y la gente de Maryland
La libertad religiosa comenzó en los Estados Unidos de América con la fundación de Maryland. Debemos honrar el papel único de nuestro Estado en la preservación y promoción de este principio fundamental de gobierno.
En 1634, colonizadores católicos y protestantes llegaron a la isla de San Clemente en el sureste de Maryland, desde Inglaterra, a bordo de El Arca y La paloma. Habían venido por invitación del católico Lord Baltimore, a quien le había sido otorgada Maryland por el rey protestante Carlos I de Inglaterra.
Mientras los católicos y protestantes se estaban matando unos contra otros en Europa, Lord Baltimore imaginó a Maryland como una sociedad donde personas de diferentes religiones pudieran vivir juntos pacíficamente.
Esta visión fue codificada muy pronto en la Ley sobre la Religión de Maryland en 1649 (llamada también "La Ley de la Tolerancia"), que fue la primera ley en la historia de nuestra Nación en proteger el derecho de las personas a la libertad de conciencia. Pero la historia primitiva de Maryland nos enseña que, como cualquier otra libertad, la libertad religiosa requiere vigilancia y protección constantes, o desaparecerá.
El experimento de tolerancia religiosa de Maryland duró muy pocas décadas. La concesión real fue revocada y la Iglesia de Inglaterra se convirtió en la religión establecida. Las leyes discriminatorias, incluyendo la pérdida de derechos políticos, fueron aprobadas contra aquellos que rehusaron conformarse. Las capíllas católicas fueron cerradas y los católicos fueron restringidos a practicar su fe en sus casas. La comunidad católica vivió bajo esas condiciones hasta la "Revolución Americana".
El derecho a la libertad religiosa había sido negado por mucho tiempo en Europa cuando los primeros colonizadores de Maryland la promovieron a mediados del siglo XVII, y fue a finales del siglo XVIII cuando los fundadores de nuestra Nación abrazaron la libertad de religión como una condición esencial para una sociedad libre y democrática.
James Madison, llamado a menudo el Padre de la Constitución, describió la conciencia como «la más sagrada de todas las propiedades», y escribió que «la religión de cada hombre debe ser dejada a la convicción y conciencia de cada hombre, y es el derecho de cada hombre ejercitarla en la forma que ellos puedan prescribirla». George Washington escribió: «el estableciomiento de la libertad civil y religiosa fue el motivo que me llevó al campo de batalla».
Por tanto, no es una sorpresa que cuando los forjadores de la Constitución adoptaron la Declaración de Derechos, se le dio a la libertad religiosa la distinción de estar al principio de la Primera Enmienda. La Primera Enmienda, modelada en parte sobre la Ley de Maryland sobre la Religión, garantiza que «el Congreso no hará ley alguna con respecto a la adopción de una religión o prohibiendo el libre ejercicio de dichas actividades». Es esta Primera Enmienda la que proporciona los cimientos de nuestra sociedad pluralista en la cual las personas de diferentes religiones y creencias puedan vivir y rendir culto en paz.
La primacía de la libertad religiosa fue garantizada más tarde, en forma similar, en la constitución Estatal de Maryland y en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, de las Naciones Unidas.
Los estadounidenses tienen la bendición de disfrutar libertades que muchos en nuestro mundo sólo pueden desear, y por eso deberíamos estar realmente agradecidos. Pero en años recientes ha surgido una promoción sutil de la idea de que la libertad religiosa debe restringirse al culto matutino de los domingos. El derecho a profesar nuestra fe, y a seguir nuestra conciencia en todos los aspectos de nuestras vidas, son derechos que son vistos, cada vez más, con mayor hostilidad.
Lastimosamente algunos ven la presencia misma de la Iglesia en la arena pública como un acto de imposición. Alegan que nuestra identificación como personas de fe nos descalifica para participar en el debate público. Durante el reciente debate nacional sobre la reforma al cuidado de salud, por ejemplo, algunos grupos acusaron a la Iglesia de «secuestrar el proceso legislativo» al alegar que el dinero de los contribuyentes no se debe usar para pagar por abortos, una posición que la Iglesia comparte con la mayoría de los estadounidenses.
A pesar de todos los cambios, para bien o para mal, que el matrimonio y la familia han experimentado en décadas recientes, un factor ha permanecido constante. El matrimonio es entre un hombre y una mujer. Ello se basa no en un prejuicio social, sino más bien en el reconocimiento de que la unión de un hombre y una mujer es la única fuente posible -y su relación matrimonial el mejor ambiente posible- para los niños que se van a convertir en la próxima generación de la sociedad. Los esfuerzos para alterar la vieja definición de la sociedad sobre el matrimonio distorsionan esta importante realidad. Además, y a pesar de las protestas en contra, ellos transgreden las libertades religiosas de personas e instituciones que reconocen el matrimonio heterosexual no sólo como un hecho de la naturaleza, sino también como un artículo de fe.
En vista de todo esto, ¿qué debemos hacer para preservar y fortalecer el gran don de la libertad religiosa?
La oración es la herramienta más poderosa que tenemos. La conversación con nuestro Señor abre manantiales de gracia que nos habilitan para convertirnos en instruemntos efectivos en Sus manos.
Además, la libertad religiosa y el derecho de conciencia serán erosionados mucho más a menos que la comunidad católica permanezca informada sobre los desafíos que esos derechos enfrentan, y las razones por las cuales ellos están integrados a una sociedad justa.
La forma básica para que participemos en el proceso político es votando en las elecciones locales, estatales y federales. Ponerse de pie por la libertad religiosa solamente necesita hacer un clic en el teclado de la computadora. Nuestra Red de Cabildeo Católico de Maryland, administrada por la Conferencia Católica de Maryland, proporciona actualización sobre temas de política pública de interés, y proporciona mensajes electróniocos previamente redactados para enviar a los legisladores y otros funcionarios públicos sobre temas claves.
Hacemos un llamado a todos los ciudadanos de Maryland -incluyendo a miembros de la religión católica, otras religiones -o sin religión alguna-, a reafirmar los principios báscios y fundamentales sobre los que está construida nuestra sociedad democrática. Esos son los principios que aquellos primeros residentes de Maryland trajeron con ellos en El Arca y La Paloma. Esos son los principios abrazados por nuestros padres fundadores y por nuestra Iglesia. Esos son los principios que constituyen en realidad la más sagrada de todas las propiedades.
Fielmente en Cristo,
Donal Cardenal Wuerl, Arzobispo de Washington, M.R. Edwin F O´Brien, Adm. Apostólico de Baltimore, y M.R. W. Francis Maloony, Obispo de Wilmington.
(Extractado de la Carta Pastoral)
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