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EL ARTISTA DE LO
COTIDIANO
Por Amelia M Doval
Hay imágenes que no necesitan textos porque ellas
mismas llevan la historia a sus espaldas. Por esas extrañas coincidencias que
la vida nos regala, hace unos días conocí a un cubano que, aunque hoy es uno
más en el suelo de Miami, trae consigo parte de su obra. Un fotógrafo de las
profundidades marinas que al salir al sol deja plasmada la historia con los
simples colores de lo contrario. Blanco, negro y sus matices.
Adrián de la Paz Rodríguez no necesita
contextualizar el arte para hacer un libro creativo, con el lente descubre los
momentos culminantes por los que un ojo común transita sin ver los
significados. Su calidad de mensajero y artista lo hacen detenerse. Es la realidad
de una Cuba cotidiana y él, audaz torero que revierte en simbólico el más
simple de los gestos.
El Payret, uno de los cines más emblemáticos para
todas las generaciones que pudieron conocerlo con su total o menguado esplendor,
es hoy un triste gazapo en su olvido. Un avejentado edificio que se resiste a
ver caer su estructura porque conserva la elegancia aristocrática que es el
sello constructivo de una ciudad creada para perdurar. Un cine teatro que nació
en 1951, con su acogedor lobby y sus esculturas interiores, protectores cuerpos
que observan desde las paredes a los 1800 observadores que ocupen sus lunetas.
Abre sus puertas y ya es arte, lo primero que visualizamos es el mural de Rita
Longa.
Así de fabulosa y conceptual es la obra que
se resiste a ser destruida por las mordidas voraces del descuido, el virus más
dañino que ataca las defensas del tiempo. Adrián no se regodea en lo
estructural sino en el mensaje, no en lo anatómico del edificio sino en su voz
con grito de rebelde: La isla siniestra, ese es el título que
exhibe en la frente el “renegado”, el que se mantiene en pie aunque se balancee
el piso. De la Paz es un fotógrafo, un artista con aires de naturaleza y
conceptos de cazador, su obra es un juego de fichas escondidas, un reto a la destreza de
un ojo que mira las profundidades.
Amelia M. Doval
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