Isla de silicona
Yoani Sánchez
“Éstas
me las implantó un doctor durante su turno de guardia”, me cuenta ella mientras
se toca el busto con orgullo por sobre la blusa. Después se señala el trasero y
hace un puchero “éste no me quedó tan bien porque el cirujano no tenía mucha
práctica”. Cuando le pregunto dónde consiguió las prótesis de silicona que tan
evidentemente se advierten en su cuerpo, me aclara que sólo lleva “cosas de
marca” y por eso le pidió a su novio italiano que se las trajera. “La otra
parte fue más fácil, tú sabes, pagarle a un doctor para que me hiciera la
operación”.
Le
confieso que no estoy muy al tanto del tema, que los quirófanos me dan miedo y
hace años me acostumbré a la figura desgarbada que me devuelven los espejos.
Pero aun así, le pido detalles y me confirma lo que ya intuía: la existencia de
un entramado ilegal de cirugías plásticas que se realizan en los mismos centros
hospitalarios que brindan atención gratuita.
La
práctica se potenció a finales de los años noventa y al inicio las principales
clientes eran jineteras cuyos novios extranjeros corrían con los gastos. Pero
ahora se ha ido extendiendo también a personas de ambos sexos que cuentan con
los recursos para alcanzar el cuerpo de sus sueños. Normalmente, ingresan con
una falsa historia clínica, por algún padecimiento que en realidad no tienen y
a pocas horas de salir del salón son enviados a casa para recuperarse.
En
los registros de los hospitales no queda constancia de estas intervenciones
quirúrgicas y una buena parte de los recursos empleados es comprado en el
mercado negro por el propio personal médico. Nada debe salir mal, pues una
reclamación haría estallar la red de implicados. La discreción es fundamental y
el paciente rara vez recibe un seguimiento para saber si hubo reacciones
adversas. “Todos somos adultos, así que cada uno se hace responsable de lo que
suceda” le advirtió el doctor a mi amiga antes de que la anestesia le hiciera
efecto.
A un
precio que oscila entre 750 y 900 CUC, los implantes mamarios son los más
demandados entre toda la amplia gama de injertos que se colocan y de
operaciones clandestinas que se hacen. En sitios como Revolico.com se puede encontrar una gran variedad de tallas de
implantes y las marcas más comunes son Mentor y Femme. A ese precio
deberá sumársele “la mano de obra”, que va de los 500 a los 700 CUC, si se
trata de especialistas reconocidos en esas faenas. Algunos principiantes
también lo hacen por un poco menos, pero los resultados dejan mucho que desear.
Para
un cirujano cubano, cuyo salario apenas si llega al equivalente de 30 CUC
mensuales, realizar estas operaciones resulta sumamente tentador. Sin embargo,
sabe que el peligro de ser descubierto y de que se le retire el derecho a
ejercer la medicina es muy alto. Por eso se protegen en redes que casi siempre
se extienden hasta la parte administrativa y directiva de los hospitales. Están
involucrados desde camilleros y estetas hasta enfermeras y funcionarios de
salud pública. Lo peor que puede ocurrir es que alguien muera en la mesa de
cirugía; entonces habrá que inventarle alguna enfermedad crónica para
justificar el deceso.
Hace
unas semanas, la bloguera Rebeca Monzó destapó en un tweet uno de esos escándalos por cirugías ilegales. El
escenario en este caso era el hospital Calixto García, pero bien podía haber
sido en cualquier otro quirófano de la ciudad. Sin precisar aún los detalles de
lo ocurrido, se habla de toda una sala clandestina dedicada a pacientes
extranjeros y cubanos que podían pagar por las intervenciones. El rumor popular
dice que todo se descubrió cuando una turista recién operada tuvo un desangramiento
en el aeropuerto a su salida de Cuba, pero eso podría ser pura mitología.
Es
cierto, no obstante, que como el resto de nuestra realidad, la medicina también
se está viviendo en dos planos, en dos dimensiones bien diferentes. Una la de
los pacientes que no tienen recursos para regalar o pagar a los doctores y la
otra la de los que pueden costearse una cirugía “así” y “ahora”. Poseer
recursos materiales puede agilizar el tiempo y aumentar la calidad de cualquier
tratamiento; hace aparecer a tiempo el hilo de sutura, las radiografías, los
citostáticos.
Todo
comienza regalando un jabón a la estomatóloga que nos repara la caries dental y
llega hasta un salón esterilizado donde una extranjera se practica un aborto o
una cubana se coloca un par de implantes mamarios.
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