El comercio de esclavos de doctores cubanos
Mary Anastasia O’Grady
Wall Street Journal
Las
culturas de Occidente no aprueban la trata de personas, una actividad del
“crimen organizado en la que seres humanos son tratados como posesiones para
ser controlados y explotados”, según la definición del diccionario. Sin
embargo, cuesta encontrar a un periodista, político, burócrata de desarrollo u
otro activista sindical en cualquier parte del mundo que siquiera haya
pestañado ante el amplio negocio de trata de personas que lleva a cabo La
Habana. Esto merece más atención en momentos en que los doctores cubanos son
alabados por su trabajo en África durante la crisis del ébola.
Cuba
está recibiendo elogios por su “diplomacia de doctores” internacional, por la
que envía profesionales médicos temporalmente al exterior, aparentemente para
ayudar a países pobres a combatir la enfermedad y mejorar el cuidado de la
salud. Sin embargo, los doctores no son un regalo de Cuba. La Habana recibe
pagos por sus misiones médicas ya sea del país anfitrión, en el caso de
Venezuela, o de los países donantes que envían fondos a la Organización Mundial
de la Salud. Se supone que el dinero se destina a los salarios de los
trabajadores cubanos, pero ni la OMS ni ningún país les paga directamente a
ellos. En cambio, los fondos son abonados en la cuenta de la dictadura que, a
decir de todos, se queda con la mayor parte de los fondos y le da al trabajador
un estipendio para vivir con la promesa de un poco más a su regreso a Cuba.
Es
el crimen perfecto: al enviar a sus súbditos al exterior a ayudar a personas
pobres, el régimen se gana la imagen de un contribuidor desinteresado a la
comunidad global pese a que explota a trabajadores y se enriquece a costa de
ellos. Según DW, la cadena internacional de televisión alemana, La Habana
obtiene cerca de US$7.600 millones al año por la exportación de trabajadores de
la salud.
Este
es un gran negocio, que si no fuera realizado por marxistas mafiosos
seguramente ofendería a los periodistas. En cambio, se lo tragan. En una
entrevista el 24 de octubre con Jim Yong Kim, presidente del Banco Mundial, la
presentadora de CNN Christiane Amanpour se animó cuando habló sobre los
trabajadores de la salud cubanos en África. “Cuba claramente tiene algo que
enseñarle al mundo con su rápida respuesta, ¿no?”, dijo efusivamente Amanpour.
Kim concordó, calificándolo como un “gesto maravilloso”.
Lo
que cobran los trabajadores cubanos en las trincheras del ébola sigue siendo un
secreto de Estado. Sin embargo, la trata de personas no es algo nuevo para La
Habana ni se limita a la profesión médica. En octubre de 2008, un juez federal
en Miami falló a favor de tres trabajadores cubanos que afirmaron que habían
sido enviados, junto con otros 100, por el régimen a Curaçao para trabajar a
cambio de la deuda de Cuba con Curaçao Drydock Company. Los demandantes
describieron condiciones de trabajo horrendas por el que les pagaban tres
centavos por hora.
El
diario estadounidense The Christian Science Monitor informó en su momento que
la compañía “reconoció que los pasaportes de los trabajadores cubanos fueron
incautados y que sus sueldos impagos fueron deducidos de la deuda que La Habana
debía a la compañía”. Tomás Bilboa, del Cuba Study Group en Washington, dijo al
periódico que “estos tipos de violaciones no son fuera de lo común para el gobierno
cubano”. El abogado de los demandantes indicó al diario que después de que se
quejaron, sus familiares en Cuba perdieron empleos y acceso a la educación y
sufrieron el acoso de pandillas.
Hacer
de los profesionales médicos un producto de exportación está generando una
escasez de doctores en Cuba, que exacerba la extensa carencia en el cuidado de
la salud. Un gobierno humanitario podría volcar su atención a esta miseria
nacional, pero no hay dinero allí. En cambio, Cuba vende la mano de obra de sus
profesionales de la salud al exterior incluso en medio de persistentes brotes
de dengue y cólera en la isla.
Los
doctores cubanos no son obligados a punta de pistola a convertirse en esclavos
expatriados, pero reciben propuestas que no pueden rechazar. Como contó el
doctor cubano Antonio Guedes, quien ahora vive en el exilio en Madrid, a DW,
quien no coopere puede perder su empleo o, como mínimo, su posición, o su hijo
no tendrá cupo en la universidad. En cuanto al caso de Curaçao, el régimen
mantiene a los trabajadores de la salud bajo constante vigilancia y confisca
sus pasaportes. Algo de eso no suena voluntario.
Cuando
han tenido la oportunidad, muchos de los traficados han huido. Sólo en los
últimos dos años, casi 3.100 cubanos han aprovechado un programa de visado
especial de Estados Unidos que reconoce la explotación de profesionales médicos
cubanos enviados a terceros países. Como castigo, el régimen les prohíbe a sus
familias irse de Cuba para verlos. Obtener certificación para practicar
medicina en EE.UU. puede ser largo y arduo.
Grupos
de doctores en Brasil han presionado al gobierno brasileño para que exija a
Cuba elevar el suelo de esclavos que pagaba a algunos de los 11.000
trabajadores médicos cubanos en ese país. Sin embargo, la fiscal federal ¬Luciana
Loureiro Oliveira dijo que hay evidencia de que La Habana aún se queda con al
menos 75% del dinero asignado por los donantes como salarios. Ella calificó
esto como “francamente ilegal” porque viola las leyes laborales brasileñas y
dijo que los cubanos deberían ser pagados directamente.
Eso
sería el fin de las buenas obras de Cuba en Brasil.
Escriba a O’Grady@wsj.com
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