Las Posadas
¿Eres tú,
José? ¿Tu esposa es María?
Entren
peregrinos; no los conocía.
Entren
Santos Peregrinos,
reciban
esta mansión.
Aunque es
pobre esta morada,
se las
doy de corazón.
Tradicional
Los aborígenes de
la Nueva España (actual México) celebraban, por las mismas fechas de la Navidad
cristiana, una importante fiesta en honor del nacimiento del dios de la guerra,
Huitilopochtli. El pueblo azteca solía comprar un esclavo propicio para ofrecer
al dios Quetzalcóatl quien, según sus creencias,
bajaba a visitarlos durante las fiestas en conmemoración del sol viejo.
Transcurridos los nueve días que tomaba esta celebración el esclavo era sacrificado
en honor de la luna.
Los frailes agustinos
promovieron otra celebración con características cristianas, planteando que la nueva tradición serviría
como preparación para recibir a Jesús en cada corazón el día de Navidad propiciando
así la conversión al cristianismo. Las Misas de Aguinaldo y su posterior evolución
en la celebración de “pedir Posada”, se
crearon desde los primeros tiempos de la evangelización. En efecto, en 1587 el fraile agustino Diego Soria solicitó autorización al Papa para llevar a
cabo nueve misas en los días anteriores a la Navidad y así celebrar el
nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo como el verdadero sol y luz del mundo, a
lo que el Vaticano respondió afirmativamente.
Estas misas se
llamaron “Misas de Aguinaldo” y se realizaban en los atrios de las iglesias. Al
mismo tiempo se representaban escenas de la Navidad y a su terminación de
realizaban festejos con luces de bengala, piñatas y villancicos.
A finales del
siglo XVIII estas estrepitosas misas dejaron de celebrarse en México, aunque
aún en día constituyen una de las mayores celebraciones populares en otros
países de Hispanoamérica, particularmente en Venezuela y Puerto Rico, donde por
normativa eclesiástica se deben celebrar solamente de madrugada, ya que el
tiempo de Adviento en el que se realizan es un tiempo de recogimiento y sobriedad.
En México, y para
reemplazar la festividad desbordada de esas Misas, los fieles decidieron
preparar celebraciones en sus propias casas, repitiendo las dramatizaciones que
se celebraban en los templos, particularmente el recorrido de José y María a su
llegada a Belén pidiendo posada y albergue ante el inminente parto. Estas posadas
comenzaron a celebrarse durante nueve noches consecutivas, en las que cada
noche se pedía “posada” en una casa distinta. Una devoción popular que perdura
y a la que adhieren en Estados Unidos inmigrantes de otros países de la América
hispana. Cada noche, cantos alusivos acompañan a los peregrinos y, a la
terminación del acto, todos comparten dulces y golosinas ofrecidas por los
dueños de cada “posada”.
Las “piñatas”
fueron y han sido otro elemento característico de las posadas. Sobre ellas
versa un artículo publicado en este blog el pasado año, que puede reproducirse pinchando el siguiente
enlace:
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