Recreación de un banquete del siglo XV en "Isabel" (tve) |
¿Cómo
se comía en el siglo XV?
Por Francisco Merino
Director de la Escuela
Internacional de Protocolo, España.
La información que se detalla a continuación está
extraída del Libro de la Cámara Real del príncipe don Juan (1548) de
Gonzalo Fernández de Oviedo, texto nacido en su día con la finalidad inicial de
informar en la corte del futuro Felipe II acerca del orden que se siguió en
la casa del príncipe don Juan, primogénito de Fernando e Isabel, que había
sido educado y servido conforme a los usos que regían el llamado ceremonial de etiqueta
de Castilla.
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que
no había un comedor como tal, sino que
la gran sala de palacio en la que se realizaban las recepciones, se transformaba
en comedor en el momento de las comidas, lo que requería el que la
servidumbre montase las mesas, las cubriese con manteles, etc.
El banquete en sí era un espectáculo ritual,
donde la ostentación y el lujo trataban de impactar y sobrecoger a quien tenía el privilegio de compartir la mesa con los
reyes.
El ritual requería comenzar por acondicionar la
gran sala en la que tendría lugar el banquete, para ello se ponían en marcha un gran número de
oficiales de la corte. Los reposteros de estrados y mesa montaban las
mesas, los bancos y las sillas; los estrados en los que se situarían los reyes
y los aparadores en los que se exhibía la vajilla y la cristalería, piezas que
se encontraban bajo la supervisión de los reposteros de plata y botillería
respectivamente.
Al lado del aparador de la plata se situaba el
repostero de plata sujetando una serie de platos que iba facilitando al
maestresala o al trinchante, según se necesitaban para el servicio, y que
previamente había limpiado con una toalla.
La comida se convertía de esta manera en un acto
público en el que el lujo y la abundancia tenían como objetivo resaltar la imagen del rey como el centro del reino. El
comportamiento del monarca en la mesa aparece descrito en las Partidas como:
digno, mesurado, siguiendo un ritmo equilibrado, y de esta forma mostrar a sus
súbditos su sabiduría en el comer y el beber, ya que ellos serán el modelo a seguir.
El rey ocupa la
posición central situándose a su lado los invitados de alto rango a los que
quisiese agasajar. Una vez todos estaban sentados a la mesa, y se
habían lavado las manos, el capellán mayor la bendecía y comenzaba el ritual
del servicio de la misma, que requería una larga procesión de servidores que
presentaban los platos precedidos del sonido de trompetas.
Coordinados por el maestresala, vestido de negro,
con un paño sobre el hombro derecho y una vara de mando con la que daba
instrucciones, los pajes iban trayendo la comida a la mesa. La comida venía escoltada desde la cocina.
La razón de la escolta es la misma que la de la salva, es un momento de exposición, de peligro para
el rey que podía ser envenenado; haciendo la salva se comprobaba que ni en la
comida ni en la bebida había veneno.
La tarea más compleja, técnicamente hablando, de las que se realizaban en la mesa real la llevaba a cabo el trinchante, y consistía en cortar los alimentos, colocar los trozos sobre rebanadas de pan, sazonarlos y distribuirlos entre los invitados por orden de precedencia. La comida se reducía así a bocados que el comensal podía pinchar con el cuchillo o recoger con los dedos, la cuchara o la escudilla; la importancia de este oficio la daba el hecho de no existir tenedores.
Al rey nunca se le
servía sobre trozos de pan, como a los otros invitados, a él se le servía sobre
platos de metal cubiertos por una rebanada de pan, plato que se
cambiaba con cada nuevo alimento, para evitar tanto la mezcla de sabores, como
el ser considerado tacaño.
Como se ha visto en párrafos anteriores, todo lo
que se le servía al rey había de ser probado por el trinchante para comprobar
que no estaba envenenado. Incluso los utensilios que iba a utilizar para cortar los alimentos que ingeriría
el monarca eran objeto de salva, se les pasaba por un trozo de pan que era
ingerido por el trinchante o el repostero.
La tarea que requería un ceremonial más elaborado
era el servicio del vino. Cada vez que el rey quería beber la copa se
transportaba alzada y en silencio escoltada por un ballestero de la maza y un
rey de armas, que irán delante del copero del maestresala y del caballero de la
salva. La bebida del rey era guardada y
custodiada, por las razones que se han mencionado: podía ser envenenada, o de
estar en mal estado y producir enfermedades.
Terminada la comida se
volvía a rezar en acción de gracias por los alimentos recibidos; los comensales se volvían a lavar las manos y el maestresala con
todo su equipo de servidores hacían la reverencia y se marchaban a comer.
La comida sobrante se
repartía entre los servidores teniendo
en cuenta un determinado orden de precedencia, a mayor rango se elegían los
mejores manjares sobrantes, algunos, como en el caso del trinchante tenían
precedencia para escoger de entre los alimentos que trinchaba las mejores
piezas; otros recibían las viandas como parte del pago por sus servicios, e
incluso determinados cargos llevaban aparejado el suministro de estas viandas.
Reproducido de la página web de tve
Interesantísimo, todo un ritual.
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