16 de septiembre de 2010


MARIA CALLAS,
SU MITO Y SU VOZ

- A Agatha Christie y a María Callas, a más de compartir una común y justa fama universal, en cierto sentido las une también el calendario. Si la genial novelista nació un 15 de septiembre en 1890, otro día similar de las postrimerías de un verano, el 16 de septiembre de 1977, se apagaba para siempre la voz, (que ya no era sombra de lo que había sido), de la más controvertida y temperamental cantante de ópera del siglo XX. [adg]

Anna María Kaikilía Sofía Kalogeropoúlou había nacido en Nueva York el 2 de diciembre de 1923, hija de inmigrantes griegos. Su padre, George Kalogeropoulos, convenientemente cambió su apellido por el de Callas.

A la hija, devenido su nombre en María Callas, se le llamó como antes a la célebre Claudia Muzio, «La Divina». La súbita pérdida de peso y los desajustes de su vida emocional aceleraron el deterioro de su voz y le acarrearon múltiples críticas además de acortar su longevidad vocal. El fenómeno Callas duró apenas algo más de una década pero su irrupción en el mundo de la lírica dejó una marca imborrable y visionaria.

La flexibilidad de su caudalosa voz, su extraordinario timbre personal, su gran talento dramático y la versatilidad de su repertorio la hicieron la más famosa actriz-cantante de su época.


A los catorce años María Callas viajó a Grecia en unión de su madre y hermana tras la ruptura del matrimonio de sus padres. Allí comenzó sus estudios de música y canto y un año después de su llegada ya actuaba en Atenas en un papel secundario de la ópera Caballería Rusticana. Su verdadero “debut” en un papel importante fue en 1941 en la propia Atenas, y el primer gran éxito en la capital griega ocurrió al año siguiente con el papel protagónico de la ópera Tosca de Puccini.

La relación entre María y su madre era difícil. La madre presionaba a María con sus clases, solicitando a sus profesores que le informasen de todos sus avances; y por otro lado comparaba a María con su otra hija, calificándola de «gorda», poco agraciada y únicamente atractiva por su voz. Años después, María confesaría a la prensa que su madre la apoyó solamente para tener algún sustento económico y que si bien admiraba su fortaleza y agradecía ese apoyo, nunca se había sentido querida por ella.

Al finalizar la II Guerra Mundial decidió regresar a Estados Unidos. Poco después protagonizó su primer gran desplante. Se le habían ofrecido los papeles principales nada menos que en el Metropolitan Opera House de New York para la temporada 1946-47 de las óperas Fidelio y Madama Butterfly. María rechazó la oferta porque no quería cantar Fidelio en inglés y porque consideraba que Madama Butterfly no era la más apropiada para su debut en los Estados Unidos.

Sus éxitos formaron una corta pero impresionante cadena de actuaciones en las principales salas operáticas del mundo. La de Chicago, la de Verona, la Escala de Milán, Berlín, Roma, el Covent Garden de Londres, Venecia, el Palacio de Bellas Artes de Ciudad México, el Teatro Colón de Buenos Aires... Y el propio Metropolitan de NY, donde debutó en 1956. En Lisboa cantó con Alfredo Kraus una de las representaciones más aclamadas de La Traviata de Verdi. Esta función es considerada, pese a su sonido precario, como la mejor grabación que se haya hecho de esta ópera.

María Callas mostró tener un carácter muy fuerte y determinante en sus decisiones, lo que se evidenciaría en el trato con su madre y más tarde con Aristóteles Onassis. Su voz en los pianos era bellísima, pero acusaba un timbre metálico que no sabía anular con técnica. En sus mejores tiempos fue llamada una "soprano assoluta" o "soprano sfogato".

En Italia conoció a su primer esposo: un acaudalado industrial de la construcción 30 años mayor que ella y decisivo en la gestión de la incipiente carrera de la soprano, con el que se casó en 1949.

Mujer alta y muy corpulenta, decidió bajar de peso para "hacer justicia a Medea", papel que interpretaría en La Scala de Milán. Entre 1953-54 bajó más de 36 kilogramos (unas 80 libras). Cuando reapareció como la tísica Violetta en la puesta en escena de Luchino Visconti de La Traviata en un primer momento ni el director orquestal Carlo Maria Giulini la reconoció.

En 1958 la acitud de María Callas volvió a provocar un gran escándalo en la prensa. Fue por una representación de Norma en la ópera de Roma el 2 de enero de 1958 en honor del Presidente de Italia, Giovanni Gronchi, y su esposa. Desgraciadamente María había contraido un resfriado y se informó al teatro que se le debía substituir, pero La Scala se negaba a sustituirla. María, contra las órdenes de los médicos, salió a escena pero tuvo claro desde la primera nota que su voz estaba en mala condición. Al final del primer acto, media audiencia no se mostraba satisfecha. María huyó rápidamente por una puerta trasera, y anunció que lo había hecho porque no estaba a la altura del público milanés. Al avisar al teatro de su situación vocal, la empresa había respondido: «Nadie puede sustituir a la Callas»), lo que enfureció al público milanés. El público estaba rabioso pero María fue excusada cuando recibió la llamada de la Señora Gronchi, quien le aseguró que ni ella ni su marido se habían ofendido.

El 3 de noviembre de 1959, María Callas dejó a su marido Giovanni Meneghini por el magnate naviero griego Aristóteles Onassis, un idilio que la prensa de la época difundió exhaustivamente. Esta tortuosa relación sentimental se convertiría en una verdadera «tragedia griega».

La soprano se retiró durante un breve tiempo mientras duraba su relación con Onassis, y a su regreso (por falta de práctica y excesiva vida social) a nadie se le escapó que su voz había perdido fuerza y evidenciaba los signos de decadencia que ya se habían advertido años antes.


En 1966 renunció a la ciudadanía estadounidense y tomó la nacionalidad griega. De esta manera técnicamente anulaba su matrimonio con Meneghini. Tenía la esperanza de que Onassis, a quien en verdad amaba, le propusiese matrimonio, pero Onassis nunca la complació bajo diversos pretextos. Onassis la abandonó abruptamente para casarse con Jacqueline Kennedy. La Callas, herida en lo más profundo de su orgullo, nunca pudo superar el mal trance por el abandono de Onassis y jamás se lo perdonó.

Se instaló definitivamente en París en la más completa soledad hasta su muerte a los 53 años. (Esta etapa sería recreada en la película Callas Forever, dirigida por su amigo Franco Zeffirelli).

El 16 de septiembre de 1977 María se despertó en su casa de París. Desayunó en la cama y fue hacia el cuarto de baño. Tenía un dolor punzante en el costado izquierdo y se desmayó. Fue llevada otra vez a la cama y bebió un café fuerte. Reclamaron la presencia del médico del mayordomo, que salió inmediatamente hacia la residencia de Maria, quien murió antes de que llegara.

Su funeral tuvo lugar el 20 de septiembre y su cuerpo fue incinerado en el cementerio parisino de Père Lachaise. Las razones de su muerte quedan poco claras: oficialmente se trató de una «crisis cardíaca», pero no se descarta que se suicidara ingiriendo una dosis masiva de tranquilizantes. Su urna fúnebre fue robada y encontrada unos días más tarde. Tras su recuperación se dispersaron sus cenizas en el Mar Egeo.


El mayor don de María Callas se hallaba en su innata musicalidad que le permitía internarse instintivamente en el universo personal de cada compositor sin importar los defectos vocales en los que a veces incurría. Callas supo hacer de sus defectos sus mayores virtudes. Magnética en escena, no fue sólo una gran soprano con dotes vocales inusuales, sino también una gran actriz que supo encarnar sus personajes de un modo único.

Desafortunadamente parte su fama no obedeció sólo a razones artísticas. Su vida privada y su relación con Aristóteles Onassis hicieron que ocupara portadas de la prensa rosa cuando su carrera estaba prácticamente terminada. En realidad, después de iniciar su relación con Onassis entró en declive. Más allá de anécdotas sin interés, se olvida todo lo que había aportado al género lírico en una época en la que el público empezaba a alejarse de los espectáculos convencionales y rutinarios.

Con la ayuda de Wikipedia.org
Foto. Google

María Callas canta "Oh mio Babbino Caro" de Giacommo Puchini, en el Royal Festival Hall, Londres, el 26 de noviembre de 1973:

http://www.youtube.com/watch?v=SvrHxQ3qjAE&feature=related

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