Disidente
Vs. Opositor
Ana Dolores García
Hubo un tiempo en que
a los opositores del régimen castrista se les llamaba “contra revolucionarios”
cuando se les mencionaba en noticieros y periódicos, aunque el propio gobierno
de Cuba les endilgara epítetos peores como “gusanos”, “vendepatria”, “mafiosos
de Miami” u otros insultos por el
estilo.
Desde hace algún tiempo
en los medios informativos se ha hecho común otro nombre para definir a quienes
abogan porque no se nieguen los derechos humanos en Cuba y porque el gobierno
que allá impera otorgue al pueblo las libertades esenciales para una subsistencia
digna.
Ese calificativo es “disidente”, y con él definen tanto al
que apoyó al actual gobierno por años o hasta quien disfrutó de sus prebendas y
un buen día llegó a Miami para proclamar su disidencia, como a quien lleva el más
de medio siglo que nos dura esta pesadilla denunciando a la camarilla que mal gobierna,
sufriendo cárceles o al menos sosteniendo una resistencia pasiva a sus
ordenanzas.
Es algo muy diferente que te llamen “disidente” o te cataloguen como “opositor” porque no es justo medir
con ese rasero común a unos y otros. Según el diccionario, - y el de máxima autoridad
por ser el de la Real Academia de la Lengua Española-, “disidente” es el participio
activo del verbo disidir, es decir, aquel que disiente. Y disidir es, ni más ni menos, separarse de la común doctrina, creencia o
conducta.
Y no es que se ose
menospreciar a los disidentes sinceros, ni que se vaya a negar que haya
disidentes que ahora son opositores, u opositores que hayan sido disidentes. No
es tampoco un simple juego de palabras, pero si a un cubano que nunca-nunca
estuvo de acuerdo con las medidas implantadas por el régimen desde sus inicios,
se le llama “disidente”, se está
tergiversando su conducta, se está achicando su valía y se está desconociendo
una postura sostenida con heroicidad y convicción, al igualársele con quienes,
a sabiendas o no, acataron o hasta aplaudieron y se aprovecharon de esas mismas
abusivas medidas.
Disidentes pudieron
ser Yoani Sánchez o Zoé Valdés, hoy en las listas de opositores. Pero disidentes
no fueron nunca Oswaldo Payá ni Pedro
Luis Boitel, ni lo es tanto cubano anónimo que siempre ha resistido, desafiado o
combatido desde el comienzo, o desde que
llegaron al uso de la razón, las engañosas consignas de un régimen despótico.
Estos días se
encuentra visitando el exilio uno de los más verticales opositores, -nunca
disidente-, de la dictadura castrista: Jorge Luis García Pérez, más conocido por
“Antúnez”. Lleva ya unos días en Washington entrevistándose con senadores y
congresistas de ambos partidos, y también lo ha hecho con miembros de la
comunidad cubana residente en la capital.
La prensa escrita,
televisiva o digital nos informa de sus comentarios ante los funcionarios
oficiales y de su clarividencia al enjuiciar el desarrollo paulatino de las
relaciones oficiales en beneficio manifiesto del gobierno cubano. Ante temas
tan relevantes tal vez pasen inadvertidas sus observaciones hechas ante un
grupo cubano sobre el sambenito que le cuelgan al catalogarlo como “disidente”.
Es, admirado Antúnez,
que el gobierno cubano y la prensa liberal que lo aúpa no pueden permitir que el mundo crea que
existan opositores a la cacareada revolución cubana, y la palabra “disidente”
les suena más suave.
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