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¿Controla alguien a los “indignados”
en España?
Por Ricardo Ruiz de la Serna
Visto desde lejos, esto de los indignados resulta incomprensible. Cuando
uno está en España, por desgracia, termina sobrellevando los desastres que
causa un mal Gobierno. Alfredo Pérez Rubalcaba, que hasta hace unas pocas
semanas era Ministro del Interior, critica ahora a quienes toleró mientras
sirvieron de ariete contra Esperanza Aguirre. Fue él quien permitió que unos
pocos secuestrasen la Puerta del Sol y acampasen infligiendo pérdidas
millonarias a los comerciantes. Rubalcaba consintió una situación de hechos
consumados por parte de un movimiento en el que conviven sensibilidades muy
distintas y que él aspira a controlar solo o en compañía de otros.
En efecto, en el llamado 15M coexisten tendencias que van desde la extrema
derecha antisistema que pretende lavarse la cara hasta los grupos juveniles
alternativos que, como en la adolescencia, saben bien lo que no quieren pero
ignoran por completo lo que sí quieren; y en esto radica su mayor debilidad. En
este movimiento están los neohippies,
los herederos de los punkies y los okupas, los miembros de la Asamblea por
una vivienda digna —otro grupo que surgió hace unos años y fracasó- y muchos,
muchísimos desencantados de la clase política.
Desde los primeros días, la Policía sabe bien quién controla el movimiento.
Es imposible mantener el orden de la masa tanto tiempo sin líderes formados,
sin táctica ni estrategia… La espontaneidad ha ido quedando atrás y poco a poco
el 15M se está convirtiendo en una tropa de choque pacifista (¿?) contra la
derecha (¿?), los bancos (¿?!), el capital… En suma, el 15M se está
traicionando a sí mismo y se está dejando manipular. Según convenga, Rubalcaba
les dejará hacer o los reprimirá y serán un distractor
constante de la opinión pública. En lugar de hablar de la crisis, comentaremos
los últimos incidentes con los nuevos sans-culottes.
Nadie los ha elegido, nadie los ha votado, pero se arrogan una representación
del pueblo, de los ciudadanos o de la gente según la pancarta que uno lea.
La retórica de la Segunda República va impregnando el 15M, que dice carecer
de ideología pero que, en realidad, tiene la quien más grite en cada momento. En
él parecen agruparse, como en el Ejército Popular, milicias anarquistas,
burgueses leales a lo que consideraban el Gobierno legítimo, soldados
profesionales, perfectos delincuentes y pobres diablos a los que la guerra les
cogió en zona republicana.
Así, el 15M terminará secuestrado por el PSOE, por la izquierda más radical
o por grupos antisistema de toda laya, lo que llevará a su disolución. Tal como
se presenta la jugada, Rubalcaba tratará de controlarlo —si no lo hace ya- y de
utilizarlo como agitador y agente de acción directa contra el Partido Popular. Tal
vez no pueda hacerlo solo con el PSOE y deba contar aliados en IU, CC.OO., etc.
La extrema derecha también intentó tomar las riendas en las primeras
semanas pero no ha podido hasta el momento. Por ahora, el movimiento parece
controlado por la izquierda más radical, pero ésta siempre termina remando en
el sentido del PSOE. El caso de IU en Extremadura y la división en la Coalición
prueba —y no refuta- esto que afirmo: el 15M terminará controlado por IU, por
el PSOE, o por los dos en alianza para movilizar a las bases de la izquierda y
frenar al PP. El objetivo es evitar una mayoría absoluta de los Populares y
debilitar al hipotético Gobierno de Rajoy o, incluso, propiciar una alianza de
perdedores y minorías (PSOE, IU, nacionalistas).
Mientras tanto he aquí nuestra vergüenza: la ley cede ante el que más grita
y va perdiendo la fuerza que necesita para imponerse. El desgobierno que sufre
España es la traca final del zapaterismo, el triste colofón de ocho años
devastadores para España. ¡Qué pena!
RICARDO RUIZ DE LA SERNA
es analista político, abogado y profesor de técnicas de la propaganda y de la
comunicación política de la Universidad CEU-San Pablo.
Reproducido de elimparcial.es
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