Buzón del
Papa:
CARTA ABIERTA AL PAPA BENEDICTO XVI.
Por Carlos Cabezas
Santo Padre:
Las palmas arrogantes que se
bambolean por el viento y al son del tambor, anuncian junto al cálido sol que
ilumina la verde manigua al tiempo que le da transparencia a las aguas, la
presencia del archipiélago cubano, donde su forma de caimán refleja múltiples
ergástulas en esa tierra bendita que Ud. pisará próximamente, en una visita
pastoral como peregrino del amor y la esperanza.
¡Cuba le espera Santo
Padre!, y lo hace con alegría y regocijo aunque por dentro sus laceraciones no
dan más por una cruel y vieja dictadura que estigmatiza a sus hijos, y dejó en
los pelotones de fusilamiento a los más bellos y dignos, que no tuvieron la fortuna
de quienes hemos padecido pero seguimos vivos, para pedirle hoy que no nos
abandone.
Santo Padre, quizás sus
pasos en Cuba chapoteen la sangre de los mártires que, gritando ¡Viva Cristo
Rey!, pasaron a formar parte del martirologio cubano, mártires que le recibirán
y marcharán a su lado junto a los feligreses que le aman, pero que serán
invisibles para quien no quiera verlos. Solo las almas puras podrán detectar el
aroma que sus ejemplos irradian. Sé que usted es sensible al dolor de nuestro
pueblo, aunque sus más cercanos colaboradores en el Vaticano no opinen así.
La Iglesia que vive y
trabaja en Cuba se ha preparado fuertemente para este acontecimiento y el gozo
que experimenta se ve opacado por el recrudecimiento de la represión contra
mujeres valerosas como las Damas de Blanco, así como contra opositores
políticos y activistas por los derechos humanos. Su Santidad, la represión es
transparente en el aspecto político, pero existe también en lo social,
religioso, económico, racial y generacional, por no mencionar que abarca todo
el ámbito cubano, típico de las tiranías.
Su visita es pastoral y no
debe ser manipulada por mí ni por nadie. Aprendí cuando estudiaba Filosofía que
los valores espirituales son generales y universales, que lo que no es bueno
para unos, no es bueno y lo que es bueno para todos, si es bueno. Interpreto el
sentimiento de muchos que no queremos que se meta en política, pero sí
esperamos que como buen hombre Siervo de
los siervos de Dios, se deje interpelar por quien usted representa en la
Cátedra de Pedro. Ese Jesús que se le apareció al apóstol Pedro cuando huía de
Roma, e hizo que éste cambiara su mentalidad y actitud regresando a enfrentar
la muerte por el anuncio del Evangelio hasta las últimas consecuencias. No nos
defraude, cumpla con su compromiso de jefe de Estado que visita a un país con
quien tiene relaciones diplomáticas, pero ténganos presente.
Mejor dicho Santo Padre, que
los cantos de sirena no le hagan olvidar a los presos políticos actualmente en
las cárceles o en celdas tapiadas, no olvide a sus feligreses que vivieron una
noche oscura durante más de 50 años y que hoy no se libran de ella, no olvide
el llanto de los niños que fueron hundidos en el transbordador “13 de marzo” y el grito de sus madres y
padres que no pudieron parar la masacre, no olvide a los que desde niños fuimos
marcados por la bestia por el crimen de practicar nuestra Fe, no olvide a los
Hermanos al Rescate asesinados en el aire, no olvide que es bueno buscar
espacios para la Iglesia, pero vaya a la raíz del problema y que el espacio a
buscar abarque al pueblo en libertad y democracia.
No soy nadie para darle
lecciones, usted supera mi inteligencia y capacidad y sabe muy bien cuál es su
deber. Perdone si al recordarle estas cosas lo ofendo, no es mi intención. Amo
a la Iglesia y a Ud. como Vicario de Cristo, amo a la Iglesia en Cuba como a
sus obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, seminaristas, laicos y
catecúmenos, aunque pueda disentir de algunas de sus posiciones.
Santo Padre, Cuba es bella,
pero el cubano lo es más. Hay cubanos en la Patria y otros estamos en el
exilio. Se nos habla de reconciliación y es válido, pero las víctimas del
régimen totalitario no tenemos con quién reconciliarnos porque nunca hemos
dejado de amarnos, y reconciliarse con la dictadura sería como hacerlo con el
pecado, con el mal, y eso la Iglesia no lo acepta, porque aunque lleguemos a
amar y perdonar al pecador, no lo podemos hacer con el pecado que todavía
comete.
Pido a María de la Caridad,
cuyo cuarto centenario del hallazgo de su imagen Ud. va a conmemorar, que le
haga sitio en su barca, para ser junto a ella amor.
Carlos Cabezas
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