21 de julio de 2010


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Abuelo se fue al Acuario

Miguel Cossío
El Nuevo Herald

A pesar de tener 14 nietos conocidos, Fidel Castro se fue esta semana al Acuario sin ninguno de ellos. El paseo no ameritaría mayor comentario si se tratara de otro abuelo cualquiera. Los abuelos merecen de vez en cuando darse sus escapaditas en solitario. Pero es él y su circunstancia.

Según la crónica oficial, Castro se interesó sobremanera por la relación que se establece entre los entrenadores y los animales del acuario, algo comprensible en alguien que ha gobernado un país como sólo él lo ha hecho.

Granma asegura que durante el espectáculo acuático ofrecido al comandante en jefe, como ha vuelto a llamarle la prensa cubana, tres hermosas delfines hembras ``saludaron varias veces a Fidel, creando aros de burbujas y parándose de cabeza''.

Se trató de una de las cinco apariciones públicas que en nueve días el hombre prodigó, y en los que visitó un centro de investigaciones científicas y otro dedicado al estudio de la economía mundial. Grabó un programa-monólogo en la televisión oficial, donde sus acompañantes terminaron como invitados de piedra. Y al finalizar la semana, se presentó en la Cancillería, tal vez para regañar al funcionario que, por quedarse dormido, obvió dos importantes párrafos de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Irán, que lo llevó a errar en sus pronósticos belicistas.

Fue en el Centro de Estudios de la Economía Mundial donde dictó la orden a los investigadores de dedicar cuatro horas diarias al análisis de predicciones suyas acerca del peligro en ciernes de una guerra en el Medio Oriente.

¿A qué obedece el performance político que está montando?

Se ha señalado que el dictador ha salido al ruedo público con el propósito de agitar el avispero mediático en torno a su figura, para opacar así el proceso de las excarcelaciones de presos políticos. Es posible que quiera también dejar claro que sigue vivo, presente, moviendo los hilos finos y gruesos del poder, escupiéndole al mundo, su mundo, que éste no es el fin de su historia.

En el acuario, Castro repitió su visión de que el planeta enfrenta ``dos peligros tremendos'': la guerra y la extinción del medio ambiente. Cree que su visita al lugar mitiga la imagen incendiaria que se ha labrado, presentándose como un abuelito amante de la naturaleza, preocupado por los males de la humanidad, que habla con niños y busca la paz.

¿Por qué se empeña entonces en predecir una guerra nuclear, a contrapelo incluso de lo que afirma el gobierno iraní, de que tales pronósticos carecen de base? Porque su estrategia ha sido siempre escalar el conflicto, para apagar sus causas. Porque, dolido, como está en su ego, sueña con la guerra para que la historia lo absuelva.

¿Qué viene tras estas apariciones públicas? ¿Un gran escenario con alfombra roja? ¿Una aparición fugaz en el acto del 26 de julio en Santa Clara, con cámaras y medios del mundo esperando su saludo? ¿La apoteosis fabricada? ¡Quién sabe!

Mientras nos enteramos, una sugerencia a los abuelitos cubanos para cuando vayan al acuario: tomen pacientemente a sus nietos de la mano. Los delfines actúan, crean burbujas y se paran de cabeza para todos. Incluso en la más oscura de las noches.
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