Cuánto cuesta, Señor,
ofrecer el perdón, cuando en recompensa,
se recibe el silencio o la mofa.
Sentirse cristiano y, mirarse a uno mismo,
comprobando que la misericordia
la derramo con cuenta gotas;
a quien quiero, a quien más quiero
y cuando yo quiero.
Qué difícil es perdonar y cuánto cuesta, Señor,
sabiendo que mi corazón,
no es tan grande como el tuyo:
siempre dispuesto a comenzar de nuevo.
Cuánto cuesta, Señor,
vivir sin sentirse perdonado
y, vivir, con la conciencia de no haber disculpado.
Romper con las historias pasadas
para caminar de nuevo
e iniciar un rumbo distinto.
Cuánto cuesta, Señor,
ser generoso ofreciendo semillas de reconciliación
Decir “lo siento” o “te perdono”.
Dime, Señor, cómo hacerlo.
Javier Leoz,
www.betania.es
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