamentos básicos y de personal preparado. Menospreciar y criticar a los médicos cubanos es hacerle el juego a los gobernantes, estos profesionales son excelentes si tenemos en cuenta que aprendieron a hacer medicina de campaña, sin recursos, ni medicamentos y sus diagnósticos son clínicos básicamente. Luchemos para que se reconozca su valor y se les conceda el lugar que necesitan. Cuba no es una potencia médica, es un laboratorio gigante que se usa al antojo de sus terratenientes.

Lic. Amelia M. Doval
Foto: Google
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