14 de noviembre de 2013

Loquitos



Loquitos


Por José Hugo Fernández
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LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -La gente les llama loquitos, entre despectiva e indulgentemente. Son los jóvenes, adolescentes y hasta niños enajenados que zapatean las calles habaneras, buceando en los basureros, acopiando desperdicios, o asumiendo cualquier encomienda (limpiar parabrisas, cargar objetos pesados,  hacer payasadas de locos, las que se les pida), con tal de llevarse a la boca algún mendrugo.

Son las heces de la utopía revolucionaria. Frutos del alcoholismo, los hogares disfuncionales, las guerras en suelo ajeno, la zozobra, la desnutrición, el chasco. No hay una sola calle céntrica u otro lugar de concurrencia en que no se nos impongan a la vista, recordándonos que no somos tan inocentes como nos conviene creer, de cara a la debacle que condenó su existencia desde el germen.

El comentario general es que nunca antes se habían visto tantos loquitos deambulando por las calles de La Habana. Es verdad. Aunque ello no significa que ahora estemos peor que en décadas anteriores. Tampoco tiene que ser necesariamente una señal del modo en que el país se despide del edulcorado modelo “socialista”, para presentarse, sin afeites, tal y como nunca dejó de ser: una republiqueta subdesarrollada y tiranizada. Más bien lo que significa es que seguimos recogiendo las mieses del infortunio que sembramos hace medio siglo.

Más y menos dementes, más y menos agresivos o confianzudos o retraídos, más y menos abandonados por sus familiares, eludidos por la sociedad, desprotegidos por las instituciones oficiales, los loquitos son víctimas por igual de la encrucijada económica y del laberinto espiritual en los que nos embarcó el fidelismo.

Entre Chupi, el autodenominado Galán de la calle Rayo (un loquito, hoy ya en la treintena, que anda y desanda por el barrio chino desde la más tierna edad), y el niño de los disfraces que ahora mismo se dedica a divertir a los paseantes de la calle Obispo, discurre una historia de frustración, miseria y desamparo que, aceptémoslo o no, es parte de la historia personal de cada uno de nosotros, con la que todos estamos comprometidos, aunque no sea más que por aquello de que tanta culpa tiene quien mata a la vaca como quien le aguanta la pata.

En ningún otro caso encaja tan bien como en el nuestro, aquí y ahora, aquel diagnóstico de la célebre politóloga alemana Hannah Arendt, según la cual, el primer causante de las desgracias humanas no es el embate irracional de los políticos y los poderosos, sino la banal indiferencia y la impotencia gregaria de las masas.

Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguiente dirección: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0

Los Príincipes de Asturias, viaje oficial a California y Florida


Los Príncipes de Asturias,
Viaje Oficial a California y Florida

Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias realizan una Visita Oficial a California y Florida, en la que están acompañados el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García-Margallo, y que serve para contribuir a un mayor fortalecimiento de las relaciones bilaterales políticas, económicas y culturales.

Don Felipe y Doña Letizia partieron en la mañana del miércoles 13, desde el Pabellón de Estado del Aeropuerto de Madrid-Barajas, donde fueron despedidos con Honores de Ordenanza, a Monterey (California), para visitar la misión de San Carlos Borromeo del río Carmel, donde desarrolló su actividad el padre franciscano Fray Junípero Serra, nacido hace trescientos años.

En Palo Alto, Sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias apoyarán la actividad emprendedoras de compañías españolas, en la presentación de sus iniciativas empresariales ante inversores internacionales de Silicon Valley, donde asistirán al lanzamiento de un proyecto de Google Maps sobre los descubrimientos y la presencia española en Estados Unidos y visitarán la Universidad de Stanford.

En Los Ángeles, entre otras actividades, tendrán oportunidad de visitar la planta de producción de Grifols, asistir a la cena inaugural del Foro España-Estados Unidos, en Santa Bárbara, y ver una exposición sobre “Fray Junípero Serra y el Legado de las Misiones de California”, en la Huntington Library.

Por último, en Miami, presidirán la inauguración de XXX Edición de la Feria del Libro –dedicada este año a España- y un seminario económico, con empresarios de ambos países-, además de apoyar a la Fundación España-Florida 500 en el quinto centenario de la primera llegada de Ponce de León a Florida. También visitarán la escuela bilingüe K8 Coral Way de Miami y la exposición “Tapas: Spanish Design for Food”, organizada por la Acción Cultural Española (AC/E).

Reproducido de la página web
© Casa de S.M. el Rey  

¿Dónde nació Colón?




Apuntes históricos sobre la serie “Isabel” de la tve

¿Dónde nació Colón?

Azahara García y Paloma G. Quirós, tve.

Para cualquier otro personaje de la serie, contestar esta pregunta sería razonablemente fácil. Sin embargo, con el descubridor de América y protegido de los Reyes Católicos no es tarea sencilla. Hemos trasladado nuestra pregunta a Ángeles Irisarri, autora de Isabel, la reina y, como vemos, ella lo tiene claro: Colón era genovés. 

Se le adjudican muchas patrias. Veamos: en los últimos años se le atribuye haber nacido en España, en Cataluña, Baleares, Galicia o Extremadura, y en Portugal o Córcega.

Pero no es verdad, porque siempre, dentro y fuera de España, se le consideró genovés. En 1940, Ramón Menéndez Pidal expuso, basándose en las disposiciones testamentarias del almirante, que el Colón, que falleció en Valladolid en 1506, era el mismo Colombo, un lanero de Génova, que aparecía en los documentos que se conservan de 1470 a 1479. En España y Portugal a Colón se le tuvo siempre por extranjero, pues el mismo lo declaraba así. Su abuelo fue un tejedor de lana de Génova y su padre también, aunque éste luego fue comerciante de quesos y de otras cosas, causándole a su hijo Cristóbal abundantes tribulaciones, pues debía ser muy mal administrador».   

13 de noviembre de 2013

La Mano de Anna



La mano de Anna

Durante una clase,  un profesor furioso increpaba a sus alumnos y les exigía que le dieran el apellido del joven que había hecho su caricatura. El chivo expiatorio resultó ser Wilhem Röntgen, a quien expulsaron de inmediato. 

Aunque siempre se negó a haber sido el autor del dibujo, de todas maneras fue expulsado y debió proseguir su carrera en la escuela politécnica de Zurich, donde pronto y por su capacidad, comenzó a trabajar como ayudante del profesor de Física, iniciando así su carrera de investigador científico.

Una tarde se detuvo a tomar un café sin saber que adentro encontraría a la mujer de su vida: Anna Ludwig, seis años mayor que él. Alta, de facciones perfectas e hija del dueño del bar.

Luego de tres años de cafés consumidos, Wilhelm pidió la mano de su amada y realizó la acostumbrada ceremonia del anillo de compromiso a pesar de la oposición de su familia, que lo desheredó. Finalmente lograron casarse en 1872, seis años después de haberse conocido.

Wilhelm fue nombrado rector de la
Universidad de Wintgen en 1894, donde continuó sus investigaciones científicas con el mismo entusiasmo de siempre. El 8 de noviembre de 1895, en la oscuridad de su laboratorio descubrió que los rayos catódicos cocon los que trabajaba parecían atravesar ciertos objetos… comenzó a probarlos en diferentes condiciones y se llevó la mayor sorpresa cuando  pasó su mano a través de ellos y… ¡podía ver sus huesos!

Pensando en la importancia que lo que había descubierto tendría para la medicina, analizó la forma de fotografiarlo. El 22 de diciembre fue tomada la primer radiografía. Fue la de una mano. Pero no cualquiera, sino aquella mano de Anna que fue pedida en matrimonio en 1869. 

En esa radiografía histórica se ve el anillo de compromiso que lucía con orgullo su querida compañera.

Wilhelm Röntgen obtuvo el Premio Nobel en 1901 por este descubrimiento. Donó el dinero a la Universidad y jamás aceptó un centavo por su hallazgo, porque consideraba que debía usarse en todo el mundo con total libertad.

Sólo se reservó el derecho de ponerle nombre. Debido a que todos lo llamaban el rayo de Röntgen, prefirió otro tipo de denominación. Y, como para él, el modo en que los había descubierto todavía seguía siendo una incógnita, decidió llamarlos Rayos X