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DE LA
RIQUEZA A LA NULIDAD
Amelia M. Doval
Cuba es un país de consignas, de aplausos que se
quedan colgados en el aire para ser utilizados en el próximo discurso. En el
momento adecuado, solo se necesita que el orador realice una inflexión de la
voz para que vuelvan las manos a juntarse aunque el cerebro no capte el
mensaje. Todo está calculado con la exactitud de la extensión de un lema: “Pioneros
por el comunismo, seremos como el Che”, “los niños nacen para ser felices”, “es
una revolución de los pobres y para los pobres” (no incluyen en esta categoría
a los gobernantes). Los niños quedan a nivel de discurso como la prioridad
social. La realidad es otra.
Medio siglo después, cuando el mundo se define como
parte de una era tecnológica, la niñez cubana continúa siendo la zaga de la
historia universal. En julio se celebra el día de los niños, ningún plan se
proyecta para mejorar sus vidas, todo lo contrario. Se divulga la carente
asistencia médica que reciben los menores porque el servicio de médicos
pediatras ha mermado. Nuevas bacterias se alinean con las cotidianas. Un niño
es asesinado por un ex-policía con licencia de armas de fuego. ¿Qué hacía? es
la pregunta. Coger con su manos traviesas, mamoncillos en patio ajeno. Han
asesinado a un joven de 14 años por la furia enfermiza de la pobreza.
Una imagen lo dice todo, un niño arrastra dos
botellas vacías de plástico y cree en su imaginación que es un juguete, al juguete
le da vida. Hay quien dice - eso no es delito, yo jugué con muñecas de trapo y
mi hermano jugó con pelotas de cajas de fósforo-, es cierto pero, son otros
tiempos y en aquel entonces no se hablaba con discursos grandilocuentes que
pretendían demostrar que la solución del mundo está en el poder de la mentira.
Un niño descalzo, que viste con ropa más grande que su talla, camina por una
tierra malhumorada que genera polvo y microbios. Un niño arrastra su futuro que
será tan pobre como este presente.
Si la UNICEF, que hace sus estadías en la isla,
valorara con suficiente crudeza, sin mensajes solapados ni ocultas cifras que
mienten con números la realidad existente, entonces el mundo pudiera entender
que Cuba es un país miserable gobernado por ladrones que han robado y continúan
robando sus riquezas, la conciencia y felicidad del futuro. No hablamos de un
país que siempre fue pobre, no nos referimos a un país africano con diamantes y
tribus, no contamos historias de un país dividido por sectas. Hablamos de una
isla con ínfulas de archipiélago, rodeada de riquezas naturales, donde medio
siglo después de ser saqueada no hay agua, no hay sal, no hay azúcar, no hay
peces, no hay infancia, la población se niega a crecer o se añade a la
emigración mundial.
Cuba ofrece un panorama de derrota que se observa
en cada imagen captada, no importa si es sobre la niñez, la juventud o la
vejez; en resumen es la historia de un pueblo que muere al amanecer y se
entierra en su propio dolor cada tarde. Un pueblo que se prostituye en el
diario vivir, en su bolsa negra, sus mujeres, sus hombres, sus muertos. No es
justo parar sin mirar adelante sólo porque algunos se queden tan detrás que no
puedan entender la importancia de saber que el mundo gira, independiente de
quien gobierne.
Amelia
M. Doval
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