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- Por el Rev. Martín N. Añorga
Se cumplen hoy, martes 12 de julio, 157 años del
nacimiento de un ilustre cubano con una historia con características únicas. Nos
referimos a Juan Gualberto Gómez.
Los padres de Juan Gualberto Gómez eran esclavos mestizos
en la región agrícola del ingenio Vellocino, en un asentamiento llamado
Sabanilla del Encomendador, y de acuerdo con una ley existente bajo el
control colonial hispano en la Isla de Cuba, conocida como “vientre
libre”, pudieron comprar la libertad del hijo por nacer.
Fermín Gómez y Serafina Ferrer, los padres del que fuera
después un eximio patriota, compraron también su propia libertad, y con
esfuerzos plausibles y sacrificados trabajaron para reunir los fondos
necesarios para la educación de su hijo. Eran tiempos en que la discriminación
racial era aborrecible, especialmente para las personas de la raza negra que
habían sido esclavas. Nunca pudieron suponer que el poblado en el que
nació Juan Gualberto iba a llevar posteriormente su nombre.
Los orígenes del pueblo de Sabanilla se remontan al año
1747, habiendo sido fundado por el encomendero de Indias, Miguel Otero con un
caserío de 148 habitantes. Después de una epidemia que diezmó la
población, el sitial fue trasladado a su actual ubicación. En 1760 se
creó la llamada capellanía pedánea y en 1818, la ermita, asociada a la
parroquia del pueblo de Limonar, ambos en la provincia de Matanzas. En un
histórico árbol de tamarindo colgaron la campana que convocaba a los fieles a
las celebraciones religiosas.
En los años finales de su adolescencia los padres de Juan
Gualberto Gómez lo enviaron a Francia para que se especializara en la
construcción de carruajes tirados por caballos, una profesión aplicable a un
joven negro cubano del siglo dieciocho; pero alentado por profesores que
notaron su destacada inteligencia se dedicó a estudiar periodismo, campo en el
que logró destacarse de forma excepcional.
Finalizada la Guerra de los Diez Años, regresa a Cuba
Juan Gualberto Gómez y funda el periódico “La Fraternidad”, en el que se dedica
a promover la armonía racial, la pasión por la libertad y la igualdad de
derechos para todos los ciudadanos del país, independientemente del color de la
piel. Probablemente inspirado por la democracia francesa y conociendo la lucha
de su propio pueblo por alcanzar la libertad, se internó en el camino de la
conspiración en contra del colonialismo español, de tal manera que en marzo del
año 1880, por su apoyo a la llamada “guerra chiquita”, fue arrestado y
posteriormente deportado. Pasó dos años en la triste célebre cárcel de Ceuta,
territorio español enclavado en la costa norte de Africa y que limita con
Marruecos. Al cumplir su condena carcelaria se le impone un exilio de ocho años
en Madrid, con el explícito castigo de no poder regresar a Cuba. Durante su
tiempo en España continuó colaborando con artículos y reseñas en ‘La
Fraternidad”. Finalmente, en 1890 pudo volver a su patria.
Juan Gualberto no desperdició su tiempo en España. Los
años que allí vivió fueron dedicados al periodismo rebelde. Fue redactor de “El
Abolicionista”, y llegó a ser secretario de la Sociedad Abolicionista de
Madrid, mientras trabajaba en el campo de la abogacía y como reportero
parlamentario de diversas publicaciones. Entre sus temas de prioridad estaban
los de la igualdad racial y la libertad de Cuba del colonialismo español. En el
periódico “La Igualdad” publicó un vibrante artículo titulado “A Una Persona
Prejuiciada” donde atacaba la infame noción de la inferioridad de la raza
negra.
El ilustre ex esclavo se convirtió en un líder de las tareas libertarias de los cubanos. Su ensayo “Por qué somos separatistas”, en el que combatía el anexionismo y la falsa noción de que España aliviaría su control colonial sobre la Isla, afirmaba que el único destino de Cuba era su plena independencia y que en la lucha, tanto negros como blancos, debían unirse para lograr tan gloriosa meta. Ese trabajo le ocasionó un arresto por 8 meses y la amenaza de un nuevo y definitivo destierro; pero en lugar de escapar hacia los Estados Unidos, como algunos amigos le sugirieron, Gómez decidió quedarse en Cuba enfrentándose a sus oponentes por medio del sistema legal, siendo sus victorias una puerta de salvación para muchos otros cubanos.
José Martí con su incansable vocación de patria, estableció contacto personal con Juan Gualberto Gómez. Se han conservado al menos 9 cartas del Apóstol dirigidas al heroico matancero por medio de las cuales se estableció un estrecho vínculo de amistad y de compromiso mutuo en la organización de la gesta libertaria cubana que se inició el 24 de febrero de 1895 con el Grito de Baire. Juan Gualberto Gómez a cargo de la coordinación de los levantamientos en armas en la Isla se alzó en Ibarra, en la provincia de Matanzas con el aporte militar de López Coloma. El movimiento fue abortado por las tropas españolas. Coloma fue condenado a fusilamiento y Gómez, de nuevo, enviado a la cárcel y al destierro.
El ilustre ex esclavo se convirtió en un líder de las tareas libertarias de los cubanos. Su ensayo “Por qué somos separatistas”, en el que combatía el anexionismo y la falsa noción de que España aliviaría su control colonial sobre la Isla, afirmaba que el único destino de Cuba era su plena independencia y que en la lucha, tanto negros como blancos, debían unirse para lograr tan gloriosa meta. Ese trabajo le ocasionó un arresto por 8 meses y la amenaza de un nuevo y definitivo destierro; pero en lugar de escapar hacia los Estados Unidos, como algunos amigos le sugirieron, Gómez decidió quedarse en Cuba enfrentándose a sus oponentes por medio del sistema legal, siendo sus victorias una puerta de salvación para muchos otros cubanos.
José Martí con su incansable vocación de patria, estableció contacto personal con Juan Gualberto Gómez. Se han conservado al menos 9 cartas del Apóstol dirigidas al heroico matancero por medio de las cuales se estableció un estrecho vínculo de amistad y de compromiso mutuo en la organización de la gesta libertaria cubana que se inició el 24 de febrero de 1895 con el Grito de Baire. Juan Gualberto Gómez a cargo de la coordinación de los levantamientos en armas en la Isla se alzó en Ibarra, en la provincia de Matanzas con el aporte militar de López Coloma. El movimiento fue abortado por las tropas españolas. Coloma fue condenado a fusilamiento y Gómez, de nuevo, enviado a la cárcel y al destierro.
En el proceso de la guerra independentista, Juan
Gualberto Gómez alcanzó el grado de general. Al término de la guerra fue un
oponente a la intervención estadounidense y a la llamada enmienda Platt. Fue un
guardián de la República, hasta su muerte acaecida en el año 1933.
No podemos terminar esta breve reseña sin mencionar que
de manera póstuma Juan Gualberto Gómez ha sido objeto de merecidos honores. Al
pueblecito en que nació se le ha asignado su nombre, el aeropuerto
internacional de Matanzas-Varadero lleva también su nombre. Tenemos entendido
que éste es el segundo aeropuerto en importancia en la Isla después del de La
Habana.
En el pueblo de Unión de Reyes, a pocos kilómetros de
Juan Gualberto Gómez (recordemos que éste es el nombre oficial del poblado de
Sabanilla del Encomendador) se ha establecido un museo que dispone de un amplio
departamento dedicado íntegramente a la memoria del ilustre patriota de la raza
negra. En La Habana su bisnieta Mercedes Ibarra Ibañez, la última mujer
descendiente directa de Juan Gualberto Gómez, recientemente pronunció estas
palabras: “Ya contamos con un espacio dedicado a su figura –refiriéndose a su
bisabuelo-, que es el Museo Casa Juan Gualberto Gómez situado en Empedrado
entre Compostela y Habana, en la Habana Vieja. Allí todo el mundo podrá
acercarse a sus objetos de trabajo y de uso personal, sus libros y su
documentación conservada por la familia, Otros museos municipales como el del
poblado Juan Gualberto Gómez, de Unión de Reyes y el Museo Municipal de Arroyo
Naranjo también han reservado un espacio para su figura”.
En un artículo aparecido en la revista “Bohemia” el 11 de
junio del 1954, titulado “Así se forja una Nación”, y al que no se le señala el
nombre del autor, dedicado a reseñar la conducta de Juan Gualberto Gómez en
Cuba Republicana, aparecen estas palabras que citamos como epílogo a este
modesto trabajo:
“Son los tiempos finales. Vive en una modesta casita de
madera. Está muy enfermo. Maltrecho el cuerpo sufre en medio de la escasez
económica. El 5 de marzo del 1933, cuando ya la dictadura machadista se
tambaleaba, cerró sus ojos para siempre Juan Gualberto Gómez y Ferrer, un
cubano cabal, cuyo recuerdo vivirá eternamente entre los cubanos de todas las
épocas, como un símbolo magnífico de patriotismo y lealtad a las ideas”.
Reproducido de www.libreonline.com
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