No me digas que estás muerta,
Olga de cielo y de mar,
porque “tú me acostumbraste”
a tu acento de cristal.
No me digas que estás muerta
o que en otra vida estás.
Tú eres igual que el bolero,
y el bolero no se va.
Quiero escuchar, santiaguera,
tu voz de cañaveral.
Dime que vuelves a Cuba
con sabor de eternidad.
Dime que en Cuba no hay hambre,
ni paredones de sal,
ni cárceles, ni mordazas,
ni torturas, ni maldad,
ni me digas que estás muerta:
“Miénteme, miénteme más”.
Luis Mario
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