11 de septiembre de 2011

BOLA DE NIEVE




Bola de Nieve: Yo soy la canción 

Por Deny Extremera

Ignacio Jacinto Villa nació en la ultramarina villa habanera de Guanabacoa -de una tradición musical de altura-, cuna de Rita Montaner y del propio Lecuona. 

La madre, dicen las crónicas, era negra de budeque, es decir, mujer fértil y florida, que dio a luz trece hijos. Criada por congos y carabalíes, tenía en sí la gracia de la tradición oral, el ánimo de bailadora empedernida en jolgorios hasta el amanecer, lo mismo en fiestas de vecindad que en improvisados toques de rumba con palos y latas, talentosa lo mismo para la mejor rumba de cajón que para un toque de Yemayá, educada por el padre, ñáñigo y capataz de los muelles, entre congos, carabalíes, comparsas de diablitos bailarines y salidas de cabildos...En ese ambiente de danzas ancestrales, de babalaos y fiestas del bembé fue creciendo el futuro Bola de Nieve.

Su tía abuela lo matriculó en la academia municipal. Se llamaba Mamaquina y decía que tenía que ser artista, según su adivinación. Gracias a ella inició primeros estudios en una escuelita particular y, también alentado por ella, a los 12 años comenzó clases de solfeo y teoría musical. Primero pensaron en la flauta, que resultaba de fácil entrada en cualquier conjunto y resolvía necesidades, luego en la mandolina, pero el piano decidió su destino. 

  "...nunca tuve el plan de iniciarme para vivir del arte. En eso tuve la suerte de conocer a una de nuestras más relevantes figuras del teatro en aquella época. Se llamaba Rita Montaner"...Y, según contaba Ignacio, a Rita Montaner le hizo gracia verlo rapado y tan negro, y en público lo llamó Bola de Nieve. A la gente presente le gustó el apodo y fue suficiente para perpetuarlo.   

 Una noche que Rita faltaba, lo empujaron al escenario y le dijeron: "¿por qué no haces para el público eso que haces para jugar y divertirnos?. Aturdido, nervioso, sin saber qué hacer, cantó "Vito Manué, tú no sabe inglé", de Eliseo Grenet y Nicolás Guillén. El resultado fue la ovación cerrada de más de cuatro mil personas que llenaban el Politeama de México. El Bola afirmaba que México era su segunda patria, porque esa noche nació por segunda vez. Tenía entonces 22 años. Corría 1933 y aunque era popular en tierra azteca, nadie le conocía en Cuba.

 Vestido de impecable etiqueta, elegante, Bola de Nieve expresó el espíritu de la música popular cubana. En pianos de cola, en fastuosas salas de concierto, siempre salían de sus manos sobre el teclado, y de su voz, los aires del cajón sonado en las calles de su Guanabacoa natal. 

El Bola no creó, sino que fue él mismo, un estilo único, tal vez irrepetible. Llevaba en sí esencias ancestrales que fundió en una expresión singular. Su voz, su manera de tocar el piano, sus gestos teatrales y su forma de interpretar las creaciones propias o de autores nacionales y extranjeros le dieron un sello atractivo y original que llevó por todo el planeta. Por todas partes anduvo más de una vez, y siempre le pedían que regresara.

Y en cuántos lugares estuvo... Desde su debut en México de los años treinta, paseó sus simpatías y su arte por Buenos Aires, donde, de la mano de Lecuona (pertenecía a la compañía del gran músico), compartió en 1936 con Esther Borja; Santiago de Chile, Montreal,  Lima (cuna de Chabuca Granda, de quien interpretaba magistralmente Flor de Canela); Bogotá; Caracas (en Maracaibo se abraza con Libertad Lamarque); Río de Janeiro (donde gana el acento brasileño en las sambas de Ary Barroso o en los cantos marineros de Dourival Caymi)...Estados Unidos, donde deja su huella y una constelación de aplausos en el Hall de la Fama, el Carnegie Hall de New York (donde lo llamaron nueve veces a escenario y el New York Times lo comparó con luminarias como Nat King Cole y Maurice Chevalier), en la Academy of Music de Filadelfia...Allí, el tenor Paul Robenson lo oye en Café Society y le retribuye cantándole en el camerino...

En Europa, el Bola se hace conocido en París, Cannes, Niza, Florencia, Copenhague, Milán...«Un día tenía un hambre de tres varas y media y hacía cualquier cosa...canté en italiano, bromeando. Me contrataron para Eurovisión y me cansé de volar entre Milán y Roma»...  Moscú, Leningrado, Praga, Sofía, Bucarest... Y también Asia: Beijing, Pyongyang...

Edith Piaf se sorprendía porque nadie podía interpretar como él su canción La vie en Rose, y Andrés Segovia afirmaba que escucharlo era como asistir al nacimiento de la palabra y la música. Sobre sus composiciones también llovieron los elogios, pero son composiciones que sólo él podía y podría cantar, en una extraña y subyugante simbiosis.

Cantó vestido de frac, a risa suelta. Cantaba a su antojo, moldeaba la canción entre las ventanas de su diálogo, sus inflexiones y su voz ronca (de «vendedor de duraznos y ciruelas», como solía decir), y siempre dejaba una nota irónica y humana. Cantó sin voz, arrancando aplausos, en idiomas de cuatro continentes. Con su desmesurada sonrisa, rompió el empaque de la gala teatral. Impuso una expresión que envolvía hiriente sátira, inocente bonhomía...La amabilidad del gesto y la sonrisa, la elegancia impecable, la media voz y las melódicas armonizaciones sobre la tosca figura, el timbre áspero y la vitalidad agreste de los ritmos criollos fascinaron a todos aquellos quienes apreciaron su arte.

El asma y la diabetes lo acechaban.  Al propio tiempo estaba entusiasmado con un homenaje que le preparaban en Perú Chabuca Granda y otros amigos y admiradores  Partió entonces a México, escala hacia Lima, y allí murió a las 5 de la madrugada del 2 de octubre de 1971. Fallecía, curiosamente, en la misma ciudad en que había nacido para el mundo del arte como Bola de Nieve. 

Habia nacido un día como hoy, hace cien años, el 11 de septiembre de 1911. 

Editado de un artículo de Deny Extremera

"Chivo que rompe tambó" interpretado por Bola de Nieve en Youtube:

  
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