LA HABANA, WASHINGTON
Y LA DIPLOMACIA DEL PING-PONG
Frank Calzón
Corrían
los primeros años de la revolución castrista y la luna de miel entre La Habana
y Moscú estaba en su apogeo cuando Irina Zorina, una joven rusa campeona de
ping-pong de la Universidad de Moscú, conoció a Fidel Castro en una recepción
diplomática. El dictador barbudo la invitó a jugar al ping-pong con él,
indicándole que uno de sus ayudantes se encargaría de todos los detalles.
Y,
efectivamente, así fue. José Llanuza le explicó que habría dos condiciones: la
primera, que debido a que Fidel dormía todo el día, la partida tendría que se
por la noche; y la segunda, que «bajo ningún concepto la rusa podría ganar».
Lo
anterior me lo contó Zorina hace unos años en Ginebra, cuando después del
derrumbe del comunismo en su país, asistía a una reunión de Naciones Unidas en
aquella ciudad suiza. Hasta ahí lo que sé sobre Fidel Castro y el deporte del
ping-pong.
El juego
de ping-pong entre China y Estados Unidos es otra cosa. Pero, lamentablemente,
algunos columnistas han olvidado la verdadera historia de lo ocurrido. Y más de
uno mantiene que la diplomacia ping-pong podría ser la fórmula mágica para
mejorar las tensas relaciones entre los Estados Unidos y la Isla. En otras
palabras, que lo que no ha podido conseguir Barack Obama con su política de
múltiples concesiones unilaterales por las que que el régimen recibe miles de
millones de dólares, lo podrían conseguir unos jóvenes atletas norteamericanos
demostrando las buenas intenciones de su país con respecto a la Perla de las
Antillas.
La
propuesta se basa en tres errores garrafales: una profunda ignorancia de la
naturaleza del castrismo, un malentendido de los acontecido en China y los
beneficios recibidos por el pueblo chino, y la idea de que el funcionamiento de
la diplomacia a nivel mundial se basa en relaciones similares para todos los
países.
Los que
señalan como una contradicción el que Estados Unidos comercien con China
mientras mantienen restricciones al comercio con Cuba (aunque los países son
comunistas y en los dos se violan los derechos humanos), desconocen que la
lógica y la aplicación de una política consistente en cuanto a la política
extranjera no son la base de la diplomacia. Canadá y México son países
contiguos a Estados Unidos, los dos tienen tratados de libre comercio con
Washington, pero la política de Estados Unidos hacia esos dos países no es la
misma. Bélgica y el Reino Unido son aliados de Estados Unidos en la OTAN, pero la política de Estados Unidos no es
igual para los dos.
Las
partidas de ping-pong no consiguieron el deshielo en la política entre esas dos
naciones. La normalización fue posible debido a las tensas relaciones entre
China y Rusia, y a que los chinos terminases sus programas de desestabilización
en la región y el apoyo que venían dando a grupos marxistas en países vecinos. Hoy,
los que promueven la diplomacia ping-pong con Cuba apuntan a los logros
comerciales conseguidos y a las reformas económicas que afectan a una parte
sustancial de China, mientras ignoran la represión política, la falta de
libertades fundamentales. Significativamente, el régimen chino todavía no ha
normalizado sus relaciones con el pueblo chino.
Ese
modelo, que después de todos estos años mantiene a la camarilla “marxista” en
el poder, que no permite en aquel país de proletarios ni un sindicato de
trabajadores independiente, que mantiene en la cárcel a Liu Xiaobo, Premio
Nobel de la Paz 2010, y que por decreto limita el número de niños que puede
tener un matrimonio chino, no es lo que los cubanos queremos para nuestro país.
El modelo
que queremos es el de la transición a la
democracia española, como sucedió después de la muerte de Franco, o por la vía
de un plebiscito como lo permitió augusto Pinochet, o basado en la mesa redonda
donde todos los factores importantes del país pudieron participar, como en la
Polonia de Jaruzelsky. Pero los Castro y sus acólitos en el extranjero no
quieren ceder un ápice de poder, quieren los dólares norteamericanos, pero
pretenden seguir en sus grandes designios antiamericanos, con sus alianzas nada
secretas con Chávez en Venezuela, con Corea del Norte, con Siria y con Irán.
Hace unos pocos días el dictador iraní, Mahmoud Ahmadineyad estuvo en La Habana
y el prestigioso periódico italiano II Corriere della Sera reportó el
establecimiento de un centro de Hezbolá en la Isla.
La
política del ping-pong se asemeja al análisis de los que han insistido por
años, sin la más mínima evidencia, de que todo habría sido distinto si el
presidente Eisenhower, en vez de jugar al golf, hubiera recibido a Fidel Castro
durante su visita a Washington en 1959.
Pero ya
casi nadie cree en esas tonterías. La Habana se queja amargamente de una “guerra
mediática”, que no es más que el tardío reconocimiento por gran parte de la
prensa internacional –y de algunos gobiernos- de que la verdadera crisis no es
entre Washington y el régimen cubano, sino ente los que detentan el poder y
tienen las armas en la Isla y el pueblo cubano.
Frank
Calzón es Director Ejecutivo del Centro para Cuba Libre en Washington DC
Ilustración:
berlinesparami.wordpress.com
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