25 de abril de 2010

NI ANTO NI TAN POCO


Ni tanto.... ni tan poco

José T. Castellanos

No, no creo que produzca la calvicie (que para un hombre de verdad no tiene la menor importancia), ni tampoco la homosexualidad, que si tiene alguna importancia. Pero el Pollo de Granja, dígalo Evo o el Cojo de Garapachivei, es un bastardo. No conoce a su madre ni a su padre. Ni siquiera ha sentido a un adulto de su especie cantar o cacarear en su entorno. Bueno, es un pollo artificial.

La gallina o el pollo, que comíamos en tiempos anteriores al desarrollo de la industria avícola, era un animal "atlético". Se pasaba el día escarbando, y por ende desarrollando los músculos de la pata, del muslo y supongo que hasta del encuentro. No tengo que decir que además del alimento que este animal se agenciaba caminando y escarbando, todo el día, recibía también su ración de maíz y otros alimentos. Pero, eso si, en cantidades que no lo conducían al sobrepeso. Y mucho menos a la obesidad.

Dormía, como todo un atleta en competencia, desde el obscurecer al amanecer, y se tiraba del árbol donde dormía, en un pequeño vuelo que le permitía el sano desarrollo de sus alas.

Si digo que dormía en un árbol, será facil de entender que vivía a la intemperie, disfrutando del sol y de la lluvia y de todas las bendiciones que estos elementos traen a los seres vivos.

Otra cosa es que este pollo (le llamaremos natural) y que todo el mundo comía, aproximadamente, hasta la segunda mitad del Siglo XX, nunca llegaba siendo un bebé a la cocina, sino que, cuando mas joven, tenia ya, por lo menos, seis meses de nacido.

Pero... olvidando las declaraciones del pintoresco Evo, volvamos al obligado pollo de granja. Digo obligado, porque este es el que podemos comer, al menos la mayoria de nosotros. El otro pollo, criollo, natural o de patio, cuando se encuentra, es escaso y caro. Este pollo de granja, en su iluminada cárcel, come día y noche, como comen algunos amigos míos. Y... en consecuencia, comiendo día y noche y sin hacer el menor ejercicio, no camina, no vuela, no escarba, se pone obeso. Y a los tres meses de nacido, a veces antes, es ya un montón de grasa. Y, aunque usted le quite el pellejo, que es donde reside lo peor de esta grasa, todavía habrá mucha otra en todo la carne de este pobre animal (yo, al menos, lo cocino al vapor). Y es verdad que usan alimentos concentrados. Y vaya usted a saber cuál de los elementos de esta concentracion es algo, digamos, ciertamente, sospechoso de ocasionar problemas. ¿Usted recuerda lo de las vacas locas?

Y lo de las hormonas de crecimiento, no me consta... pero... ahí lo dejamos, porque con lo anterior es ya bastante.

José T. Castellanos
Ilustración: Google

2 comentarios:

  1. Anónimo4/26/2010

    Buenos días Señor Castellano:
    El artículo suyo está super bueno, muy detallado sobre la vida de nuestros pollitos aquellos criados con maíz en el patio de la casa.
    Criados sin apuros dejando a la naturaleza cumplir su ciclo de crecimiento. Sino me fallan los recuerdos hasta tenían un sabor diferente.
    Ahora solo quiero pedirle un favor no me les llame, bastardos, que tienen madres, esas pobres gallinas, que según he escuchado tienen la misma vida miserables de sus hijos, aunque las de estas pudiéramos decir que mas, porque están obligadas a trabajar sin cesar en la producción de huevos, que después irán a incubadoras, para la producción de pollos comestibles, o a los supermercados para que los compremos y podamos comerlos después en una rica tortilla a la española.
    Saludos,
    Gladys Gutiérrez

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  2. Anónimo4/26/2010

    Muy correcta su observacion en defensa de esas pobres gallinas que no han podido nunca saber lo que es ser madres ni acurrucar bajo su alas a uno de sus hijos.

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