13 de septiembre de 2010


EN EL CENTENARIO DE JOSÉ ÁNGEL BUESA

- Manuel Díaz Martínez

El pasado día 2 de septiembre se cumplieron cien años del nacimiento de José Ángel Buesa. Nació en un pueblo cubano llamado Cruces y quizás fue el poeta más popular y publicado de la isla, hasta que se fue al exilio.

A partir de entonces, por “desertar”, la dictadura castrista le aplicó, durante años, como a muchos más, el castigo del silencio absoluto. Uno de sus libros, Oasis, había conocido hasta entonces veintitantas ediciones. Buesa también tuvo éxito en la radio como libretista de series de aventuras. La más famosa fue Rafles, el ladrón de las manos de seda, que se trasmitía, si no recuerdo mal, a las 8 ó 9 de la noche por CMQ Radio.

Conocí a Buesa cuando yo empezaba a escribir, allá por los 50. Me deslumbraron su dominio del francés y su pasmoso conocimiento de la poesía escrita en este idioma. Y de la escrita en inglés. Su erudición poética era asombrosa.

Me publicó unos versos, acompañados de un comentario suyo, en una revistilla de poesía, cuyo nombre ahora se me escapa, que hacía con el poeta chileno Alberto Baeza Flores, entonces afincado en Cuba.

Un domingo por la mañana, en aquellos días, mi madre entró en mi habitación y me dijo que en la sala estaba un señor llamado José Ángel Buesa, que quería verme. Pensé que iría a insultarme por una crítica tan destemplada como pedante que yo le había propinado a su poética, días atrás, en un periódico.

Mi sorpresa fue grande cuando, lejos de reprocharme nada, me dio un ejemplar dedicado de su libro Hyacinthus, al tiempo que me decía que me llevaba ese libro para que yo viese que él no sólo escribía poemas de amor para modistillas -poemas que escribía, me confesó, por pura necesidad pecuniaria-.

La última vez que nos vimos fue poco tiempo antes de que se marchara de Cuba. Era una mañana lluviosa. Caminaba yo por una calle de Miramar cuando se me acercó un auto, cuyo conductor, él, me preguntó adónde me podía llevar. Lo acompañaba su hija, una de las mujeres más bellas que he visto en mi vida. Sin duda, el mejor poema erótico de Buesa. Totalmente libre de la mala influencia que fue para el poeta el neorromanticismo galante de Paul Géraldy.


http://diazmartinez.wordpress.com



BALADA DEL LOCO AMOR

José Ángel Buesa

I

No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;

sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,

cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.

No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.

Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,

la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.

Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,

pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

II

Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene aprisa;

pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco

lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.

Así ocurre que un niño travieso se divierte,

y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.

Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,

porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.

Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde,

y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

III

No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.

No diré que esa noche que sólo a ti te digo

se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.

No, no diré esas cosas, y, todavía menos,

la delicia culpable de contemplar tus senos.

Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,

que era como la llave de una puerta cerrada.

Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,

y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.

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