P. Miguel Ángel Loredo +
Por Carlos Cabezas
Ayer sábado 10 de septiembre marchó a la
Casa del Padre nuestro querido P. Miguel Ángel Loredo o.f.m. Posiblemente
muchos ya lo saben porque la noticia se ha diseminado como pólvora, debido a la
preocupación que hemos tenido por su larga enfermedad y solidaridad cristiana
ante tanto dolor que ha padecido.
Pensando
en
Miguel Angel no puedo separar el sufrimiento de su vida. Una persona tan
inteligente y sensible a todas las manifestaciones artísticas como él,
sabía
muy bien el matiz que Dios le pidió en la vivencia de su vocación
sacerdotal. Jesús fue el cordero inmaculado sacrificado, ¿quién
me niega que al P. Loredo no le pasó igual?
El “pobrecillo
de Asís” no encontró mejor discípulo que Miguel Ángel, un fiel reflejo de
tantos franciscanos buenos que he conocido y me han impactado. Nuestro querido
fraile tenía una visión del Rey David que para mi era como un reflejo de sus
vivencias humanas, llenas de triunfos y virtudes, como de fracasos y pecados.
Sé que en estos
momentos todos tenemos presentes su vida, sacerdocio, prisión, regreso a la
libertad, exilio y lucha frontal de Miguel Ángel por el mundo entero,
denunciando constantemente con estoicismo las violaciones a los derechos
humanos. Para unos fue un ejemplo acogido con pasividad, para otros un ideal a
seguir que como acicate nos deja inquietos.
Pero en
definitiva fue un sacerdote que se entregó en oblación y que amó tanto a Cuba y
a su Iglesia, que ese amor lo llevó a señalarnos el camino por el cual creía
que debíamos andar, empedrado y lleno de espinas, pero ante el cual sus
sandalias franciscanas nunca retrocedieron.
“Sufrí por
la Iglesia, en la Iglesia y de la Iglesia”, repetía a quien le escuchaba,
pero hoy el Padre le dijo frente a frente: “Siervo bueno y fiel pasa al
banquete de tu Señor”.
Descanse en paz,
P. Miguel Angel Loredo.
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