25 de abril de 2010


Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
Tú me hiciste cayado de ese leño
en que tiendes tus brazos poderosos.

Vuelve los ojos a mi fe, piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

¡Oye, Pastor, que por amores mueres!
No te espante el rigor de mis pecados.
Pues tan amigo de rendidos eres,

espera, pues, y escucha mis pecados.
Pero, ¿cómo te digo que me esperes
si estás, para esperar, los pies clavados?

Félix Lópe de Vega
____________________________

No hay comentarios:

Publicar un comentario