23 de diciembre de 2014

Xiomara Alfaro, la risa y la canción

 
La risa y la canción

Rev. Martín N. Añorga

           Hoy quiero dedicar mi artículo a Xiomara Alfaro, una gloria musical de Cuba  cuya voz paseó el mundo. Ha sido llamada “La Alondra de la Canción” y también “El Ruiseñor de la Canción”.  Xiomara está disfrutando de un merecido retiro en un acogedor pueblo del suroeste de Florida, y ya no aparece en los grandes escenarios que en el pasado les fueron propicios, aunque estamos seguros de que personas incontables la identificarían por su voz única y preciosa entonando la bella melodía Siboney.  Xiomara es una voz de ayer que se hace siempre de hoy.

            Siboney es una antológica canción que compusiera el legendario autor Ernesto Lecuona en el año 1929. ¿Recuerdan sus frases iniciales?  “Siboney, yo te quiero, yo me muero por tu amor”.  Esa canción ha sido traducida a varios idiomas.  En inglés la hizo famosa Bing Crosby en el año 1945; pero en nuestro idioma, la glorificó Xiomara Alfaro “con su voz de soprano de coloratura de impresionantes agudos”.

            Conocí personalmente a Xiomara y a su esposo el genial músico panameño Rafael Benítez, hace un par de décadas. Hoy día Rafael y Xiomara cuentan encantados más de 50 años de un matrimonio feliz y ejemplar. Son cristianos militantes que viven y proclaman con nobles actos la fe que les sostiene.

            Algo que me ha llamado la atención de Rafael y Xiomara es la sencillez que les caracteriza. Viven humildemente, sin las paredes cubiertas de proclamas ni las vitrinas repletas de trofeos. Hablar con ellos es un contrato con la alegría. A Xiomara hay que escucharla reír. Si bien su canto es un regalo celestial, su risa es un encanto, desbordante, musical y contagiosa. Parece una adolescente cuando expresa su alegría. La hemos visto con la salud quebrantada; pero jamás con su risa clausurada. Le hemos conocido, como a todo ser humano, en momentos de quebranto y dificultades; pero jamás la hemos visto huérfana de su risa. Es una mujer feliz, con larga historia de triunfos sobre sus hombros, siempre anclada en los brazos de su esposo, y haciendo gala de una simpatía con perfil angelical.

            Xiomara nació un sábado 11 de mayo, pocas horas antes de la celebración del Día de las Madres. El año no lo mencionamos a pesar de que a ella no le molestaría, sino porque a nosotros nos interesa ser respetuosamente discretos. Su primera intención fue la de hacerse enfermera, vocación  propia de alguien que ama al prójimo que espera que manos amables le alivien el dolor; pero le gustaba cantar, a solas y sin maestros.

          Cuenta ella que conoció a un joven bailarín llamado Alejandro a quien le gustaba escucharla cantar, y en cierta ocasión la invitó a que acudiera al Teatro Martí donde se llevaría a cabo el ensayo de una revista musical llamada “Batamú”. El director y compositor de la revista, el profesor Obdulio Morales le pidió que interpretara una canción. “Yo canté Siboney” –cuenta Xiomara, y añade con matiz de ingenuidad, “y acto seguido me contrató”.  Ese fue el comienzo de una larga carrera de más de medio siglo de éxitos continuados, y siempre coronados con una avalancha de aplausos.

            Poco después Xiomara fue estrella en la revista “Bobelle”, en el afamado centro nocturno “Sans Souci”. Y casi de inmediato cantaba ya como parte de un coro en uno de los más conocidos cabarets del mundo, “El Tropicana”, donde posteriormente fue aclamada como intérprete de canciones como “Luna Rosa”, “Moliendo Café”, “Serenata Mulata” y su inseparable “Siboney”.

            El destino de Xiomara estaba diseñado.  Ya conocida como excepcional intérprete de la música en todas sus variaciones, fue contratada por Katherine Dunham, famosa intérprete de la danza, coreógrafa, autora, educadora y activista social, quien falleciera a la edad de 96 años dejando atrás una estela de respeto para las personas de la raza negra que incursionaron por los bellos caminos del arte.  Por vez primera participó Xiomara de una gira por el continente europeo, actuando en España, Portugal, Bêlgica y Francia, llegando, incluso, a Grecia.  Después de este recorrido extra continental, Rafael y Xiomara fueron conquistadores del mundo en reiteradas ocasiones.

          Al regresar a La Habana volvió, ya como intérprete de fama mundial a El Tropicana, y de aquí se convirtió en la viajera que difundió en disímiles escenarios la voz de la música cubana, con espíritu patriótico y muy respetable profesionalismo.  Cuando uno habla con Rafael Benítez, esposo y admirador número uno de Xiomara, se fascina escuchando las anécdotas de las experiencias vividas en las grandes ciudades de América Latina, Estados Unidos, Europa y otros distantes rincones del mundo. “¡Conozco más de 36 países!”, interviene Xiomara, y exclama que como Cuba no hay otro lugar. Ha hecho saber que cuando muera debe ser incinerado su cuerpo y esparcidas sus cenizas alrededor del mar que acaricia las costas cubanas.

            Un dato muy especial sobre Xiomara es que no tan solo se presentó en teatros y centros nocturnos de renombre, sino que fue estrella radial y actriz de cine. Participó en el filme “Mambo”, con Silvana Mangano y Victorio Gassman.

            Pudiéramos seguir la espléndida carrera de Rafael y Xiomara; pero queremos dedicar parte de este trabajo para referirnos a estas dos distinguidas personalidades en términos de la amistad que nos hermana. En cierta ocasión, ya Xiomara había abrazado la fe evangélica, le pregunté cómo se sentía en el ambiente un tanto mundanal de los clubes nocturnos. Nos confesó que jamás bebía alcohol ni caía en temas impropios de su acreditada identidad profesional.  

          Es más, me dijo en medio de su sonora y contagiosa risa, que siempre terminaba sus presentaciones cantando el “Padre Nuestro”. Le pregunté asombrado, “¿El Padre Nuestro en un cabaret?”. “Pues sí, - me respondió- y si viera como la gente guarda silencio y hasta baja la cabeza, usted no lo cree. Los más grandes aplausos son como un amén a mi Padre Nuestro”.

            Por varios años Rafael y Xiomara participaron de los servicios de Acción de Gracias que celebrábamos en la iglesia de la que fui pastor. Los feligreses no cabían en el templo y afuera del mismo se congregaban para disfrutar de las melodías de Xiomara numerosas personas. Eran mañanas que se convirtieron en inolvidables.  

          Recuerdo que terminadas las actividades se aglomeraban sobre Xiomara, para abrazarla y agradecerle el regalo de su prodigiosa voz, sin que ella manifestara molestia alguna, haciendo una larga fila, los feligreses agradecidos.  No olvido a la ancianita que no quería separarse de Xiomara.  Me dijo, entre lágrimas, que siempre quiso conocerla y que ahora no quería apartarse de ella.

            Durante una larga etapa de diez años Xiomara y Rafael se fueron a residir a la populosa ciudad de Atlanta. Pocas veces vinieron a Miami a participar de actos artísticos, aunque visitaron la ciudad de Tampa, donde Xiomara cubrió de gloria, con el matiz angelical de su voz, los cielos de la histórica urbe donde pronunciara Martí uno de sus más preciados discursos.

            No olvido su última aparición pública en los predios del  Auditorio Dade County. Por el escenario desfilaron figuras casi míticas de la canción. Recuerdo que Blanca Rosa Gil dejó el escenario del famoso anfiteatro con el eco de una de sus más lindas canciones.  Le correspondió  después el número final a Xiomara Alfaro, en una noche que se sentía adolorida para permanecer de pie. Apareció, con su baja estatura, andando despacio y se situó con aire triunfal frente al micrófono. Cuando soltó el poder de su voz, se estremeció el público.  Vi lágrimas en los rostros y hasta vi agigantarse a aquella mujer que nos llenaba el corazón de ternura.  La aplaudieron, de pie, por varios minutos al tiempo en que los gritos de alabanza  resonaban como un impresionante coro de tributos.

            Confieso que esa noche, lloré. Le dije después a Xiomara que nunca había  experimentado una tan intensa emoción.  Ella, con una sencillez adorable, susurró una humilde frase de gratitud a Dios.

            Dos palabras he usado para referirme a Xiomara Alfaro: “RISA Y CANCION”, y lo he hecho así porque Xiomara canta pintando flores en el cielo y ríe con una felicidad y una alegría que nos contagia el corazón de paz.

   Diciembre del 2014   

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