19 de septiembre de 2013

Disidente Vs. Opositor


Disidente Vs. Opositor

Ana Dolores García

Hubo un tiempo en que a los opositores del régimen castrista se les llamaba “contra revolucionarios” cuando se les mencionaba en noticieros y periódicos, aunque el propio gobierno de Cuba les endilgara epítetos peores como “gusanos”, “vendepatria”, “mafiosos de Miami”  u otros insultos por el estilo.

Desde hace algún tiempo en los medios informativos se ha hecho común otro nombre para definir a quienes abogan porque no se nieguen los derechos humanos en Cuba y porque el gobierno que allá impera otorgue al pueblo las libertades esenciales para una subsistencia digna.  
  
Ese calificativo es “disidente”, y con él definen tanto al que apoyó al actual gobierno por años o hasta quien disfrutó de sus prebendas y un buen día llegó a Miami para proclamar su disidencia, como a quien lleva el más de medio siglo que nos dura esta pesadilla denunciando a la camarilla que mal gobierna, sufriendo cárceles o al menos sosteniendo una resistencia pasiva a sus ordenanzas.  

 Es algo muy diferente que te llamen “disidente” o te cataloguen como “opositor”  porque no es justo medir con ese rasero común a unos y otros. Según el diccionario, - y el de máxima autoridad por ser el de la Real Academia de la Lengua Española-, “disidente” es el participio activo del verbo disidir, es decir, aquel que disiente.  Y disidir es, ni más ni menos,  separarse de la común doctrina, creencia o conducta. 

Y no es que se ose menospreciar a los disidentes sinceros, ni que se vaya a negar que haya disidentes que ahora son opositores, u opositores que hayan sido disidentes. No es tampoco un simple juego de palabras, pero si a un cubano que nunca-nunca estuvo de acuerdo con las medidas implantadas por el régimen desde sus inicios, se le  llama “disidente”, se está tergiversando su conducta, se está achicando su valía y se está desconociendo una postura sostenida con heroicidad y convicción, al igualársele con quienes, a sabiendas o no, acataron o hasta aplaudieron y se aprovecharon de esas mismas abusivas medidas. 

Disidentes pudieron ser Yoani Sánchez o Zoé Valdés, hoy en las listas de opositores. Pero disidentes no fueron nunca Oswaldo Payá ni Pedro Luis Boitel, ni lo es tanto cubano anónimo que siempre ha resistido, desafiado o combatido desde el comienzo, o desde  que llegaron al uso de la razón, las engañosas consignas de un régimen despótico.  
     
Estos días se encuentra visitando el exilio uno de los más verticales opositores, -nunca disidente-, de la dictadura castrista: Jorge Luis García Pérez, más conocido por “Antúnez”. Lleva ya unos días en Washington entrevistándose con senadores y congresistas de ambos partidos, y también lo ha hecho con miembros de la comunidad cubana residente en la capital.

La prensa escrita, televisiva o digital nos informa de sus comentarios ante los funcionarios oficiales y de su clarividencia al enjuiciar el desarrollo paulatino de las relaciones oficiales en beneficio manifiesto del gobierno cubano. Ante temas tan relevantes tal vez pasen inadvertidas sus observaciones hechas ante un grupo cubano sobre el sambenito que le cuelgan al catalogarlo como “disidente”. 

Es, admirado Antúnez, que el gobierno cubano y la prensa liberal que lo aúpa  no pueden permitir que el mundo crea que existan opositores a la cacareada revolución cubana, y la palabra “disidente” les suena más suave.

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