A la Virgen
(Fragmento)
Gertrudis Gómez de Avellaneda
Vos, entre mil escogida,
de luceros coronada:
vos, de escollos preservada
en los mares de la vida:
vos, radiante de hermosura,
¡Virgen pura!
de toda virtud modelo,
flor trasplantada del suelo
para brillar en la altura.
Vos, que ocupáis regio asiento
de luceros coronada:
vos, de escollos preservada
en los mares de la vida:
vos, radiante de hermosura,
¡Virgen pura!
de toda virtud modelo,
flor trasplantada del suelo
para brillar en la altura.
Vos, que ocupáis regio asiento
en la patria eterna y santa,
y tenéis de vuestra planta
por alfombra el firmamento.
Volved, Señora, los ojos
sin enojos
a esta mujer solitaria
que os dirige su plegaria
de su destierro entre abrojos.
Mas los misterios venero
que comprender no consigo
y a vos ¡oh Virgen! Os digo:
“Yo sufro, ruego y espero.”
Se dice que el Señor vierte
en el fuerte
y en el soberbio su ira,
mas con blandos ojos mira
del desvalido la suerte.
que comprender no consigo
y a vos ¡oh Virgen! Os digo:
“Yo sufro, ruego y espero.”
Se dice que el Señor vierte
en el fuerte
y en el soberbio su ira,
mas con blandos ojos mira
del desvalido la suerte.
En tempetuoso oceano
mi bajel navega incierto,
sin que un fanal en el puerto
le extienda piadosa mano.
Entre escollos gira roto,
sin piloto
y sin brújula ni vela…
Que a merced -deshecho- vuela
del vendaval o del noto.
¡Entorno miro!...No
existe
ni patria ni hogar querido...
¡Soy el pájaro sin nido!
¡Soy sin olmo hiedra triste!
Cada sostén de mi vida,
desvalida,
fue por el rayo tronchado,
y débil caña ha quedado,
de aquilones combatida.
ni patria ni hogar querido...
¡Soy el pájaro sin nido!
¡Soy sin olmo hiedra triste!
Cada sostén de mi vida,
desvalida,
fue por el rayo tronchado,
y débil caña ha quedado,
de aquilones combatida.
¡Ay! no soy robusta encina,
firme del cierzo a la saña,
sino humilde y frágil caña,
que al menor soplo se inclina.
Bajo el barro omnipotente
veis mi frente
postrarse humilde, Señora:
decidle, pues, que ya es hora
de que se extienda clemente.
firme del cierzo a la saña,
sino humilde y frágil caña,
que al menor soplo se inclina.
Bajo el barro omnipotente
veis mi frente
postrarse humilde, Señora:
decidle, pues, que ya es hora
de que se extienda clemente.
Del árbol de mi esperanza
secas las flores cayeron,
y cual humo leve huyeron
mis sueños de bienandanza.
Así no pido alegría
¡Virgen pía!
ni horas de dichas serenas,
sino paciencia en las penas
y paz en la tumba fría.
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