26 de diciembre de 2014

La Nochebuena que celebrábamos los cubanos

La Nochebuena
que celebrábamos los cubanos

Gladys Linares. CUBANET

LA HABANA, Cuba -Desde el pasado colonial, la Nochebuena y la Navidad son las fiestas tradicionales de la familia cubana, a pesar de las infructuosas artimañas creadas por la dictadura de los Castro para acabar con ella. Estas festividades de diciembre unen a la familia, pues son la ocasión perfecta para manifestar nuestro cariño hacia familiares y amigos.

Jorge Fernández Hevia (68 años) es uno de los miles de cubanos que no ha dejado perder la tradición. Él opina que, aunque no lo parezca, los más viejos transmiten la costumbre a los más jóvenes. Me cuenta que nació y creció en Párraga, un barrio marginal. Su familia era pobre, pero su abuela materna, que era cocinera en una casa de Miami, venía todos los años a pasar la Navidad con la familia y les traía regalos. Hasta que en 1960, los de Inmigración le advirtieron que si volvía a salir no la dejarían regresar, y ella decidió no alejarse definitivamente de su familia.

En Nochebuena nos reuníamos 17 o 18 parientes, entre abuelos, padres, tíos y primos. Se asaba un puerquito en el patio, con carbón y en púas”. Jorge recuerda la calzada de Bejucal adornada con guirnaldas de colores, y a pesar de que era estrecha y con árboles a todo lo largo, se llenaba de quioscos de chucherías como nueces, avellanas, uvas, manzanas, peras, turrones. “Una familia de por allí hacía unos buñuelos muy sabrosos que mi mamá compraba para la cena. Cenábamos sobre las 12 de la noche. El 25 nos ponían ropa nueva, comíamos la montería (la comida de la noche anterior) y por la tarde nos llevaban a ver vidrieras.

Se comía con vino, incluso los niños. Como era una fiesta familiar, los adultos se cuidaban mucho de emborracharse. Siempre había un plato dispuesto para quienes pasaban a saludar, que por lo general picaban algo y se iban a hacer otras visitas. Ahora la comida es casi racionada, no podemos invitar a nadie ni queda nada para la montería. Muchas veces hemos guardado el pollo de la cuota para ese día, aunque siempre he tratado de comprar un pedacito de puerco para comerlo con arroz, frijoles, yuca con mojo y ensalada. Pero este año no sé: esperé mucho y ya la libra de pernil está a 35 pesos”.

Rafaela León Padrón (68 años), por su parte, me cuenta que nació en San Nicolás de Bari, en Güines, en la finca La Guadalupe, donde su familia tenía una pequeña parcela para el autoconsumo que les había dado el tío abuelo, dueño de la finca.

Hasta en el monte, celebrábamos la Nochebuena

Aunque estábamos en medio del monte, celebrábamos la Nochebuena. Las aves, el puerco, las viandas, los dulces criollos como buñuelos, dulce de naranja y de coco, todo salía de la finca, y los tíos de La Habana, que iban a pasarla allá con nosotros, llevaban todo tipos de chucherías como turrones, avellanas, nueces, castañas, uvas, manzanas, dátiles, higos. Y para mi abuela, turrón de yema, su preferido. Mis tíos tenían un negocio de pescadería en La Habana, y llevaban pescado para asar. Llevaban también vino dulce y vino tinto. Siempre sobraba comida. Antes se ponía, además del puerco, guineo y pavo. Algunas familias –como la nuestra- incluso un buen pargo. Hoy solo hay dos opciones: o el pollo de la cuota o un pedacito de puerco.

“En mi casa se criaban dos tipos de puerco: para asar, alimentados con palmiche, porque no tenían grasa y la masa era más sabrosa, y los de ceba. Estos se criaban con un sancocho de viandas, la leche que sobraba, y además caña y miel.

Nancy Martínez Valdés (77 años) nació en Pedroso e Infanta, en el Cerro. Su padre era trabajador de la construcción (granitero de la compañía Luis Mion). “En mi casa se compraba el lechón asado. Pero además, se asaban 4 o 5 guineos que ponían alrededor del lechón. Luis Mion era italiano, y daba un aguinaldo generoso, con el que hacíamos una buena cena: arroz, frijoles negros, congrí, una ensalada de tomates con lechuga americana y rabanitos, turrones de todo tipo (Alicante, Gijona, yema), membrillo con guayaba, dátiles, higos, vino tinto, vino dulce para los niños. Las manzanas se asaban y se acaramelaban. Al día siguiente, la montería. No había 25 sin ropa nueva, y vestidos de estreno nos llevaban a ver vidrieras.

“El puerco se vendía a 25 centavos la libra en pie en Diez de Octubre y Dolores (ya entonces nos habíamos mudado para Lawton). La calzada se llenaba de quioscos y se vendía de todo. La última vez que comí dátiles e higos fue en Alemania, porque aquí hace rato que no hay. Nuestros nietos no los conocen, ni a los albaricoques”.

Después de 1959, cenábamos a escondidas

Otra de mis entrevistadas, una señora que pidió no ser identificada, me contó: Antes, los jefes te daban el aguinaldo, que desapareció con las intervenciones. Después del 59 cenábamos a escondidas, hasta que vino el papa. Como a partir de entonces el gobierno dio el 25 feriado, nosotros nos cogimos el 24, porque aunque la Nochebuena no estaba prohibida por ley, sí lo estuvo tácitamente. Recuerdo que en 1960 yo tenía un bello arbolito de los EEUU, pero el gobierno comenzó una campaña por el arbolito hecho de matas cubanas, y los que ponían los norteamericanos eran mal vistos. Por lo tanto, tuve que comprar el cubano, que no me duró dos años, y luego ya no me atreví a poner el otro”.

Al pedirles que hicieran un cálculo del costo aproximado de una cena de Nochebuena en la actualidad, todos coincidieron en que hoy en día lo más importante es comprarlo todo con bastante tiempo de antelación, porque a medida que se acerca el 24 los precios se disparan, y no bajan sino hasta enero. A diferencia de como ocurría en el capitalismo, dicen algunos, cuando los comerciantes hacían rebajas para las festividades.

Por solo poner un ejemplo, para 4 personas sería: Libra y media de frijoles negros (a 18 pesos) más tres de arroz (a 5), equivalen a 27 más 15, 42 pesos. 6 libras de yuca (a 3 pesos) son 18 pesos. Para condimentos (ajo, cebolla, ají pimiento, comino, naranja agria) se necesitan unos 50 pesos. Un pernil pequeño, de unas 10 libras, puede costar 350 pesos (a 35 pesos la libra de carne para asar), y si es mayor, más caro (hay una carnicería estatal en 15 y Dolores donde el pernil está a 21 pesos la libra, pero según varios de mis entrevistados la realidad es que nunca hay. Algunos dicen que ya traen nombre y apellidos). Una ensalada de tomate (12 pesos) y lechuga (10 pesos por mazo) requiere 34 pesos. En total, alrededor de los 500 pesos, bastante más que el sueldo de un mes.

Hoy, una familia tiene tantos gastos que para Nochebuena compra si acaso lo imprescindible. Delicias como vinos, sidras o turrones son ahora meros recuerdos para muchos, o desconocidas para otros tantos. Solo en un turrón de cada tipo (Gijona, Alicante, yema y nata de nueces, por ejemplo) se gastarían más de 10 CUC. El vino de mesa más barato cuesta más de 4 CUC, con excepción de los dulces y moscatel de fabricación artesanal, que pueden costar entre 35 y 60 pesos cubanos. “No es que nos gusten mucho, pero al menos comemos con vino”, me dice un vecino.

En resumen, opinan mis entrevistados, antes la mesa de Nochebuena era alegre y bien provista. Gracias también a la ayuda de la Iglesia y el gobierno, que daban golosinas para los niños y cenas para los menos favorecidos (sin distinción de ideología o credo). Hoy, en cambio, muchos que ni siquiera se consideran pobres en comparación con la realidad actual, tienen que ajustarse a un presupuesto para poder cenar ese día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario