14 de noviembre de 2014

Hermano Victorino, Nº 2

San Juan Bautista de La Salle
Hermano  Victorino: retos de una vocación

Manuel Bonet 

Estaba a punto de subir una entrada de la toma de hábito del Hermano Victorino y sin embargo me he tenido que detener para hablar antes de los retos de su vocación.

Pocos datos tenemos de la familia del Hermano Victorino, así que desconocemos los pormenores sobre cómo vivieron su deseo de ser Hermano. En una Francia con un alto respeto hacia lo clerical, no era apreciado el deseo de ser Hermano. Les invito a leer la obra “La frágil esperanza de un testigo. El itinerario del H. Michel Sauvage” (1923-2001), publicado en la colección de estudios Lasallianos, en especial desde la página 47 a la 55, donde comenta su proceso vocacional inicial.

No sabemos cómo se vivió el proceso vocacional del pequeño Agustín en su hogar. Si hubo comentarios indebidos, al fin y al cabo, era el primer vástago. Aquella decisión no incluía el ser sacerdote, que era más valorado y apreciado. El decidir ser Hermano incluía un cierto repudio incluso social. ¿Por qué ser Hermano, si nunca dirías Misa? ¿Por qué consagrarte al Señor  si permanecerás siempre entre chicos dando clases? Remito a la biografía del H. Michel Sauvage, del que tomo el siguiente fragmento que expresa con creces mi comentario anterior.  “Igualmente evidente  para mí durante mi partida, erla fuerte evidencia de que entrar con los Hermanos era tomar una camino que no conducía al sacerdocio. Muchos en mi entorno lo expresaban preguntando: ¿Por qué renuncias a ser sacerdote? La mayoría no lo entendían. Y algunos no dudaban en expresarme su desaprobación o su tristeza. Mis padres estaban completamente de acuerdo, sobre todo mi padre. Pero mi hermano mayor y más aun mi hermana religiosa, sin hacérmelo notar nunca directamente, aceptaban mal mi elección. La sufrían como una carencia. Necesitaban mucho tiempo para comprender y aceptar”. (Cfr. p. 49).

Cuando los Hermanos llegaron a Cuba, su vocación, para algunos “incompleta”, no era bien vista o comprendida. Recuerdo en mi caso, las burlas y comentarios irónicos de un sacerdote sobre mi vocación como Hermano y era 2002. En las crónicas de la formación del colegio del Sagrado corazón de Jesús en Guantánamo, se narra que “los inicios fueron duros debido a la poca hospitalidad ofrecida por los pobladores que no veían bien a estos “curas extranjeros” vestidos con sombreros de tres picos y estrafalariamente”.

En cualquier caso, el joven Agustín se encontró en medio de muchos chicos de su edad que deseaban ser Hermanos para toda su vida, pues en aquellos años, “la vocación sacerdotal o religiosa era considerada como un honor para la familia, un estado superior. Con un matiz notable: hacerse Hermano no era bien comprendido. Un muchacho capaz de estudiar que entraba en las órdenes, normalmente debía orientarse hacia el sacerdocio. Finalmente y, sobre todo, optar por la Vida religiosa, era renunciar al mundo. Cuando partíamos para el Noviciado menor de los Hermanos, la perspectiva  evidente era que no volveríamos más a nuestra casa. En efecto, los novicios menores no regresaban a sus casas durante las vacaciones. Esa era una gran diferencia con los Seminarios menores. Estos seguían el régimen de los internados de la época: vacaciones en familia más o menos cada seis semanas. Durante las vacaciones, mi hermano, seminarista mayor, vivía en nuestra casa. (Cfr 45-46).

A esto sumemos la experiencia del desarraigo del entorno familiar, los cambios físicos y psicológicos de la adolescencia, el ambiente tan anticlerical que empezaba a respirarse en Francia en estos años. Tuvo valor el joven Agustín al decidir ser Hermano Lasallista, tuvo mucho valor.

Valor para decidir ante las presiones de su sociedad.
Valor para dejar la familia atrás.
Valor para decir Sí al Señor
Valor para entender que su vocación era para siempre.
Valor para ser educador de generaciones,
y todo para seguir a Jesús al estilo de La Salle.

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