El macabro
origen del baile de San Vito
M. Arrizabalaga, abc.es
A quien se mueve sin cesar en su silla o
espera apurado para entrar en un servicio se le dice popularmente que tiene “el
baile de San Vito”, pero ¿qué tuvo que ver este santo de la época de
Diocleciano con el dicho?
La leyenda cuenta que Vito apenas tenía siete
años -doce en otras versiones- cuando murió mártir en el año 303. Hijo, según
algunos, de un rico de Sicilia llamado Hylas, y según otros, de un senador
romano de Lucania, Vito fue torturado junto a su nodriza Crescencia y a
su tutor Modesto, ambos cristianos, por no renegar de su fe.
«La iconografía representa al santo con una
caldera al hombro, aludiendo a la muerte en aceite hirviendo que
Diocleciano le había preparado como premio al haber curado a su propio hijo de
unos horribles ataques epilépticos que padecía desde niño. Pero cuando todos
esperaban verle morir achicharrado como un boquerón, lo que vieron fue que el
santo se arremangó la capa y empezó a bailar una especie de “rock-and-roll” que
contagió a toda la corte imperial empezando por el emperador», señala Miguel
Fernández Garmón en «Con la cruz y los faroles (Origen y picaresca del
dicho religioso)».
José
Luis rodríguez Plasencia, que recoge el relato de Garmón en su libro «De Tomo y
Lomo», se pregunta escéptico el porqué de esa afición tan repentina del santo
por el baile. A su juicio, «más plausible es suponer que al curar la epilepsia
al hijo de Diocleciano, los movimientos espasmódicos, involuntarios,
desordenados, amplios y desprovistos de ritmo (semejantes a un baile alocado),
que caracterizan la enfermedad, quedaran asociados con quien logró hacerlos
desaparecer y se identificaran con él en su aspecto externo o de baile».
Otros señalan que fueron las terribles convulsiones que sufrió san
Vito en su martirio las que asociaron al mártir después con la enfermedad
convulsiva llamada Corea o «Chorea sancti viti» (del latín Baile de San
Vito), que se caracteriza por movimientos involuntarios anormales de las
extremidades.
Sea como fuere, ya en la Edad Media se
invocaba a San Vito contra la epilepsia y las convulsiones neurológicas.
La plaga
de 1518
Con el baile de San Vito pasó a la historia
también un extraño fenómeno ocurrido en Estraburgo
en julio de 1518. Una
mujer conocida como Frau Troffea comenzó a bailar sin parar en una calle
de esta ciudad francesa y así continuó sin descanso entre cuatro y seis días,
mientras decenas de personas se sumaban a ella en una semana en una plaga de
baile que afectó a 400 personas en un mes. En su pico la epidemia se cobró la
vida de hasta 15 personas al día que bailaban hasta la muerte. No era el primer
brote compulsivo de baile en Europa. El primero había tenido lugar en la
Nochebuena de 1021 en la ciudad de Kölbigk (Alemania) y hay noticias de otras
en 1237, 1247, 1278, 1374, 1438, aunque el de 1518 es el mejor documentado de
esta extraña epidemia que se conoció durante siglos como «el baile de San Vito»
o el «baile de la peste», entre otros numerosos nombres.
Se pensó que el origen podría estar
relacionado con la ingestión de cornezuelo, (hongo pequeño que vive parásito en los ovarios de las
flores del centeno y los destruye), los que podría causar
alucinaciones, pero éste produce gangrena en las extremidades por lo que no
habrían podido bailar durante tanto tiempo.
El médico y alquimista Paracelso (1493-1541),
que ya en su escrito sobre el arte de la medicina en 1599 se refiere a las
«danzas patológicas», da una peregrina explicación del origen de esta epidemia
de 1518: «Existía en cierta ocasión una mujer llamada Trofea (Die Frau Troffea)
de tan singular carácter, tal orgullo y tan empecinada obstinación en contra de
su marido que cada vez que éste le ordenaba cualquier cosa o la importunaba de
cualquier manera comenzaba a bailar, achacando que estaba impelida de una
fuerza sobrenatural. Gestos y actitudes, saltos, gritos, contorsiones y
cantinelas asustaban al marido, que inmediatamente la dejaba en paz. Y como tal
estratagema no fallaba nunca, fue adoptada por otras mujeres, siempre con el
mismo éxito. Entonces el fervor popular achacó tan estupendos resultados a San
Vito, pero parece que un día el Santo se enfadó y todas acabaron bailando a la
fuerza».
John
Waller, autor del libro «Tiempo de bailar, tiempo de morir» (Hardcover, 2008),
estudió este brote de histeria colectiva y concluyó que los bailarines entraron
en un estado de trance por una angustia psicológica extrema causada por el
hambre, la enfermedad y las supersticiones, miedos y creencias que rodeaban a
los más pobres de la sociedad de aquel entonces. «La epidemia fue el resultado tanto de la desesperación como del temor
piadoso», señaló el historiador en la BBC.
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