Cuando vayas a Madrid, chulona mía,
voy a hacerte emperatriz de Lavapiés,
y alfombrarte con claveles la Gran Vía…
La Gran Vía de Madrid
cumple cien años
cumple cien años
Ana Dolores García
La Gran Vía de Madrid está celebrando en este mes de abril sus primeros cien años. Es decir, el siglo que media desde el día en que se efectuó la ceremonia oficial para su inminente construcción. El día en que el alcalde, funcionarios de alto rango y hasta el propio Rey Alfonso XIII en presencia de su esposa y la familia real, firmaran el acta que atestiguara para la historia un tan importante acontecimiento. El proyecto era ambicioso y necesario: dotar a Madrid de una amplia avenida digna de la gran ciudad que ya era la capital de España. Era un sueño que los madrileños saboreaban desde mucho antes y al que ya le habían puesto música: la de la zarzuela La Gran Vía, creada por Felipe Pérez y el maestro Chueca en 1886.
No fue tarea fácil ni poco costosa. Hasta hubo que esperar por una ley que hiciera posible la expropiación de terrenos, palacios e incluso conventos que abrieran vía a este paseo que comienza cerca de donde la Puerta de Alcalá ve pasar el tiempo, hasta rendirse a los pies de Alonso Quijano y su buen Sancho en la Plaza de España. De la demolición se salvó la contigua iglesia de San José (1748) que sustituye al viejo convento de San Hermenegildo donde Félix Lope de Vega ofició su primera misa en 1619.
Para Ernest Heminway la avenida era una especie de Broadway madrileño y Quinta Avenida neoyorquina. Y es que en el tramo que iba –y va- desde la Plaza del Callao hasta la de España, se encuentran los más importantes teatros y salas de cinematografía y espectáculos y, en cambio, a partir de Callao la Gran Vía es un emporio de almacenes y boutiques, una vitrina con lo más fashionable de la moda, joyerías, bancos, hoteles, agencias de viaje… En ese tramo, y enlazando en el Callao, covergen calles como Preciados, peatonal, que nos lleva hasta la Puerta del Sol y los grandes almacenes de El corte Inglés.
Los arquitectos de la Gran Vía siguieron el estilo Bajo Imperio de los edificios parisinos de comienzos de la centuria. Así fue levantado el conocido como Metrópolis, rematado por la estatua de bronce de un ave fénix que daba nombre a la compañía de seguros que ocupaba el edificio. En su lugar se encuentra hoy la estatua del ángel de la victoria alada. El Metrópolis, junto con el de Telefónica, son los dos edificios emblemáticos de esta avenida. El de Telefónica fue el primer rascacielos de Europa, un edificio de Art Deco levantado en 1929 con 89 metros de altura.
Llegaron a Madrid los años locos del charleston, y con ellos la proliferación de bares y centros de alterne. En 1931 Pedro Chicote abrió en la Gran Vía el Bar Chicote, que pasaría a ser el más famoso de los bares madrileños y que ha sido visitado por cuanta persona de renombre ha pasado por Madrid. Ya en 1947 pudo abrir en el sótano el Museo Chicote, enriquecido por más de dieciocho mil botellas de vinos y licores. Maestro de cocteles, creó su propio coctel Chicote que, todavía hoy, sigue siendo el más solicitado por los clientes, una mezcla de ginebra y vermut. Tan recientemente como en 2004, el Bar Chicote ha sido galardonado con el Premio MTV al Mejor Bar Europeo de ese año.
Durante el largo sitio de Madrid en la Guerra Civil de 1936-1939, las bombas arrojadas sobre la ciudad por las fuerzas de los Nacionales y las defensas antiaéreas del ejército de la República causaron grandes estragos a los edificios situados a lo largo de la avenida. España fue rehaciéndose con lentitud y poco a poco la Gran Vía fue recobrando su aire señorial de antaño y llenándose de automóviles, turistas y madrileños que frecuentaban bares, terrazas, teatros, cines y comercios.
Durante este siglo de vida, la avenida ha visto cambiar su nombre demasiadas veces. En sus inicios las tres secciones en que era dividida se llamaron respectivamente Eduardo Dato, Avenida de Pi y Margall y Calle del Conde de Peñalver. En los comienzos de la República, y antes del inicio de la Guerra Civil, a los dos primeros tramos se les llamó Avenida de la CNT. Durante la Guerra se llamó sucesivamente Avenida de Rusia y Avenida de la Unión Soviética, aunque popularmente también se le conocía como avenida de los obuses. Al triunfo de los Nacionales se le dio el nombre de Avenida de José Antonio, en honor al fundador de la Falange. Este nombre subsistió hasta 1981, durante la época de la transición, en que recuperó su nombre original de Gran Vía.
Desde comienzos del siglo XXI y teniendo en mente los festejos de su primer centenario, se comenzó a remozar la avenida. Se arreglaron pavimento y aceras, se sustituyeron las 109 farolas, y se eliminaron detalles que afeaban el conjunto de sus edificios. En la actualidad, se calcula que por la Gran Vía circulan diariamente más de 50,000 coches. Y entre sus empresas y establecimientos se cuentan 41 hoteles, 15 bancos, 2 museos y 7 cines y teatros.
Ana Dolores García
Foto: Google
La Gran Vía de Madrid está celebrando en este mes de abril sus primeros cien años. Es decir, el siglo que media desde el día en que se efectuó la ceremonia oficial para su inminente construcción. El día en que el alcalde, funcionarios de alto rango y hasta el propio Rey Alfonso XIII en presencia de su esposa y la familia real, firmaran el acta que atestiguara para la historia un tan importante acontecimiento. El proyecto era ambicioso y necesario: dotar a Madrid de una amplia avenida digna de la gran ciudad que ya era la capital de España. Era un sueño que los madrileños saboreaban desde mucho antes y al que ya le habían puesto música: la de la zarzuela La Gran Vía, creada por Felipe Pérez y el maestro Chueca en 1886.
No fue tarea fácil ni poco costosa. Hasta hubo que esperar por una ley que hiciera posible la expropiación de terrenos, palacios e incluso conventos que abrieran vía a este paseo que comienza cerca de donde la Puerta de Alcalá ve pasar el tiempo, hasta rendirse a los pies de Alonso Quijano y su buen Sancho en la Plaza de España. De la demolición se salvó la contigua iglesia de San José (1748) que sustituye al viejo convento de San Hermenegildo donde Félix Lope de Vega ofició su primera misa en 1619.
Para Ernest Heminway la avenida era una especie de Broadway madrileño y Quinta Avenida neoyorquina. Y es que en el tramo que iba –y va- desde la Plaza del Callao hasta la de España, se encuentran los más importantes teatros y salas de cinematografía y espectáculos y, en cambio, a partir de Callao la Gran Vía es un emporio de almacenes y boutiques, una vitrina con lo más fashionable de la moda, joyerías, bancos, hoteles, agencias de viaje… En ese tramo, y enlazando en el Callao, covergen calles como Preciados, peatonal, que nos lleva hasta la Puerta del Sol y los grandes almacenes de El corte Inglés.
Los arquitectos de la Gran Vía siguieron el estilo Bajo Imperio de los edificios parisinos de comienzos de la centuria. Así fue levantado el conocido como Metrópolis, rematado por la estatua de bronce de un ave fénix que daba nombre a la compañía de seguros que ocupaba el edificio. En su lugar se encuentra hoy la estatua del ángel de la victoria alada. El Metrópolis, junto con el de Telefónica, son los dos edificios emblemáticos de esta avenida. El de Telefónica fue el primer rascacielos de Europa, un edificio de Art Deco levantado en 1929 con 89 metros de altura.
Llegaron a Madrid los años locos del charleston, y con ellos la proliferación de bares y centros de alterne. En 1931 Pedro Chicote abrió en la Gran Vía el Bar Chicote, que pasaría a ser el más famoso de los bares madrileños y que ha sido visitado por cuanta persona de renombre ha pasado por Madrid. Ya en 1947 pudo abrir en el sótano el Museo Chicote, enriquecido por más de dieciocho mil botellas de vinos y licores. Maestro de cocteles, creó su propio coctel Chicote que, todavía hoy, sigue siendo el más solicitado por los clientes, una mezcla de ginebra y vermut. Tan recientemente como en 2004, el Bar Chicote ha sido galardonado con el Premio MTV al Mejor Bar Europeo de ese año.
Durante el largo sitio de Madrid en la Guerra Civil de 1936-1939, las bombas arrojadas sobre la ciudad por las fuerzas de los Nacionales y las defensas antiaéreas del ejército de la República causaron grandes estragos a los edificios situados a lo largo de la avenida. España fue rehaciéndose con lentitud y poco a poco la Gran Vía fue recobrando su aire señorial de antaño y llenándose de automóviles, turistas y madrileños que frecuentaban bares, terrazas, teatros, cines y comercios.
Durante este siglo de vida, la avenida ha visto cambiar su nombre demasiadas veces. En sus inicios las tres secciones en que era dividida se llamaron respectivamente Eduardo Dato, Avenida de Pi y Margall y Calle del Conde de Peñalver. En los comienzos de la República, y antes del inicio de la Guerra Civil, a los dos primeros tramos se les llamó Avenida de la CNT. Durante la Guerra se llamó sucesivamente Avenida de Rusia y Avenida de la Unión Soviética, aunque popularmente también se le conocía como avenida de los obuses. Al triunfo de los Nacionales se le dio el nombre de Avenida de José Antonio, en honor al fundador de la Falange. Este nombre subsistió hasta 1981, durante la época de la transición, en que recuperó su nombre original de Gran Vía.
Desde comienzos del siglo XXI y teniendo en mente los festejos de su primer centenario, se comenzó a remozar la avenida. Se arreglaron pavimento y aceras, se sustituyeron las 109 farolas, y se eliminaron detalles que afeaban el conjunto de sus edificios. En la actualidad, se calcula que por la Gran Vía circulan diariamente más de 50,000 coches. Y entre sus empresas y establecimientos se cuentan 41 hoteles, 15 bancos, 2 museos y 7 cines y teatros.
Ana Dolores García
Foto: Google
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En "Chicote" un agasajo postinero, con la crema de la intelectualidad...Y si Dios quiere los primeros días de Junio estaremos en Gran Vía 38 celebrando los 100 años de esta bella avenida que tantos recuerdos nos trae, puede que alguno de ellos sea como "...y la gracia de un piropo callejero...." Contarémos.
ResponderEliminar"...más castizo que la calle de Alcalá..."
ResponderEliminarPues que disfruten de lo lindo estancia y paseos, desayunando en la cafetería Zahara y luego una buena comida en una terraza de la Plaza mayor.
Si vas por el Museo Chicote no pidas que te regalen alguna de las botellas que tienen allí porque acostumbran a negarse. Ni a Sofía Loren la complacieron...
Contamos ya con los relatos y las fotos que nos traigas.