Cuentan los cronistas que Catalina de Médicis, esposa de Enrique II, rey de Francia, era muy desconfiada y perseguidora implacable de sus posibles rivales. Para poder escuchar mejor a las personas de las que sospechaba, mandó abrir una serie de agujeros hábilmente disimulados entres las molduras, en las paredes y techos de las habitaciones de palacio. Este sistema "de espionaje" dio origen a la frase "las paredes oyen".
No hay comentarios:
Publicar un comentario