23 de julio de 2011

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 EL ARTISTA DE LO COTIDIANO

Por Amelia M Doval

Hay imágenes que no necesitan textos porque ellas mismas llevan la historia a sus espaldas. Por esas extrañas coincidencias que la vida nos regala, hace unos días conocí a un cubano que, aunque hoy es uno más en el suelo de Miami, trae consigo parte de su obra. Un fotógrafo de las profundidades marinas que al salir al sol deja plasmada la historia con los simples colores de lo contrario. Blanco, negro y sus matices.

Adrián de la Paz Rodríguez no necesita contextualizar el arte para hacer un libro creativo, con el lente descubre los momentos culminantes por los que un ojo común transita sin ver los significados. Su calidad de mensajero y artista lo hacen detenerse. Es la realidad de una Cuba cotidiana y él, audaz torero que revierte en simbólico el más simple de los gestos.

El Payret, uno de los cines más emblemáticos para todas las generaciones que pudieron conocerlo con su total o menguado esplendor, es hoy un triste gazapo en su olvido. Un avejentado edificio que se resiste a ver caer su estructura porque conserva la elegancia aristocrática que es el sello constructivo de una ciudad creada para perdurar. Un cine teatro que nació en 1951, con su acogedor lobby y sus esculturas interiores, protectores cuerpos que observan desde las paredes a los 1800 observadores que ocupen sus lunetas. Abre sus puertas y ya es arte, lo primero que visualizamos es el mural de Rita Longa.

Así de fabulosa y  conceptual es la obra que se resiste a ser destruida por las mordidas voraces del descuido, el virus más dañino que ataca las defensas del tiempo. Adrián no se regodea en lo estructural sino en el mensaje, no en lo anatómico del edificio sino en su voz con grito de rebelde: La isla siniestra, ese es el título que exhibe en la frente el “renegado”, el que se mantiene en pie aunque se balancee el piso. De la Paz es un fotógrafo, un artista con aires de naturaleza y conceptos de cazador, su obra es un juego  de fichas escondidas, un reto a la destreza de un ojo que mira las profundidades.
  
Amelia M. Doval

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